¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este jueves 27 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Gál 3,1-5):
¡Insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado? ¡Y pensar que ante vuestros ojos presentamos la figura de Jesucristo en la cruz! Contestadme a una sola pregunta: ¿recibisteis el Espíritu por observar la ley o por haber respondido a la fe? ¿Tan estúpidos sois? ¡Empezasteis por el espíritu para terminar con la carne! ¡Tantas magníficas experiencias en vano! Si es que han sido en vano. Vamos a ver: Cuando Dios os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿por qué lo hace? ¿Porque observáis la ley o porque respondéis a la fe?
Salmo responsorial: Lc 1
R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de
David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos
profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los
que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Hch 16,14):
Aleluya. Abre, Señor, nuestros corazones, para que comprendamos las palabras de tu Hijo. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 11,5-13):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de
vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo,
préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no
tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la
puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme
a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al
menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.
»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar
de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues,
vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más
el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».
Comentario
Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la
oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre la escucha: «Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).
A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede,
que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!
La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos
nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no
es escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a
medianoche va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los
panes que necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es
constante. Hemos de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque
además de ser amigo, es Padre.
La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La
paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e
imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).
Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas
materiales. Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos:
«...¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan!» (Lc 11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la
gracia de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.
El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este
Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que
Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon
humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le
plazca».
Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
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