viernes, 17 de febrero de 2012

Cada cristiano debe cargar su cruz

¡Amor y paz!

El Evangelio nos presenta una especie de síntesis de lo que se ha dicho en estos días. Jesús llama a la muchedumbre y a sus discípulos y les dice: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

Jesús acaba de anunciar la "cruz para sí". Decididamente, el Eangelio está dando un viraje: habla inmediatamente de la "cruz para los discípulos". El único camino de la gloria es el de la cruz, tanto para sus discípulos como para Él.

Y esta exigencia es enseñada no sólo a los Doce, sino a la muchedumbre: no hay dos categorías de cristianos... algunos que deberían aplicar a su vida exigencias más fuertes, y otros que tendrían menores compromisos. No, Jesús lo dice a todos. El que quiera seguirlo, debe imitarlo, estar en comunión con Él.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la VI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1.
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles". Y les decía: "Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder". 
Comentario

a) Seguir a Cristo comporta consecuencias. Por ejemplo, tomar la cruz e ir tras él. Después de la reprimenda que Jesús tuvo que dirigir a Pedro, como leíamos ayer, porque no entendía el programa mesiánico de la solidaridad total, hasta el dolor y la muerte, hoy anuncia Jesús con claridad, para que nadie se lleve a engaño, que el que quiera seguirle tiene que negarse a sí mismo y tomar la cruz, que debe estar dispuesto a «perder su vida» y que no tiene que avergonzarse de él ante este mundo.

Es una opción radical la que pide el ser discípulos de Jesús. Creer en él es algo más que saber cosas o responder a las preguntas del catecismo o de la teología. Es seguirle existencialmente. Jesús no nos promete éxitos ni seguridades. Nos advierte que su Reino exigirá un estilo de vida difícil, con renuncias, con cruz. Igual que él no busca el prestigio social o las riquezas o el propio gusto, sino la solidaridad con la humanidad para salvarla, lo que le llevará a la cruz, del mismo modo tendrán que programar su vida los que le sigan.

b) Estamos avisados y además ya lo hemos podido experimentar más de una vez en nuestra vida. Seguir a Jesús es profundamente gozoso y es el ideal más noble que podemos abrazar. Pero es exigente. Le hemos de seguir no sólo como Mesías, sino como Mesías que va a la cruz para salvar a la humanidad.

Si uno intenta seguirle con cálculos humanos y comerciales («el que quiera salvar su vida... ganar el mundo entero») se llevará un desengaño. Porque los valores que nos ofrece Jesús son como el tesoro escondido, por el que vale la pena venderlo todo para adquirirlo. Pero es un tesoro que no es de este mundo.

Las actitudes que nos anuncia Jesús como verdaderamente sabias y productivas a la larga son más bien paradójicas: «que se niegue a sí mismo... que cargue con su cruz... que pierda su vida». No es el dolor por el dolor o la renuncia por masoquismo: sino por amor, por coherencia, por solidaridad con él y con la humanidad a la que queremos ayudar a salvar. Es la respuesta de Jesús a la actitud de Pedro -y de los demás, seguramente- cuando se da cuenta de que sí están dispuestos a seguirle en los momentos de gloria y aplausos, pero no a la cruz.

¿Entraríamos nosotros, los que creemos en Jesús y hemos tomado partido por él, entre los que alguna vez, ante el acoso del mundo o las tentaciones de nuestro ambiente o la fatiga que podamos sentir en el seguimiento de Cristo, «nos avergonzamos de él» y dejamos de dar testimonio de su evangelio? ¿o ponemos «condiciones» a nuestro seguimiento'?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 173-177