Desde hoy hasta el viernes de la semana siguiente vamos a leer el famoso capítulo 13 de san Mateo, el de las parábolas de Jesús: el sembrador y su semilla, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla escondidos, la red que recoge peces buenos y malos.
Las parábolas son relatos inventados, pedagógicos, tomados muchas veces de la vida del campo o del ambiente doméstico, relatos fáciles de entender, porque se refieren a la vida de cada día. En labios de Jesús, contienen una intención religiosa y una lección para que sus oyentes comprendan las líneas-fuerza del Reino, con comparaciones llenas de expresividad.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la XVI semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,1-9.
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!".Comentario
a) La primera parábola es la del sembrador: Dios siembra con generosidad. La aplicación, en días sucesivos, se referirá más bien a la clase de terrenos, preparados o no, que acogen esta semilla. Pero, inicialmente, la página de hoy describe al sembrador mismo y la fuerza de la semilla que él siembra en terrenos diversos. Y a pesar de todas las dificultades (los pájaros o las piedras o las zarzas), su semilla al final produce fruto.
Aunque a veces la siembra parezca que ha sido inútil, Jesús nos dice que, a la larga, es fecunda y que no se pierde la semilla de Dios.
b) ¿Somos buenos sembradores? ¿tenemos fe en la fuerza interior de la semilla que sembramos, la Palabra de Dios, y confianza en que, a pesar de todo, Dios hará que dé fruto?
Dios es generoso en su siembra: generoso y universal. También los alejados y los que son víctimas de la secularización creciente de nuestra sociedad, y los que no han recibido formación religiosa, son hijos de Dios y están destinados a la salvación. Dios siembra en el corazón de todos. No va seleccionando de antemano los terrenos. Eso sí, no obliga ni fuerza a nadie a responder a su don.
Cuando Pablo estaba desanimado, porque los habitantes de Corinto, la ciudad pagana, no le hacían mucho caso, escucha la voz de Cristo que le dice: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo... yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Hch l 8,9- l 0). Y, en efecto, Pablo se quedó en Corinto año y medio, «enseñando entre ellos la Palabra de Dios» o sea, sembrando en abundancia.
La comunidad cristiana -los pastores y los equipos de catequesis y las familias y todos los fieles- hemos recibido el encargo de que el mensaje de Cristo llegue a todos, a los campos preparados y también a los cubiertos de zarzas. La sociedad actual es claramente pluralista y tendremos que utilizar en nuestra «siembra» el lenguaje adecuado, para niños, jóvenes, mundo rural, ciudades, personas cultas o menos cultas. Lo importante es sembrar, porque la Palabra de Dios tiene una fuerza interior que germina y da fruto también en terrenos hostiles.
La parábola de hoy es una llamada a la esperanza y a la confianza en Dios. Porque la iniciativa la tiene siempre él, y él es quien hace fructificar nuestros esfuerzos. Nosotros tenemos que sembrar sin tacañería y sin desanimarnos fácilmente por la aparente falta de frutos.
J. ALDAZÁBAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 174-179
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ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 174-179