¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este jueves de la 13a
semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Dios nos
bendice...
Lectio Divina: Mateo 9,1-8
Lectio
Jueves, 4 julio,
2019
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
Padre de bondad, que
por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz; concédenos vivir
fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la
verdad. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del
santo Evangelio según Mateo 9,1-8
Subiendo a la barca,
Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un
paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al
paralítico: «¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados.» Pero he aquí que
algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando.» Jesús, conociendo
sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es
más fácil, decir: `Tus pecados te son perdonados', o decir: `Levántate y anda'?
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de
perdonar pecados -dice entonces al paralítico-: `Levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa'.» Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente
temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
3) Reflexión
• La autoridad
extraordinaria de Jesús. Jesús aparece ante el lector como persona investida de
una extraordinaria autoridad mediante la palabra y el signo (Mt 9,6.8). La
palabra autoritaria de Jesús ataca el mal en su raíz: en el caso del paralítico
ataca el pecado que corroe al hombre en su libertad y bloquea sus fuerzas
vivas: “Tus pecados te son perdonados” (v.2); “Levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa” (v.6). En verdad, todas las parálisis del corazón y de la mente
con las que uno está encadenado, las anula la autoridad de Jesús (9,6), el
hecho de encontrarse con él en la vida terrena. La palabra autoritaria y eficaz
de Jesús despierta a la humanidad paralizada (9,5-7) y le da el don de caminar
(9,6) con una fe renovada.
• El encuentro con el
paralítico. Jesús, después de la tempestad y de una visita al país de los
gadarenos, vuelve a Cafarnaúm, su ciudad. Durante el regreso tiene lugar el
encuentro con el paralítico. La curación no se realiza en una casa, sino a lo
largo del camino. Así pues, durante el camino que conduce a Cafarnaúm le
llevaron un paralítico y Jesús se dirige a él llamándolo “hijo”, un gesto de
atención que pronto se convertirá en un gesto salvífico: “tus pecados te son
perdonados” (v.2). El perdón de los pecados que Jesús invoca sobre el
paralítico de parte de Dios alude al nexo entre enfermedad, culpa y pecado. Es
la primera vez que el evangelista atribuye a Jesús de manera explícita este
particular poder divino. Para los judíos, la enfermedad en el hombre era
considerada un castigo por los pecados cometidos; el mal físico, la enfermedad,
siempre era signo y consecuencia del mal moral de los padres (Jn 9,2). Jesús
restituye al hombre su condición de salvado al liberarlo tanto de la enfermedad
como del pecado.
• Para algunos de los
presentes, como los escribas, las palabras de Jesús anunciando el perdón de los
pecados son una verdadera blasfemia. Para ellos Jesús es un arrogante, ya que
sólo Dios puede perdonar. Este juicio sobre Jesús no lo manifiestan abiertamente,
sino murmurando entre ellos. Jesús, que escruta sus corazones, conoce sus
consideraciones y les reprocha su incredulidad. La expresión de Jesús “para que
sepáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados…” (v.6)
indica que no sólo puede perdonar Dios, sino que en Jesús, también puede
perdonar un hombre (Gnilka).
• A diferencia de los
escribas, la multitud se llena de asombro y glorifica a Dios ante la curación
del paralítico. La gente está impresionada por el poder de perdonar los pecados
manifestado en la curación, y se alegra porque Dios ha concedido tal poder al
Hijo del hombre. ¿Es posible atribuir esto a la comunidad eclesial donde se
concedía el perdón de los pecados por mandato de Jesús? Mateo pone este
episodio sobre el perdón de los pecados con la intención de aplicarlo a las
relaciones fraternas dentro de la comunidad eclesial. En ella se tenía ya la
práctica de perdonar los pecados por delegación de Jesús; era ésta una práctica
que la sinagoga no compartía. El tema del perdón de los pecados aparece de
nuevo en Mt 18 y al final del evangelio se afirma que ello tiene sus raíces en
la muerte de Jesús en la cruz (26,28). Pero en nuestro contexto el perdón de
los pecados aparece unido a la exigencia de la misericordia como se hace
presente en el siguiente episodio, la vocación de Mateo: “…misericordia quiero,
que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt
9,13). Estas palabras de Jesús pretenden decir que él ha hecho visible el
perdón de Dios; sobre todo en sus relaciones con los publicanos y pecadores, al
sentarse con ellos a la mesa.
• Este relato que
retoma el problema del pecado y reclama la conexión con la miseria del hombre,
es una práctica del perdón que se ha de ofrecer, pero es sobre todo una
historia que debe ocupar un espacio privilegiado en la predicación de nuestras
comunidades eclesiales.
4) Para la reflexión
personal
•
¿Estás convencido de que Jesús, llamado amigo de los pecadores, no desprecia
tus debilidades y tus resistencias, sino que las comprende y te ofrece la ayuda
necesaria para vivir en harmonía con Dios y con los hermanos?
•
Cuando vives la experiencia de negar o rechazar la amistad con Dios, ¿recurres
al sacramento que te reconcilia con el Padre y con la Iglesia y que hace de ti
una nueva creatura por la fuerza del Espíritu Santo?
5) Oración final
Los preceptos del Señor son rectos,
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal
19,9)
Orden
de los Carmelitas