¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 28 del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Rom 2,1-11):
Tú, el que seas, que te eriges en juez, no tienes
disculpa; al dar sentencia contra el otro te condenas tú mismo, porque tú, el
juez, te portas igual. Todos admitimos que Dios condena con derecho a los que
obran mal, a los que obran de esa manera. Y tú, que juzgas a los que hacen eso,
mientras tú haces lo mismo, ¿te figuras que vas a escapar de la sentencia de
Dios? ¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al
no reconocer que esa bondad es para empujarte a la conversión?
Con la dureza de tu corazón impenitente te estás almacenando castigos para el
día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios, pagando a cada uno
según sus obras. A los que han perseverado en hacer el bien, porque buscaban
contemplar su gloria y superar la muerte, les dará vida eterna; a los porfiados
que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia, les dará un
castigo implacable. Pena y angustia tocarán a todo malhechor, primero al judío,
pero también al griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el
bien, primero al judío, pero también al griego; porque Dios no tiene
favoritismos.
Salmo responsorial: 61
R/. Tú, Señor, pagas a cada uno según sus obras.
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi
salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca
y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es
nuestro refugio.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10,27):
Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 11,42-46):
En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».
Comentario
Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas
lecciones: entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que
han de tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol). En el
Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más
sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo (23,1ss.) es bastante extensa
y concreta. Todo el pensamiento del Señor concluye en que el alma de nuestra
actividad han de ser la justicia, la caridad, la misericordia y la fidelidad
(cf. Lc 11,42).
Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra actual colaboración con la
Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la misma línea. Pero dar
valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían los Maestros de la
Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que
imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno
de vuestros dedos!» (Lc 11,46).
Es verdad que las personas que afinan tienen delicadezas de generosidad. Hemos
tenido vivencias recientes de personas que de la cosecha traen para la Iglesia
—para el culto y para los pobres— el 10% (el diezmo); otros que reservan la
primera flor (las primicias), el mejor fruto de su huerto; o bien vienen a
ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje de descanso o de
vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo, todo ello con este
mismo fin. Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo Evangelio. El amor es
ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y méritos ante Dios.
El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los buenos padres son modelo: el
ejemplo arrastra. Los buenos educadores se esfuerzan en vivir las virtudes que
enseñan. Esto es la coherencia. No solamente con un dedo, sino de lleno: Vida
de Sagrario, devoción a la Virgen, pequeños servicios en el hogar, difundir
buen humor cristiano... «Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas
pequeñas» (San Josemaría).
Rev. D. Joaquim FONT i Gassol (Igualada, Barcelona, España)
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