lunes, 26 de noviembre de 2012

En sus últimos días, Jesús nos invita a ser generosos

¡Amor y paz!

El adjetivo «último» está en boga en estos días, porque en la última semana del año litúrgico leemos las últimas páginas del evangelio según san Lucas y en ellas nos relatan los últimos días de la vida terrestre de Jesús, justo antes de la Pasión.

Por eso es más significativo que hoy el Señor nos invite a ser generosos. El ejemplo es la viuda que da como ofrenda en el templo todo lo que tiene para vivir. Otros, pudientes, dan de lo que les sobra.

El apóstol Pablo nos hace ver cómo Jesús mismo es ejemplo: “Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza"  (2 Corintios 8,9).

La Palabra de Dios, entonces, nos confronta: ¿Somos generosos? ¿Nos contentamos con dar lo que hay que dar a quien hay que darlo? ¿Damos sólo a quien nos puede agradecer? Claro que más que dar es darse, en favor de los necesitados. ¡Cuántos hermanos nuestros serán beneficiados si desde ya decidimos ser generosos!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir". 
Comentario

a) Ella creyó que nadie la veía, pero Jesús sí se dio cuenta y llamó la atención de todos.

Otros, más ricos, echaban donativos mayores en el cepillo del templo. Ella, que era una viuda pobre, echó los dos reales que tenía.

b) No importa la cantidad de lo que damos, sino el amor con que lo damos. A veces apreciamos más un regalo pequeño que nos hace una persona que uno más costoso que nos hacen otras, porque reconocemos la actitud con que se nos ha hecho.

La buena mujer dio poco, pero lo dio con humildad y amor. Y, además, dio todo lo que tenía, no lo que le sobraba. Mereció la alabanza de Jesús. Aunque no sepamos su nombre, su gesto está en el evangelio y ha sido conocido por todas las generaciones. Y si no estuviera en el evangelio, Dios sí la conoce y aplaude su amor.

¿Qué damos nosotros: lo que nos sobra o lo que necesitamos? ¿lo damos con sencillez o con ostentación, gratuitamente o pasando factura? ¿Ponemos, por ejemplo, nuestras cualidades y talentos a disposición de la comunidad, de la familia, de la sociedad, o nos reservamos por pereza o interés? No todos tienen grandes dones: pero es generoso el que da lo poco que tiene, no el que tiene mucho y da lo que le sobra.

Dios se nos ha dado totalmente: nos ha enviado a su Hijo, que se ha entregado por todos, y que se nos sigue ofreciendo como alimento en la Eucaristía. ¿Podremos reservarnos nosotros en la entrega a lo largo del día de hoy?

Al final de una jornada, al hacer durante unos momentos ese sabio examen de conciencia con que vamos ritmando nuestra vida, ¿podemos decir que hemos sido generosos, que hemos echado nuestros dos reales para el bien común? 

Más aún, ¿se puede decir que nos hemos dado a nosotros mismos? Teníamos dolor de cabeza, estábamos cansados, pero hemos seguido trabajando igual, y hasta hemos echado una mano para ayudar a otros. Nadie se ha dado cuenta ni nos han aplaudido. Pero Dios sí lo ha visto, y ha sonreído, y lo ha escrito en su evangelio.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 316-319