¡Amor y paz!
El misterio pascual de
Jesús es el cumplimiento decisivo de su misión en el mundo. Mateo subraya,
después del anuncio de la Pasión, la importancia de la imitación del Señor para
la Iglesia. El que quiera ser grande en el Reino ha de aceptar el último lugar
entre los discípulos, tal como Jesús, el Hijo del hombre, que da la vida como
siervo del mundo. (Misa Dominical 1990/06).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y
el comentario, en este miércoles de la segunda semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo
20,17-28.
Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Comentario
¡Qué contraste de
actitudes entre Jesús y sus discípulos!
Jesús «iba subiendo a
Jerusalén»: iba a cumplir su misión, aunque fuera a costar. Iba a ser entregado
y condenado, a morir por la humanidad y a resucitar. Este es el tercero de los
anuncios que hace de su pasión a sus asustados discípulos, que no entienden o
no quieren entender. «El Hijo del hombre ha venido a dar su vida por muchos».
Ellos siguen a Jesús como al Mesías, pero no entra en su cabeza que el estilo
de la salvación sea a través de la cruz.
En efecto, basta ver la
escena que Mateo cuenta a continuación: la madre de Santiago y Juan pide para
sus hijos los puestos de honor. Exactamente lo contrario de lo que Jesús les
estaba inculcando. No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados:
pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían
adelantado.
Los criterios de aquellos
apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio,
el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser
servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.
En nuestro camino de preparación de la Pascua
se nos propone hoy un
modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente
en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino
de la solidaridad y de la salvación de todos.
«No he venido a ser
servido, sino a dar mi vida por los demás».
Es el camino de todos los
que le imitan. Ya antes, Jeremías había sido fiel, a pesar de las dificultades,
a lo que Dios pedía de él. Y después, millones de cristianos han seguido el
camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada.
No nos suele gustar el
camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más
cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su
pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor,
humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases
dirigentes de su tiempo.
A un cristiano le puede
parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas
consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la
Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo
que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos,
sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.
Aquellos discípulos de
Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro,
madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las
persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su
vida por el Maestro.
¿Nos está ayudando la
Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz?
¿O todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el
«ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada
de lo que nos apetece? ¿Organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según
lo que Dios nos está pidiendo?
En la noche de la Vigilia
Pascual se nos harán dos preguntas claves, que ya desde ahora debemos ir
respondiendo en nuestra actuación concreta: «¿renunciáis al mal?... ¿creéis en
Dios... en Cristo?». Es el tiempo de las opciones.
En la Eucaristía comemos a
Cristo Jesús como «el entregado por los demás», como el «pan partido», como el
que «ha derramado su sangre por todos». ¿Estamos aprendiendo de él esa actitud
de entrega?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 49-52
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 49-52