¡Amor y paz!
El Evangelio nos reafirma
hoy que Jesús es luz y que quien lo siga no caminará en la oscuridad sino que
tendrá la luz de la vida. Como discípulos suyos, Él nos invita a ser también
luz en un mundo donde hay tanta confusión y dudas; donde reina la desesperanza y muchos hablan el lenguaje del odio.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la V Semana de
Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 8,12-20.
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida". Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale". Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió. En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?". Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre". El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
Comentario
1.
Jesús, queda una semana para la Semana Santa, los días en los que rememoramos
tu Pasión y tu Cruz. Y la Iglesia quiere recordarme hoy que Tú eres la luz;
que, aunque dentro de unos días parezca que has fracasado y todo el mundo te
abandone, sólo Tú puedes iluminar mi camino con una luz que es vida. Yo soy la
luz del mundo.
La palabra de Dios es luz para el entendimiento, fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios; y para el hombre interior, el que vive por la gracia del Espíritu Santo, es pan y agua, pero un pan más dulce que la miel y el panal, un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y a la piedra preciosa (S. Lorenzo de Brindisi, Sermón cuaresmal).
Jesús, Tú eres la luz de mi inteligencia. Si te sigo, entenderé muchas cosas que están ocultas a los que prefieren vivir en tinieblas: el sentido del dolor, de la muerte y de la vida; el valor de la renuncia, de la entrega y del amor verdadero; el porqué es mejor perdonar, pensar en los demás, o servir sin esperar nada a cambio. Esto no lo entienden los que no te siguen, los que no tienen la Cruz por señal, ni el nombre de cristianos.
Jesús, Tú eres el fuego que impulsa mi voluntad. Tú me das tu gracia para que acepte tus enseñanzas y para que pueda ponerlas por obra. En esa época, la luz se identificaba con el fuego: se necesitaba fuego para hacer luz. Y Tú has dicho: fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda? (Lc 12,49). Me has pasado el fuego a mí, y ahora soy yo el que he de arder para dar luz y calor a los demás.
La palabra de Dios es luz para el entendimiento, fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios; y para el hombre interior, el que vive por la gracia del Espíritu Santo, es pan y agua, pero un pan más dulce que la miel y el panal, un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y a la piedra preciosa (S. Lorenzo de Brindisi, Sermón cuaresmal).
Jesús, Tú eres la luz de mi inteligencia. Si te sigo, entenderé muchas cosas que están ocultas a los que prefieren vivir en tinieblas: el sentido del dolor, de la muerte y de la vida; el valor de la renuncia, de la entrega y del amor verdadero; el porqué es mejor perdonar, pensar en los demás, o servir sin esperar nada a cambio. Esto no lo entienden los que no te siguen, los que no tienen la Cruz por señal, ni el nombre de cristianos.
Jesús, Tú eres el fuego que impulsa mi voluntad. Tú me das tu gracia para que acepte tus enseñanzas y para que pueda ponerlas por obra. En esa época, la luz se identificaba con el fuego: se necesitaba fuego para hacer luz. Y Tú has dicho: fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda? (Lc 12,49). Me has pasado el fuego a mí, y ahora soy yo el que he de arder para dar luz y calor a los demás.
2. Algunos pasan por la vida como por un túnel, y no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe (Camino, 575).
Jesús, a veces me encuentro gente que no me entiende. Como a los judíos del Evangelio de hoy, también se les podría decir: Vosotros juzgáis según la carne. Y, claro, así no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe. Además, todo el mundo opina de religión, pero luego resulta -como es lógico, porque uno dedica el tiempo a lo que cree que es más interesante- que no saben nada sobre la doctrina de la Iglesia. ¿Cómo opináis sobre mí -les podrías preguntar- si no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy?
Jesús, no puedo pretender que salgan de su túnel a base de razonamientos científicos, que -por definición- captan sólo lo que es material y, por tanto, lo que está dentro del túnel. No quieres que les demuestre tu existencia, sino que les muestre tu luz: que yo sea luz para los demás. Y seré luz con el ejemplo de mi vida: si me preocupo por los demás; si actúo con honradez; si tengo prestigio profesional; si no busco el provecho personal; si sé querer de verdad; si tengo una alegría contagiosa.
Si me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre. Jesús, ayúdame a conocerte mejor cada día. Y para conocerte, he de mantener estos minutos de oración. Dame luces, dame tu luz, para entender lo que no entiendo, para querer más lo que ya quiero pero, a veces, sólo con la boca pequeña, porque cuesta. Dame el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: «Una Cita con Dios», Tomo I, EUNSA