¡Amor y paz!
La parábola de los obreros
de la "Undécima hora" es célebre. Solamente la relata Mateo. Para
interpretarla no olvidemos la regla elemental siguiente:
Como nos lo aclara Noél Quesson, "la alegoría"
es un género literario en el cual el conjunto de los detalles aporta una
significación, en tanto que "la parábola", por el contrario, es un
género literario en el que hay que buscar una lección central. El resto de los
detalles está allí para ceñir el relato, forzar la atención, interesar.
Está claro, en el Evangelio
de hoy por ejemplo, que ¡Jesús no pretende defender la injusticia social que
consistiría en no pagar al obrero según su trabajo... o aun en establecer
salarios completamente arbitrarios según el capricho del patrono!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, e este miércoles de la XX Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 20,1-16a.
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".
Comentario
Podemos repartir estas
diversas horas del día entre los años de vida del hombre. El amanecer, es la
infancia de nuestra inteligencia. La tercera hora puede aplicarse a la
adolescencia, porque el sol deslumbra ya, por decirlo así, desde la altura, en
los ardores de la juventud que empiezan a calentarse. La sexta hora, es la edad
de la madurez: el sol se establece allí como su punto de equilibrio, ya que el
hombre está en la plenitud de su fuerza. La novena hora designa la vejez, dónde
el sol desciende, en cierto modo, desde lo alto del cielo, para que los ardores
de la edad madura se refresquen. En fin, la undécima hora es la edad que se
nombra como vejez avanzada...
Unos
son conducidos a una vida honrada desde la infancia, otros durante la
adolescencia, otros en la edad madura, otros en la vejez y otros por fin en
edad muy avanzada, es como si fueran llamados a la vid, a diferentes horas del
día.
Examinad pues vuestro modo de vivir, hermanos, y ved si vosotros actuáis
como obreros de Dios. Reflexionad bien, y considerad si trabajáis en la vid del
Señor...
El que se descuidó de vivir para Dios hasta su última edad, es como el
obrero que ha estado sin hacer nada hasta la undécima hora... "¿Por qué
habéis estado todo el día sin hacer nada?" Es como si dijéramos
claramente: "Si no habéis querido vivir para Dios durante vuestra juventud
y edad madura, arrepentíos, por lo menos, en vuestra última edad... Venid, a
pesar de todo, hacia los caminos de la vida"... ¿No fue a la undécima hora
cuando el ladrón regresó? (Lc 23,39s)
No fue por su edad avanzada, sino por el
suplicio con que se encontró al llegar a la tarde de su vida. Confesó a Dios
sobre la cruz, y expiró casi en el momento en el que el Señor le daba su
sentencia. Y el Dueño de todo, admitiendo al ladrón antes que a Pedro en el
descanso del paraíso, distribuyó bien el salario comenzando por el último.
San
Gregorio Magno (v. 540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre los Evangelios, n° 19
Homilías sobre los Evangelios, n° 19
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