domingo, 18 de septiembre de 2011

Dios quiere que todos los hombres se salven

¡Amor y paz!


Para entender bien el Evangelio de hoy, J. Gomis, en Misa Dominical (1978), aclara que las parábolas no son alegorías. Es decir, a diferencia de lo que ocurre con una alegoría, no debe buscarse un significado para cada elemento de la parábola. “En la de hoy sería equívoco identificar excesivamente la conducta del ‘propietario’ con la del Padre” y agrega: 

“Lo que intenta la parábola es expresar con fuerza una enseñanza: Dios llama a todos y acoge a todos los que -temprano o tarde- responden a su llamada. Lo que vale es que se quiera trabajar en el Reino, no los méritos que se pretendan. Dios es generoso y le basta que el hombre diga sí a su llamada”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXV Domingo del tiempo Ordinario.

Dios los bendiga… 
 
Evangelio según San Mateo 20,1-16a.
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.  Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".  
Comentario

En la fe hay una verdad fundamental: Dios quiere que todos los hombres se salven. Este designio se va realizando en el transcurso de la historia. En medio de las convulsiones humanas, Dios se hace presente y da la mano a los hombres. De tal manera es así, que en ningún momento de la historia los hombres han quedado abandonados a sí mismos. Dios salva siempre: confecciona unas túnicas para Adán y Eva, se dirige a Caín para protegerlo, elige a Abraham, salva al pueblo oprimido, envía emisarios, etc. El designio de salvar a los hombres culmina en Jesucristo.

Porque Dios siempre salva, designamos la vida de la humanidad con el calificativa de "historia de la salvación". También decimos que todo es don y gracia. Por consecuencia, el vivir aparece con optimismo y el tiempo como salvación. Esta es la lección de la parábola (considerada globalmente).

Ahora bien, la salvación -gratuita y libre por parte de Dios-, no se realiza sin la cooperación del hombre. La llamada divina pide una respuesta. Y el hombre se convierte en actor de la salvación a medida que acepta el "contrato de trabajo". El deseo de trabajar por el Reino es un ingrediente de la parábola, que nos puede hacer pensar en la Iglesia como un trabajo de todos.

El hecho de pagar más a los últimos trabajadores, se refiere a los que están en la plenitud de los tiempos. No olvidemos que nosotros somos los últimos llamados y, por lo tanto, los más afortunados.

El porqué de las diferentes situaciones humanas es algo que pertenece al designio de Dios. El Señor tiene sus razones, sin negar a nadie las ayudas necesarias para la salvación. La justicia divina no ofrece dudas y está por encima de la humana.

Fácilmente podemos extraer unas ideas clave: vivir con optimismo el tiempo ("kairós") lleno de salvación, responder a la llamada divina y trabajar para la extensión del Reino, agradecimiento por la suerte de vivir los tiempos de la salvación, optimismo histórico fundado en la providencia salvadora de Dios, aceptación de los designios inescrutables de la divinidad.

Las palabras de la primera lectura pueden servir de conclusión: buscar a Dios ahora que es el momento y situarse dentro de sus planes. Es bueno recordar de nuevo la humildad ante unos proyectos divinos que no coinciden con los humanos.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1975/16