domingo, 20 de agosto de 2023

¡Qué grande es tu fe!

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo XX del Tiempo Ordinario, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del profeta Isaías   56,1.6-7

 

Así habla el Señor:

Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.

Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, Yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 66,2-3.5-6.8 

 

R.        Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

 

El Señor tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación. R.

 

Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra. R.

 

Oh Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe. R.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma    11,13-15.29-32

 

Hermanos:

A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos.

Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?

Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia.

De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia.

Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.

 

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   15,21-28

 

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.

Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio».

Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos».

Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».

Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!».

Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros».

Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!».

Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • Según la legislación del Deuteronomio, se excluía del culto comunitario a los eunucos, a los extranjeros, que no podían pertenecer como miembros a la asamblea del Señor. El pueblo judío, ha vuelto ya del destierro de Babilonia y, se pregunta por las nuevas leyes por las que debe regirse la comunidad israelita.
  • El profeta, desconocido, despejará estas incógnitas con una exhortación a quitar de en medio de la comunidad, todo cuanto impide la pronta llegada de la salvación de Dios y su victoria. Advierte que el pueblo debe cumplir el derecho y la justicia; que consiste  en liberar al oprimido, no explotar a los marginados. Por otro lado el pueblo reaccionaba en contra de los extranjeros y no los admitía en el seno de la comunidad; el profeta anuncia la voluntad de Dios de reunir a todos los hombres en una misma salvación.
  • No importa ya la carne o la sangre; lo único que se exige es guardar el derecho y la justicia, observar las prescripciones de la alianza.

***

  • Pablo escribe estas palabras refiriéndose a los judíos. El pueblo judío sigue siendo objeto de la promesa, incluso en la ruptura, porque Dios mismo sigue estando presente.
  • Si las primicias ofrecidas al templo santificaban toda la cosecha; igualmente, las primicias del pueblo, los patriarcas que han caminado conforme a la promesa, siguen imprimiendo al pueblo una cualidad particular.
  • Pablo, en su ministerio entre los gentiles, piensa que la aceptación de Jesús por parte de los no pertenecientes al pueblo de la alianza puede hacer que algunos judíos, por celos, lleguen a la aceptación del Evangelio. Y estas conversiones pueden acelerar la conversión de todo el pueblo de Israel. La desobediencia, da ocasión al Señor de actuar con misericordia para con los paganos  primero, y de ofrecerla, ahora, a los judíos.

***

  • El país de Tiro y Sidón está situado al norte de Galilea y estaba habitado por gentiles y  hasta por enemigos de los judíos. Jesús se va hacia las fronteras de Israel. La escena tiene lugar en territorio pagano.
  • Una mujer cananea, extranjera, interpela a Jesús, en términos judíos, dando el título típicamente judío de Hijo de David. Pide a Jesús no para ella, sino para alguien a  quien quería más que a ella misma: para su hija.
  • Jesús no respondió nada. Su silencio oculta el deseo  de que su fe vaya más allá de la curación que pide; sabe que, si la ayuda en su humildad, su fe puede llegar a alturas inesperadas.
  • Ante la actitud de Jesús los discípulos intervienen, pero lo hacen no tanto por compasión, sino por el deseo de que los deje en paz.
  • Jesús la rechaza con una dureza que resulta difícil de entender en sus labios. Sus frases son de un realismo hiriente, haciendo suyo el afrentoso y despreciativo apelativo de perros, que los judíos aplicaban a los paganos.
  • Ante el silencio y luego de cara al rechazo explícito, la mujer responde postrándose ante Él. Es la postura de la adoración. La dureza desaparece inmediatamente ante la humildad de la respuesta de la mujer, que es capaz de pasar por lo que sea para obtener lo que desea.
  • La mujer pagana acepta el presupuesto de Jesús, no aspira a suplantar, sino sencillamente a participar.
  • No pretende el pan de los hijos, se contenta con lo que sobra y que va a parar a los perros, porque el perro está también bajo la protección del amo.
  • Todo el desarrollo de la escena y su desenlace contrasta con el de la sinagoga de Nazaret, donde no pudo hacer muchos milagros por la falta de fe y, no parecen tener otra función que la de preparar y resaltar la frase final de Jesús. «¡Qué grande es tu fe, mujer!» Esta frase rompe los esquemas religiosos hasta ahora vigentes en el Pueblo de Dios.
  • Un mundo religioso cerrado en sí mismo queda aquí superado y derrumbado; surge otro de todos y para todos y, Mateo lo ha conseguido con la imagen de una mujer. Si alguien no tenía voz en el interior del Pueblo de Dios, eran precisamente las mujeres. Mateo eligiendo como protagonista del relato a una mujer, extranjera y además cananea acaba con todos los esquemas hasta entonces vigentes. Ella, que no es miembro del Pueblo de Dios, encarna el ideal de lo que debe ser un miembro del Pueblo de Dios.
  • A partir de aquí ya no tiene sentido hablar de Pueblo de Dios en un sentido limitado de raza o nación; ya no hay perros ni amos, judíos ni griegos, siervos ni libres. El campo para el anuncio del Evangelio y para realizar el Reino, efectivamente, empieza a ser el mundo. El Pueblo de Dios abarca, no excluye.
  • A partir de ahora lo que determina la pertenencia al Pueblo de Dios es la fe en Jesús, la adhesión a su persona y a los valores del Reino. Jesús, al elogiar la fe de la mujer y curar a su hija,  simplemente muestra que, para Él, la fe es siempre algo más fuerte a cualquier planteamiento o prejuicio. Allí donde hay fe, Jesús actúa. Fe significa convencimiento de que Jesús es la vida y el camino, y confianza plena en Él.
  • Jesús hace participar a una mujer pagana del pan del reino de Dios; si esto no hubiera sucedido así en los comienzos de la predicación apostólica, no estaríamos nosotros ahora dentro de él.
  • La cananea insistió con una súplica humilde, sincera y renovada, y Jesús no puede resistirse, como tampoco pudo hacerlo ante el centurión de Cafarnaúm: la fe humilde y confiada es la que se clava en el corazón de Jesús y hace que la súplica sea escuchada.
  • El Reino de Dios llega a todo hombre que se abre a la fe, y en este sentido, el evangelio de hoy puede considerarse como un primer planteamiento de la  universalidad del Reino.
  • Para llegar al reino debemos atravesar muchas fronteras; pero sobre todo las fronteras de los prejuicios y de la soberbia religiosa. Siempre corremos el riesgo, como en tiempos de Jesús, de hacer pasar la pertenencia al Reino por títulos, nacionalidades, tradiciones históricas, cuestiones sociales o  intereses económicos.
  • No debemos tener la pretensión de hacer mirar a Dios con nuestros ojos, sino tener su mirada. Dios tiene sus  propios caminos para que ninguno de sus hijos se quede con las manos vacías.
  • Para Jesús la fe se manifiesta con obras. La fe elimina las barreras raciales y religiosas. La fe tiene que ayudarnos a dejar que Dios actúe en nosotros y a facilitar, aceptando su obrar en los demás, con sus tiempos y sus caminos. 

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Vivo mi pertenencia a la Iglesia como una responsabilidad o un privilegio sobre los demás?
  • ¿Cómo es mi relación con los que no comparten mi fe?
  • ¿Acepto lo que hay de bueno en los que no creen o piensan como yo?

 

REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

 

Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral