¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en la solemne celebración de la Vigilia Pascual.
Dios nos bendice…
Vigilia Pascual
(03 de abril de 2021)
(Mc 16, 1-7; Rom 6, 3-11)
Romanos 6, 3-11
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Marcos 16,1-7
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo."
Homilía
Si hemos muerto con Cristo… también viviremos con Él (Rom 6,8). ¿Buscáis a Jesús el Nazareno?… No está aquí. Ha resucitado (Mc 16,6)
San Pablo con su Carta a los Romanos pretende que nosotros nos fijemos en esta idea fundamental: hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él. La resurrección de Jesús es garantía y exigencia a la vez: garantía de que nosotros resucitaremos también, y exigencia de morir al pecado. En nuestro Bautismo hicimos, a través de nuestros padres y padrinos, la promesa solemne de morir al pecado. Necesitamos mantener esta promesa todos los días, si queremos mantenernos resucitados con Él.
San Marcos nos ha narrado el hecho central en nuestra fe, la Resurrección del Señor. Ante las palabras del ángel a las santas mujeres –Ha resucitado. No está aquí-, su asombro inicial dio paso a una inmensa alegría que las impulsó a salir corriendo para anunciárselo al apóstol Pedro. En el camino, precisa san Mateo, se les aparece el propio Jesús, que sencillamente les dice: Alegraos (Mt 28, 9). Sí, la ALEGRÍA y el GOZO constituyen el gran mensaje pascual que debe adentrársenos en el corazón. Pero, y ¿cómo se nos pide que estemos alegres y vivamos contentos, cuando son tantas las penas y dolores causados por la pandemia en que hoy estamos inmersos?
Claro que es difícil entender esta llamada que nos hace el Señor; ciertamente hace falta mucha fe y quizás haya que comenzar pidiéndole: Señor, aumenta mi fe. Entonces, aun con lágrimas en los ojos, podremos experimentar en lo más hondo del corazón la alegría y el gozo que andan juntos con el mismo dolor. Esta alegría y gozo pascual van acompañados por uno de los dones más preciosos: la Paz, una Paz, cuyo dador es el propio Cristo resucitado: la Paz os dejo, mi Paz os doy (Jn 14, 27).
Esa Paz, junto con la Alegría y el Gozo, regalos, todos ellos, del Señor, nadie puede robárnoslos. En el dolor, en la angustia y la desolación, siempre encontraremos un núcleo de seguridad en la Fe que profesamos. La ALEGRÍA, como elemento más visible, nos la garantiza el propio Jesús, al asegurarnos: Y esa alegría vuestra nadie os la quitará (Jn. 16, 22). Nadie ni nada, ni siquiera el sufrimiento más extremo puede arrebatárnosla, ya que llena todo nuestro ser; basta un sencillo mirarnos a nosotros mismos, para darnos cuenta de que aquellos tres dones han constituido, casi siempre, el ambiente de toda nuestra vida nuestra cristiana.
Estamos felices y alegres por habernos dejado conquistar plenamente por ese ambiente que llena esta tarde-noche de la Vigilia Pascual y que nos ha hace entrar en el gran acontecimiento de la Pascua junto con el propio Cristo Jesús. El “sepulcro vacío” es un símbolo elocuente y testigo de la victoria de Cristo sobre la muerte. Los cristianos no seguimos a un muerto, por importante que haya sido su vida. Seguimos a uno que está vivo. El aviso del ángel es una consigna para todas los creyentes en Cristo Jesús: Él ha resucitado… y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os lo había dicho (Mc 16, 6-7).
Por segundo año consecutivo hemos celebrado la Semana Santa, inmersos en la misma pandemia, aunque, al menos este año, en la Vigilia Pascual las puertas de las iglesias se han abierto para que un cincuenta por ciento pudiesen cubrir los bancos semivacíos. Esta noche nosotros tenemos que sentirnos representantes del otro cincuenta por ciento que, por las normas establecidas no han podido participar con nosotros. Con inmenso placer lo hemos hecho nosotros y, sin duda, el Señor resucitado nos ha ayudado a vivir con más energía, alegría, libertad interior, esperanza, dinamismo y entrega solidaria por todos los hermanos que no nos han podido acompañar.
Ello nos ha hecho tomar viva conciencia de que todo cristiano es un testigo; y de que todo testigo ha tenido una experiencia de Jesús; experiencia ésta que tiene su mejor expresión en creer a fondo y vivir la propia fe. En este sentido se ha dicho que todo cristiano es un contemporáneo de Cristo, que debe transmitir su mensaje en calidad de testigo. Y, por tanto, ser testigo es crear misterio en torno a sí mismo, o lo que es lo mismo, hacer que la vida resulte un absurdo si Dios no existiera. En otras palabras, quien repare en ti podrá decirse a sí mismo: yo también quiero creer como tú.
Aquellos dos discípulos de Jesús que caminaban tristes en la tarde del domingo sin saber que Cristo ya había resucitado, terminaron reconociéndolo en la mesa, al compartir el Pan. Gesto que el Señor ha querido que se repita al celebrar la Eucaristía. Compartir el Pan Eucarístico ha de llevar siempre a compartir el pan de la vida con los hermanos. Sólo queda, pues, que el encuentro con Cristo resucitado nos lleve a traducir en obras los compromisos que hemos descubierto a lo largo de esta Celebración.
Teófilo Viñas, O.S.A.
Comunidad Agustiniana
Real Monasterio de S.L. de El Escorial
sábado, 3 de abril de 2021
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él
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