martes, 22 de agosto de 2023

Que se cumpla en mí, lo que has dicho

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario, Memoria Obligatoria de Santa María, Reina.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro del profeta Isaías       9, 1-6

 

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.

Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.

Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 112, 1-2. 3-4.5-6. 7-8 (R.: cf. 2)

 

R.      Bendito sea el nombre del Señor para siempre.

 

Alaben, servidores del Señor,

alaben el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,

desde ahora y para siempre.  R.

 

Desde la salida del sol hasta su ocaso,

sea alabado el nombre del Señor.

El Señor está sobre todas las naciones,

su gloria se eleva sobre el cielo.  R.

 

¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,

que tiene su morada en las alturas,

y se inclina para contemplar

el cielo y la tierra?  R.

 

Él levanta del polvo al desvalido,

alza al pobre de su miseria,

para hacerlo sentar entre los nobles,

entre los nobles de su pueblo.  R.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas          1, 26-38

 

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada 

Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: « ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.»

María dijo al Ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?»

El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.»

María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.» Y el Ángel se alejó.

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • Pío XII en 1954, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al coronar a la Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión el Papa también promulgó el documento principal del Magisterio acerca de la dignidad y realeza de María, la Encíclica Ad coeli Reginam (Oct 11, 1954).
  • El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre invocó a María como Reina,  la Madre del «Rey de reyes y Señor de señores».  Padres y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y esta convicción ha aparecido en  expresiones de arte, en la catequesis y en la liturgia.
  • Al ser Madre de Dios, María fue colmada por Él con todas las gracias. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa, como Madre cariñosa, asociada como en la obra redentora y en la consiguiente mediación y distribución de las gracias. 
  • El Concilio, después de recordar la Asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap. 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen Gentium, 59).
  • A partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Efeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.
  • El evangelista Lucas reflexiona sobre la vocación de María y nos muestra en ella aquella que supo escuchar la buena noticia y la llevó en su vientre. Por este motivo, pudo discernir en medio de las dificultades humanas el paso de Dios. María atesoraba en su corazón la esperanza que el pueblo pobre tenía depositada en el Señor. Su vida sencilla, atravesada por la promesa y la palabra del Señor, la prepararon para acompañar al hombre destinado por Dios para ser el Mesías y Señor.
  • La  iglesia al proclamarla como «Reina» reconoce en ella el camino del discípulo o discípula. El reinado de María, como el de su Hijo, es el servicio generoso y desinteresado para los demás. Ella es reina porque primero dejó que Dios reinara en su corazón y convirtiera su vientre en el arca divina de la esperanza humana.
  • “El título de Reina no sustituye al de Madre: su realeza sigue siendo un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le ha sido conferido para llevar a cabo esta misión. (…) Los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es madre en el orden de la gracia».  ”La Asunción favorece la plena comunión de María no sólo con Cristo, sino con cada uno de nosotros. Ella está junto a nosotros porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. (…). Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida». San Juan Pablo II

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Recurro con confianza  a la intercesión poderosa de la Virgen?
  • ¿Reconozco que su reinado, al igual que el de su hijo, se realiza en el servicio?
  • ¿Su ejemplo de entrega me estimula en el camino de fe?

 

REPITAMOS  A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Tú has multiplicado mi alegría

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

 

Vicaría de Pastoral