¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes en que celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Dan 7,9-10.13-14):
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un
anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana
limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso
de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a
sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la
visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se
acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos
los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa,
su reino no tendrá fin.
O bien (Ap 12,7-12): En el cielo se trabó una gran batalla: Miguel y sus
ángeles pelearon contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon ferozmente,
pero fueron vencidos y arrojados del cielo para siempre. Así, el dragón, que es
la antigua serpiente, la que se llama Diablo y Satanás, la que engaña al mundo
entero, fue precipitado a la tierra, junto con sus ángeles. Entonces yo, Juan,
oí en el cielo una voz poderosa, que decía: «Ha sonado la hora de la victoria
de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías,
porque ha sido reducido a la impotencia el que de día y de noche acusaba a
nuestros hermanos, delante de Dios. Pero ellos lo han vencido por medio de la
sangre del Cordero y por el testimonio que dieron, pues su amor a la vida no
les impidió aceptar la muerte. Por eso, alégrense los cielos y todos los que en
ellos habitan».
Salmo responsorial: 137
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los
ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa
supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi
alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu
boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.
Versículo antes del Evangelio (Sal 102,21):
Aleluya. Que bendigan al Señor todos sus ejércitos, servidores fieles que cumplen su voluntad. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 1,47-51):
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Comentario
Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús
manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación
que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban
perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su
servicio.
«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien
dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia
(Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera
que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le
comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la
presencia activa de los ángeles.
Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las
vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el
Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que
cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es
decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes
misiones.
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del
Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha
contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia,
así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles
cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el
mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura
finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de
los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda.
Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el
Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan
gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y,
en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que
los envía para nuestro bien.
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)
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