¡Amor y paz!
Es muy significativo el
episodio reiterado de la serie cómica mexicana ‘El Chavo del 8’ en que doña
Florinda aconseja a su hijo Quiko: ‘¡No te metas con esa chusma! Aquí, entendida
la ‘chusma’, como la gente vulgar y despreciable. Pues Jesús sí vino a ‘juntarse
con esa chusma’, con la gente menos querida, la más criticada por los ‘buenos’
de entonces.
Y así nos lo plantea el
evangelio hoy, cuando Jesús le dice al publicano Zaqueo: “Baja pronto, porque
hoy tengo que alojarme en tu casa". ¡Horror de horrores! ¿Qué dirían los ‘puros’
y ‘santos’ de la época del Señor? Las
murmuraciones no se hicieron esperar: “Se ha ido a alojar en casa de un
pecador". A lo que el Hijo de Dios responde con el título de esta
nota.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXXIII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Comentario
a) Lucas es el único
evangelista que nos cuenta la famosa escena de la conversión de Zaqueo. Es, en
verdad, el evangelista de la misericordia y del perdón.
Como publicano -recaudador
de impuestos, y además para la potencia ocupante, los romanos-, Zaqueo era
despreciado y sus negocios debieron ser un tanto dudosos ("si de alguno me
he aprovechado, le restituiré cuatro veces más"). Pero Jesús, con
elegancia, se hace invitar a su casa y consigue lo que quería, lo que había
venido a hacer a este mundo: "hoy ha sido la salvación de esta casa, porque
el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Los demás excomulgan a Zaqueo. Jesús va a comer con él.
La de cosas que sucedieron
en aquella sobremesa. Si ayer Jesús devolvió la vista a un ciego, hoy devuelve
la paz a una persona de vida complicada.
b) ¿Cómo actuamos nosotros
en casos semejantes? ¿Como Jesús, que no tiene inconveniente en ir a comer a
casa de Zaqueo, o como los fariseos, que murmuraban porque "ha entrado en
casa de un pecador"?
Deberíamos ser capaces de
conceder un margen de confianza a todos, como hacía Jesús. Deberíamos hacer
fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su
vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen
muchas veces valores interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura",
como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a
Jesús", y pueden llegar a ser auténticos "hijos de Abrahán".
¿Nos alegramos del
acercamiento de los alejados? ¿Tenemos corazón de buen pastor, que celebra la
vuelta de la oveja o del hijo pródigo? ¿O nos encastillamos en la justicia,
como el hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de
los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que
estaba perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie?
"Hoy voy a comer en
tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que
celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor,
debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia nuestra
actitud con los demás.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 295-298
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 295-298