domingo, 31 de marzo de 2013

“¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?”

¡Amor y paz!

Hoy celebramos la Pascua, "la fiesta de las fiestas", porque es el día de la resurrección del Señor. Por esto, hoy, cielos y tierra cantan el aleluya, expresión de alegría que significa "alabad al Señor", antiguo grito de alabanza litúrgica heredado del culto israelítico.

Celebramos hoy -después de escuchar esta pasada noche el anuncio pascual- el hecho central de nuestra fe: que Cristo, tal como decimos en el Símbolo de la fe, después de su crucifixión, muerte y sepultura, "resucitó al tercer día" (mercaba.org).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,1-9. 
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.  
Comentario

La revista de Teología Pastoral Sal Terrae, publicó, en noviembre de 2002, un artículo de un famoso jesuita español con un título muy sugerente: «Locos de alegría, abandonar a toda prisa los sepulcros» (Mt 28, 8). El subtítulo explica algo más lo que José María Fernández-Martos, S.J. quiso tratar allí: “Trabajándose el optimismo y acogiendo la alegría verdadera”. Transcribo los dos primeros párrafos de este excelente artículo:

“La alegría no es barata. El optimismo tampoco. Ambos se construyen ladrillo a ladrillo. La alegría anda asediada por una oleada gigante de malas noticias globales y, lo que es peor, por una epidemia de pesimismo. La chispa de Coca Cola no vale. Es necesario trabajarse una recia alegría, un combatiente optimismo que sepa defenderse como se defienden las trincheras. Recostarse aplatanadamente sobre los muros de una Iglesia de la que sólo se oyen quejidos, no da para la alegría de la que aquí hablo. (...)”.

“Es verdad que hay mucho sufrimiento, que hasta el lenguaje sabe a pólvora y que el hambre es azote de media Humanidad; pero también lo es que la hierba sigue creciendo de noche. A Teresa de Ávila le llegaron nuevas de la catástrofe de la Iglesia con la irrupción primera del Protestantismo. Nada de gestos de espanto y derrota. ¿Qué hacer?: «... determiné hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda perfección que yo pudiese y procurar que estas otras poquitas que están aquí hiciesen lo mismo»”.

Después de esta introducción, el autor completa el diagnóstico de nuestra sociedad, salpicada, como nunca antes, por síntomas depresivos. Pero no se queda allí. Luego va proponiendo alternativas para trabajase el optimismo, basado en Martín E.P. Seligman, el más reconocido especialista en educación para el optimismo. Deja de lado los aportes de los movimientos de la autoestima o el fomento de los sentimientos positivos, que centran su atención en una especie de «Me gusto, luego existo». Este movimiento terminó siendo una modalidad refinada de narcisismo barato...

El Evangelio de hoy nos cuenta cómo algunas mujeres regresaron al sepulcro, muy temprano, el primer día de la semana. Ellas iban a buscar el cuerpo sin vida de su Maestro, pero lo que encontraron fue una pregunta que les cambió la vida: “¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?” Muchas veces, nosotros, como aquellas mujeres, en lugar de levantar nuestra mirada hacia lo que nos propone el Dios de la vida, nos quedamos mirando hacia atrás, hacia nuestros propios sepulcros. Hoy, Dios vuelve a repetirnos: “No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaban en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría”.

El artículo citado, termina así: “(...) aquella inmersión que nos vinculaba a su muerte nos sepultó con él para que empezáramos una vida nueva con una resurrección semejante a la suya (Cf. Rm 6,4-5). «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares [porque] el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 126,2-3)”.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

domingo, 24 de marzo de 2013

¿Mucha sangre y poco Cristo?

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

Este blog dejará de ser actualizado diariamente durante el período de la Semana Santa y volverá a normalizarse el Lunes de Pascua.

Dios los bendiga…

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22,14-23,56.

C. [Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:
+ -He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo:
+ -Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias; lo partió y y se lo dio diciendo:
+ -Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:
+ -Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ -Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
+ -Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaron como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague.
Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. El le contestó:
S. -Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a, la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
+ -Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
+ -Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Contestaron:
S. -Nada:
C. El añadió:
+ -Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito : «fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C: Ellos dijeron:
S. -Señor, aquí hay dos espadas.
C. El les contestó:
+ -Basta.
C. Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
-Orad, para no caer en la tentación.
C. El se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo:
+ -Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+ -¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ -Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. -Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+ -Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ -¿Habéis salido con espadas y palos a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo:
S. -También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S. -No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. -Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
S. -Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. -Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
S. -Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. -Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C: Y proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. -Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. El les contestó:
+ -Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto no me vais a responder.
Desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S. -Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. El les contestó:
+ -Vosotros lo decís, yo lo soy.
C: Ellos dijeron:
S. -¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.]
C. El senado del pueblo o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. -Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. -¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El le contestó:
+ -Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:
S. -No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:
S. -Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C, Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro.
Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S. -Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:
S. -¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. -¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. El les dijo por tercera vez:
S. -Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él. ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, qué volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ -Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ -Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas diciendo:
S. -A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. -Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. -¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro le increpaba:
S. -¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
C. Y decía:
S. -Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
C. Jesús le respondió:
+ -Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ -Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
S. -Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
[Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.]

Comentario

 “En el Evangelio de Lucas leemos lo siguiente: ‘Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro... Y Pedro, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente”.

Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con El, cantaba sus alabanzas, le daba gracias... Pero siempre tuve la incómoda sensación de que El deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba la mirada cuando sentía que El me estaba mirando. Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que El deseaba de mí. Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: «Te quiero». Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: «Te quiero». Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré”.

Esta reflexión que nos presenta el famoso jesuita Anthony de Mello, nos invita a fijarnos en dos versículos de la pasión del Señor Jesucristo según san Lucas, que la Iglesia nos propone para el domingo de Ramos este año. Seguramente, más de una vez hemos vivido momentos como los que se describen aquí y hemos sentido la mirada del Señor que no reclama, ni pide nada... sólo nos expresa su amor incondicional. La pasión del Señor nos muestra el amor que llega hasta el extremo. No es un amor que echa en cara el sufrimiento padecido. No es un amor condicionado a nuestra respuesta. El amor con el que Jesús nos ama en su pasión es incondicional, y deja siempre abierta la invitación a trabajar con él y como él, para que no haya crucificados en este mundo. Pero es un invitación libre para personas libres, y no una imposición.
El jesuita chileno, Jorge Costadoat, S.J., envió hace un tiempo una reflexión que tituló ¿Mucha sangre y poco Cristo? En ella hace algunos comentarios sobre la película de Mel Gibson, La Pasión de Jesucristo. Afirma que “hasta el año 1000 aproximadamente, predominó en la Iglesia la teología de los padres griegos que subrayaba la importancia del don de Dios mismo en Cristo crucificado. Para colaborar en su salvación, los hombres debían creer que, al entregarse Dios en la cruz por ellos, los amaba y salvaba libre y gratuitamente. Pero desde san Anselmo en adelante, la teología latina giró en contrario: la salvación Dios la otorga gracias a la satisfacción que Cristo crucificado le ofrece en representación de quienes no pueden, siendo pecadores, reparar la ofensa de su honor divino. En lo sucesivo se desarrollaron teologías que, llevando al extremo la importancia de la entrega del hombre Jesús, terminaron por menoscabar la gratuidad del sacrificio y de la salvación cristiana”.

Tal vez hemos menoscabado la gratuidad del amor de Dios manifestado en Jesús. Por eso, cuando el Señor nos mira, sentimos su reclamo por nuestras negaciones y traiciones. Sin embargo, lo único que dicen sus ojos es lo que vio Pedro en ellos: «Te quiero».

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 23 de marzo de 2013

Deciden la muerte de Jesús

¡Amor y paz!

En una sesión del sanedrín, se decide la muerte de Jesús. San Juan extrae su vocabulario de los salmos de los pobres y de los justos perseguidos, y da a la declaración de Caifás una dimensión que no poseía, descubriendo en ella el anuncio de la eficacia universal del sacrificio de Cristo. Esta escena evangélica nos pone en disposición de iniciar mañana el camino de la Semana Santa (Misa Dominical 1990/07).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la V Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 11,45-57.
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.
Comentario

Puesto que Dios nos ha amado hasta entregarnos a su Hijo...

-Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron consejo contra Jesús
El gran Sanedrín convoca consejo. La decisión se va precisando. Vamos a ver el desarrollo de la reunión y de sus deliberaciones.

-¿Qué hacemos? Si le dejamos así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación...
Es por una razón seria que te condenan: por razón religiosa y por razón de Estado.
¡Hay intereses graves en todo este juego! Mas también reconocen la gran atracción que
Tú provocas: "todos creerán en El."

-Caifás, sumo sacerdote, dijo: "Conviene que muera un solo hombre por todo el pueblo...
A fin de evitar que perezca toda la nación.
Sorprendente sustitución: Tú solo, en el lugar de todos.
Por su parte es un horrible cálculo interesado, para salir ellos ilesos del asunto. Pero no creían haber estado tan acertados. Porque ¡ésta es la verdad!

-No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel ano, profetizó...
Caifás imaginaba haber acertado a decir una palabra inteligente humanamente. De hecho, sin él saberlo, cumplía así el plan de Dios.
Me pasa a menudo no ver muy claro en mi propia vida.
Hazme, Señor, un instrumento d tus proyectos, aunque yo no lo vea.

-Jesús había de morir por la nación, y no sólo por la nación, sino para reunirse en la unidad todos los hijos de Dios que están dispersos.
Ayúdame, Señor, a meditar detenidamente esta palabra.
Según san Juan, este es el secreto de tu muerte. Por ello has ofrecido tu vida. Es una de tus intenciones más profundas.
He ahí el fin, el objetivo que Tú buscabas: "reunir todos los hombres en la unidad".

Hacer que se amen los hombres divididos entre sí. Acercar a los antagonistas, no solamente a los de tu raza, sino hasta todos los extremos de la tierra. "Porque todos son hijos del mismo Padre." No es una visión política, ni simplemente humana la que te guía. Es algo mucho más profundo que cualquier humanitarismo o solidaridad natural. Es también el secreto de cada una de las misas.

"He aquí mi Cuerpo entregado. He aquí mi Sangre derramada". Jesús se da para enrolar en su movimiento de amor a toda la humanidad. "Humildemente, te suplicamos, que participando al Cuerpo y a la Sangre de Cristo, seamos reunidos en un solo cuerpo".

La fraternidad universal de la familia humana -familia de Dios- es un don del Padre, que la sangre de Jesús nos ha merecido. La humanidad desgarrada de hoy tiene siempre la misma necesidad de sacrificio. Racismos. Oposiciones. Luchas y violencia. La humanidad es un gran cuerpo descuartizado. Cristo ha dado su vida para que, en El, la humanidad llegue a ser un Cuerpo único.
¿Y yo? ¿Trabajo en esa gran obra de Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 164 s.

viernes, 22 de marzo de 2013

“Queremos apedrearte porque, siendo hombre, te haces Dios”


¡Amor y paz!

El evangelio nos presenta hoy una discusión entre Jesús y los judíos. El Señor les pregunta por cuál de las obras buenas que realiza es que ellos buscan apedrearlo a lo que ellos responden que no lo quieren apedrear por ninguna obra buena sino porque blasfema ya que, siendo hombre, se hace Dios.

Jesús les hace ver que si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra, cómo va a ser blasfemo él que fue enviado y hace las obras de su Padre. ¿Reconocemos en Jesús al Hijo de Dios?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la V semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,31-42.
Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?". Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios". Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre". Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en él. 
Comentario

Jesús no pretende llamarse Hijo de Dios; Él es Hijo de Dios no por sí mismo, sino porque todo lo que Él es lo ha recibido del Padre. ¿Cómo negar esa realidad? Si alguien no lo acepta así es más digno de lapidación que Aquel que, no sólo con sus palabras sino también con sus obras, está dando a conocer su propia esencia divina. Si Él negara lo que siempre ha sido sería un mentiroso. La Palabra dirigida a los Jueces del Antiguo Testamento hace que Dios los llame "dioses", y la Palabra de Dios no puede anularse al respecto. Ellos son de origen humano, santificados por la Palabra que se pronunció sobre ellos. Pero Jesús es la Palabra misma, enviada al mundo; es Dios entre nosotros que ha plantado su tienda de campaña en medio de la nuestra para hacernos también a nosotros hijos de Dios. ¿Lo recibiremos o también lo rechazaremos para continuar en nuestras tinieblas de maldad y de muerte?

La celebración de la Eucaristía nos une a Aquel que el Padre Dios consagró, reservó para sí mismo, y envió al mundo para santificarlo, es decir, para reservarlo para Sí mismo. Consagrado al Padre, Jesús, amorosamente fiel a su voluntad, entrega su vida por nosotros para que seamos santos como Él es Santo. El Memorial de la Pascua de Cristo no sólo actualiza ese Misterio del amor de Dios por nosotros, sino que nos compromete para que también nosotros vivamos consagrados a Dios en favor del mundo. Reconocemos que somos pecadores, y que muchas veces también nosotros hemos cerrado nuestro corazón a la presencia de Dios. Sin embargo ahora, ante Él, estamos dispuestos a vivir en el mundo sin ser del mundo, y a trabajar para que todas las cosas encuentren en Cristo su plenitud. El Señor nos consagra y nos envía como testigos suyos para que su Iglesia sea, en nuestros tiempos, la Palabra que Dios sigue pronunciando para la salvación de todos.

El camino de la entrega de Cristo es el mismo camino de la entrega de su Iglesia. A través de ella se continúa la presencia salvadora de Dios en el mundo. Esta es nuestra gran responsabilidad. No estamos llamados para sentarnos en tronos de gloria y dedicarnos a recibir honores de los demás. Nuestra vocación mira a entregar nuestra vida para que los pecadores vuelvan a Dios, y para que vivamos como hermanos en torno a nuestro único Dios y Padre. Consagrados a Dios, separados para Él, no vivimos fuera del mundo sino en él, debiendo ser un auténtico fermento de santidad en el mundo. No amemos sólo de palabra, sino en verdad y con las obras. No nos llamemos hijos de Dios; demostremos que lo somos porque todo lo que hagamos sea el mejor lenguaje con el que demos a conocer la realidad que no podemos negar: nuestro ser de hijos de Dios, no por nosotros mismos, sino porque todo lo que somos es porque también lo hemos recibido del Padre, gracias a nuestra fe y a nuestra unión a Cristo Jesús, su Hijo amado. Estando a un paso de celebrar la Pascua abramos nuestro corazón al amor infinito de Dios para que, perdonados de toda culpa, podamos ser un signo creíble de su amor en medio de nuestros hermanos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de acoger a Cristo en nuestra vida. Sólo mediante Él se podrá hacer realidad la santidad de vida en nosotros. Permaneciendo en Él seamos los primeros en trabajar por la paz, y por una convivencia más fraterna basada en el amor que procede de Dios. Amén.

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jueves, 21 de marzo de 2013

'El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás': Jesús


¡Amor y paz!

En la sociedad de lo desechable, todo parece ser susceptible de cambio. Como que nada permanece. Antes lo único que se cambiaba fácilmente eran los bombillos y las cuchillas de afeitar. Hoy, casi todo: el nombre o el apellido, el color de la piel, el cónyuge, la nacionalidad, la religión, el partido político y… un largo etcétera. Cualquiera cambia de opinión ante un discurso bien contado y novedoso. Todo se torna relativo.

También se ha perdido en nuestra época el valor de la palabra empeñada. Antes bastaba que alguien diera su palabra para establecer una especie de contrato que garantizaba que lo prometido sería cumplido, sin necesidad de un documento escrito. Pero muchos logran burlar o desconocer también incluso lo pactado mediante escritos. Estamos en el reinado del relativismo y la postración de la fidelidad.

¿Qué tiene que ver esto con el evangelio de hoy? Todo. Jesús asegura que quien sea fiel a su palabra no morirá jamás.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la V semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 8,51-59. 
Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás". Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: 'El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás'. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?". Jesús respondió: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman 'nuestro Dios', y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: 'No lo conozco', sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría". Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?". Jesús respondió: "Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy". Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.
Comentario

Uno de los grandes problemas de nuestro mundo moderno es la falta de fidelidad. Con una facilidad asombrosa nos cambiamos de marca, de automóvil, de trabajo, etc. Esto se extiende a la vida matrimonial en donde, muchas parejas (incluso cristianas) desde el momento de su matrimonio ya consideran la posibilidad del divorcio olvidándose de las promesas ante al altar.

Igualmente, muchos hermanos, con facilidad se dejan conducir por doctrinas extrañas olvidándose de las promesas bautismales y del credo que durante años han recitado en la Eucaristía. Y es que ser fiel no es fácil, implica en ocasiones arriesgarlo todo.

Ser fiel a la palabra de Dios, sobre todo en cuestiones sociales, en nuestro testimonio diario, o en la vida matrimonial puede implicarlo todo… incluso la misma vida, como en el caso de Jesús. Si algo se valora de un servidor es que éste sea “fiel”, que sea capaz de sostener la palabra dada aun a costa de la propia vida. Para ellos, para los que han sido fieles, Jesús promete la vida que no acaba Jamás. Preparémonos para reafirmar nuestras promesas bautismales en la vigilia de Pascua.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro