¡Amor y paz!
Jesús previene a sus
seguidores del peligro de los falsos profetas, los que se acercan «con piel de
oveja, pero por dentro son lobos rapaces».
Les da una consigna: «por
sus frutos los conoceréis». La comparación es muy expresiva: un árbol puede ser
muy bonito en su forma y en sus hojas y flores, pero si no da buenos frutos, no
vale. Ya se puede cortar y que sirva para leña (José Aldazábal).
Precisamente, el Papa
Francisco nos aconseja, a ministros ordenados, religiosos y a laicos, cómo ser
los profetas de hoy. Él le da mucha importancia al acompañamiento y dentro de este
proceso a la escucha.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la duodécima
semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 7,15-20.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Comentario
En una civilización
paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de
la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia
necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro
cuantas veces sea necesario.
En este mundo los ministros ordenados y los demás
agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana
de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos
—sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que
todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro
(cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de
proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo
tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana…
Más
que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de
acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad
de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre
todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el
rebaño.
Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo
primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace
posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual.
La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos
desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta
escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino
crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder
plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha
sembrado en la propia vida.
Papa
Francisco
Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium / La alegría del Evangelio” §169, 171 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium / La alegría del Evangelio” §169, 171 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
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