¡Amor y paz!
Vivimos afanados por muchas cosas, y una sola es
necesaria (Lc 10,41s): realizar en nosotros la vocación a la que el Padre nos
llama. Y para ello necesitamos iluminar nuestras vidas con la luz del
evangelio, que es una profecía: revela lo que está pasando y pasará siempre.
Debemos leerlo a la luz de nuestra experiencia
personal, pensando que todo lo que en él se cuenta pasa también en nuestra
vida; que todo lo que les sucedió a los primeros testigos, nos sucede
igualmente a nosotros; que los evangelios no han hecho más que traducir al
lenguaje de su tiempo una experiencia que nos es común.
Dios camina con nosotros, vive en nuestra historia,
está presente dondequiera que estemos, vive en nosotros, ama con nosotros. Toda
nuestra vida está entretejida de llamadas de Dios y de respuestas o evasivas
nuestras, llena de "ángeles", de mensajeros. Todas esas llamadas
divinas a lo largo de la historia han sido "promesas" que en la mano
de los hombres estuvo que se convirtieran en realidad (Francisco Bartolomé
González).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este Cuarto Domingo de Adviento.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Lucas 1,26-38.
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.
Comentario
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban
conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía:
«A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para
servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el
mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas,
alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero,
por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran
monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando
la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el
tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos
sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre
que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un
pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche...
El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador
que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El
tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron
ajusticiados varios hombres...
Dice san Lucas, que cuando María recibió el anuncio
del ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría
aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del
favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder
esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: –El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el
niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta
Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no
podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada
imposible”. La respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que
seguramente no entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del
Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho”.
No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se
acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto,
tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero
el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar
nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que
encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir
por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.
Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad;
que nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran
palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas
al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.
Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa
embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito
para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un
gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos
mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo...
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad
de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá