martes, 7 de diciembre de 2010

El más "pequeño" es importante a los ojos de Dios

¡Amor y paz!

Dios es representado hoy en el Evangelio como el buen pastor, una figura escogida por los autores bíblicos para expresar el amor del Padre. Un sentimiento que el Señor prodiga especialmente al pobre, al desvalido, al humilde.

Cabe preguntarnos cuál es nuestra actitud con los más ‘pequeños’ que Dios Padre nos ha dado como hermanos. Cómo es, también, nuestro comportamiento con quienes detentan el poder y hacen gala de su dinero, su conocimiento y sus bienes de fortuna. ¿Menospreciamos e ignoramos a los unos y no escatimamos halagos para los otros? 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la II Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 18,12-14.

¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

Comentario

Jesús hace un retrato del «Padre del cielo», y lo describe como Pastor con un corazón bueno, comprensivo, que va en busca de la oveja descarriada y se llena de alegría cuando la encuentra. «No quiere que se pierda ni uno de estos pequeños».

Es un retrato que más que con palabras ha manifestado Jesús con su propia vida. A imitación de su Padre, él se preocupa de todas las ovejas, de modo especial por las más débiles, las que se escapan del redil y corren peligros. No las abandona, las busca, las acoge, las perdona, las devuelve a la seguridad. Es en verdad el Buen Pastor.

Si el Padre es rico en misericordia, Cristo aparece también en las páginas del evangelio como comprensivo, misericordioso, benigno con los pecadores, dispuesto siempre a perdonar. A los dos discípulos «extraviados» que abandonan la comunidad de Jerusalén y, desanimados, se quieren refugiar en su casa de Emaús, el Resucitado les sale al encuentro, los recupera pacientemente y les envía de nuevo a la comunidad. Siempre Buen Pastor. No ha venido a condenar. sino a salvar.

a) A los primeros a quien Cristo Jesús quiere salvar en este Adviento es a nosotros mismos. Tal vez no seremos ovejas muy descarriadas, pero puede ser que tampoco estemos en un momento demasiado fervoroso en nuestro seguimiento del Pastor. Todos somos débiles y a veces nos distraemos del camino recto.

Cristo Jesús nos busca y nos espera. No sólo a los grandes pecadores y a los alejados, sino a nosotros, los cristianos que le seguimos con un ritmo más intenso, pero que también necesitamos el estímulo de estas llamadas y de la gracia de su amor. Somos nosotros mismos los invitados a confiar en Dios, a celebrar su perdón, a aprovechar la gracia de la Navidad. El que está en actitud de Adviento -espera, búsqueda- es Dios para con nosotros. Y se alegrará inmensamente si volvemos a él.

b) Pero la Sagrada Escritura también nos enseña a mejorar nuestra actitud para con los demás. ¿Ayudamos a otros a volver del destierro o del alejamiento a la cercanía de Dios? ¿Estamos siendo en este Adviento, ya en su segunda semana, mensajeros de la Buena Nueva para con otros y pastores ayudantes del Buen Pastor? ¿Sabemos respetar a los demás, esperarlos, buscarlos, ser comprensivos para con ellos, y ayudarles a encontrar el sentido de su vida? ¿Tenemos corazón acogedor para con todos, aunque nos parezcan poco preparados, incluso alejados, como lo tiene Dios para con nosotros, que tampoco somos un prodigio de santidad?

Tal vez depende de nuestra actitud el que para algunas personas esta Navidad sea un reencuentro con Dios. Y no por nuestros discursos, sino por nuestra cercanía y acogida.

Acogiendo el mensaje del Evangelio, podemos ser heraldos de esperanza en medio de un mundo que no abunda precisamente en noticias buenas. Empezando por nuestra propia familia o comunidad.

c) En cada Eucaristía viene Cristo Jesús a nosotros. En la comunidad: «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio»; en la Palabra que nos dirige: él mismo es la Palabra viviente de Dios que se nos da; en la Eucaristía de su Cuerpo y su Sangre, que son alimento de vida eterna. Ahí está condensada la razón de ser de nuestra confianza y de nuestra actuación misionera durante la jornada.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs. 37-39