¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, cuando celebramos la fiesta de los santos apóstoles Simón y Judas.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Ef 2,19-22):
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo responsorial: 18
R/. A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento
pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la
noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra
alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Versículo antes del Evangelio ((---)):
Aleluya. Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 6,12-19):
En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó
la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y
eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien
llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a
Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de
Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de
discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y
de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos
quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una
fuerza que sanaba a todos.
Comentario
Hoy contemplamos un día entero de la vida de Jesús. Una
vida que tiene dos claras vertientes: la oración y la acción. Si la vida del
cristiano ha de imitar la vida de Jesús, no podemos prescindir de ambas
dimensiones. Todos los cristianos, incluso aquellos que se han consagrado a la
vida contemplativa, hemos de dedicar unos momentos a la oración y otros a la
acción, aunque varíe el tiempo que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y
las monjas de clausura dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como
contrapartida, los que somos más “seculares”, si deseamos imitar a Jesús, no
deberíamos movernos en una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos
enseña san Jerónimo: «Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre, (…)
conviene que destinemos unas horas determinadas a este ejercicio».
¿Es que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos
dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta
qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre
semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo
consideremos más cercano, su “práctica” de oración será un ejemplo evidente
para nosotros.
Asegurada ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento
de hoy, lo vemos “organizando la Iglesia”, es decir, escogiendo a los que serán
los futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo.
«Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a
los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). Después lo encontramos curando toda
clase de enfermedad. «Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una
fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para que nuestra
identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también de nosotros
salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si estamos
injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).
Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas (Barcelona, España)
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