¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este viernes de la 4ª. Semana de Cuaresma.
Dios nos bendice...
Evangelio según San
Juan 7,1-2.10.25-30.
Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
Comentario
1. El fastidio que causa el bien
1.1 ¿No debería ser al contrario? ¿No debería ser
el mal lo que causara fastidio y fuera repelido, mientras el bien es acogido y
justamente alabado? Sin embargo, las lecturas de hoy nos invitan a encarar una
dura realidad: el bien y los buenos resultan fastidiosos para un mundo lleno de
pactos y alianzas con la maldad. Una vez que el mal se ha vuelto un buen
negocio y una forma de vida que reporta los dividendos del placer y el lucro,
la bondad sólo tiene un nombre: estorbo.
1.2 Es tan grande la ilusión de fortaleza que crean
las alianzas del mal que los malvados miran con cínico escepticismo los
esfuerzos del que quiere ser bueno, y por ello disfrutan del morboso placer de
preguntarse en qué parará toda esa virtud si es puesta a prueba. Su mente
burlona y cruel necesita asegurarse de que no hay otra posibilidad ni otro
camino que aliarse con el mal y por eso les parece imperioso aplastar al que no
va por el camino que ellos juzgan único posible.
1.3 Y así brotan, en borbotones de sevicia, sus
palabras: "Veamos si es verdad lo que dice, comprobemos cómo le va al
final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá y lo librará de las
manos de sus adversarios. Probémoslo con ofensas y tortura: así veremos hasta
dónde llega su paciencia y comprobaremos su resistencia. Condenémoslo a una
muerte deshonrosa, pues, según dice, Dios lo librará". ¡Dios! Cómo
quisiéramos que estas palabras existieran sólo en los libros de terror y no que
fueran, como son, el duro crisol por el que tantas almas buenas han de pasar!
2. Jesús perseguido
2.1 Jesucristo es el alma buena por excelencia. Él
es la expresión misma de la bondad. Según lo dicho más arriba, esto sólo puede
traer una consecuencia: para los ojos aviesos del mundo nadie tan fastidioso
como Cristo, nadie que "merezca" tanto ser perseguido, torturado,
excluido, asesinado.
2.2 Los enemigos del Señor creen que conocen y
entienden todo sobre Él: "éste sabemos de dónde es...", leemos en el
texto de hoy. ¡Oh, qué peligro y fatal trampa envuelven estas expresiones de
vano orgullo! Cristo no dejó sin corregirlas: "¿De manera que me conocen y
saben de dónde soy? Sin embargo, yo no he venido por mi propia cuenta, sino que
he sido enviado por el que dice la verdad, y a quien ustedes no conocen".
Corrigió la mentira por guardar el honor debido a la verdad, por una parte, y
por salvar al mentiroso de su propio engaño, por otra.
2.3 Ante estas horas oscuras, que ya nos dejan
sentir el escalofrío de la traición y el vocerío de la muerte, ¿qué diremos?,
¿qué podemos aprender? Podemos aprender que hubo y hay Uno que entró en los
dominios cenagosos de la muerte para rescatar a los que estábamos muertos.
Podemos aprender que su amor no fue detenido ni por el miedo, ni por la
traición, ni por la crueldad, ni por la burla, ni por la muerte misma. Podemos
aprender que hemos sido amados sin merecerlo, pero amados hasta el extremo. Y
podemos aprender a dar gracias y bendecir al que nos ha salvado pagando tan
alto precio, mientras le suplicamos la gracia de resistir cuando llegue la hora
de la prueba.
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