¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 22 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice
1ª Lectura (1Cor 4,6b-15):
Hermanos: Aprended de Apolo y de mí a jugar limpio y no
os engriáis el uno contra el otro. A ver, ¿quién te hace tan importante?
¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto
orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?
Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin
nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a
nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a
muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros, unos
locos por Cristo, vosotros, ¡qué cristianos tan sensatos! Nosotros débiles,
vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos
pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio,
nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les
deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos
con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la
humanidad, y así hasta el día de hoy.
No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os
quiero como a hijos; ahora que sois cristianos tendréis mil tutores, pero
padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado
para Cristo Jesús.
Salmo responsorial: 144
R/. El Señor está cerca de los que le invocan.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en
todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo
invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor
guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
Versículo antes del Evangelio (Jn 14,6):
Aleluya. Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre, si no es por mí, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 6,1-5):
Sucedió que Jesús cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos. Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?». Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?». Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado».
Comentario
Hoy, ante la acusación de los fariseos, Jesús explica el
sentido correcto del descanso sabático, invocando un ejemplo del Antiguo
Testamento (cf. Dt 23,26): «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, (...),
y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los
sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?» (Lc 6,3-4).
La conducta de David anticipó la doctrina que Cristo enseña en este pasaje. Ya
en el Antiguo Testamento, Dios había establecido un orden en los preceptos de la
Ley, de modo que los de menor rango ceden ante los principales.
A la luz de esto, se explica que un precepto ceremonial (como el que
comentamos) cediese ante un precepto de ley natural. Igualmente, el precepto
del sábado no está por encima de las necesidades elementales de subsistencia.
En este pasaje, Cristo enseña cuál era el sentido de la institución divina del
sábado: Dios lo había instituido en bien del hombre, para que pudiera descansar
y dedicarse con paz y alegría al culto divino. La interpretación de los
fariseos había convertido este día en ocasión de angustia y preocupación a
causa de la multitud de prescripciones y prohibiciones.
El sábado había sido hecho no sólo para que el hombre descansara, sino también
para que diera gloria a Dios: éste es el auténtico sentido de la expresión «el
sábado fue hecho para el hombre» (Mc 2,27).
Además, al declararse “señor del sábado” (cf. Lc 6,5), manifiesta abiertamente
que Él es el mismo Dios que dio el precepto al pueblo de Israel, afirmando así
su divinidad y su poder universal. Por esta razón, puede establecer otras
leyes, igual que Yahvé en el Antiguo Testamento. Jesús bien puede llamarse
“señor del sábado”, porque es Dios.
Pidámosle ayuda a la Virgen para creer y entender que el sábado pertenece a
Dios y es un modo —adaptado a la naturaleza humana— de rendir gloria y honor al
Todopoderoso. Como ha escrito San Juan Pablo II, «el descanso es una cosa
“sagrada”» y ocasión para «tomar conciencia de que todo es obra de Dios».
Fr. Austin Chukwuemeka IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
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