martes, 13 de octubre de 2015

Jesús le dice no a las apariencias

 ¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 28ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 11,37-41.
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer. Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro. 
Comentario

Ante el espectáculo de la maldad hay muchas reacciones posibles. Una de ellas es guardar las apariencia. Cristo se rebela contra esta solución que no soluciona nada.

La hipocresía es el arte de huir de la verdad. Es el esfuerzo inútil, pero comprensible; desesperado, pero tan común, de ahorrarnos el esfuerzo de afrontar lo que somos y padecemos.

El problema es que una mentira, ya entrada en la casa, no sabe estar sola sino que trae sus acompañantes. Y en este caso esos acompañantes son terribles: primero intentamos evitar la humillación de sabernos sucios; luego pasamos a humillar a los otros cuando los vemos sucios. De este modo, una mentira sobre nosotros se convierte en una mentira contra los otros.

Y este es el punto en el que Cristo levanta su voz de profeta, de santo y de rey. Que tú te olvides de quién eres, hasta puede entenderse, peor que hagas de tu mala memoria un estrado para condenar a tu hermano no es algo que Cristo vaya a tolerar. Hará que tus ojos se abran, así les duela la luz.

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