¡Amor y paz!
A veces nos instalamos en lo que se llama “la sociedad del elogio mutuo”. Y entonces nos invitamos unos a otros en un reducido círculo en el que compartimos viandas y alabanzas. Sin embargo, no miramos más allá, a los que no tienen quién los invite ni quien les dé ni agradezca nada.
En cambio, el discípulo de Jesús no debe dejarse mover por el egoísmo, no debe buscar la recompensa de sus servicios debe dar y amar, sin buscar nada a cambio. Por eso Jesús lo invita a obsequiar y servir a los pobres e incluso a los desagradables y a los enemigos. Lo demás es conducta pagana, lo hacen los pecadores también (cf. 6. 27-35).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Lunes de la XXXI semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga...
Evangelio según San Lucas 14,12-14.
Después dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!".
Comentario
El evangelio nos presenta el tema de la gratuidad del amor. El amor no es comercio. No es un "yo te doy para que tú me des". Ni es un "te quiero porque me gustas". Estas son formas del amor interesado, del amor captativo, formas de egoísmo disfrazadas con lenguaje de amor, pero egoísmo, en el fondo. En esos amores, si la persona amada deja de corresponder, yo no continúo mi relación generosa con ella; solamente soy generoso cuando el otro también lo es, un amor "a cambio"…
El amor captativo es una fase psicológica del desarrollo del amor en la persona. El adolescente (es propio de esa etapa) "descubre" el amor. Algo instintivo me saca entonces de mí y me hace sentir el amor a otra persona, y estoy sinceramente dispuesto incluso a sacrificarme por ella, aparentemente sin pedir nada a cambio… pero es porque "me gusta la persona", o "me gusta el amor mismo"… Es una forma de egoísmo. En esa situación, cuando la persona amada se deteriora físicamente o moralmente, o sea, cuando deja de "gustarme", o cuando las hormonas o el ánimo psicológico no me permiten ya encontrar "recompensa" en el amor… yo dejo de amar… En realidad yo no amaba; me amaba a mí mismo; no buscaba el bien de la otra persona, sino el bien o el gusto de mi propia persona… No era amor, sino egoísmo.
Es necesario pasar al amor "oblativo", el que se da y se ofrece sin pedir ni buscar nada a cambio. No ama "porque le gusta", sino "porque sí", o sea, sin "motivos razonables": es una opción personal, una decisión de amor, "irracional" en ese sentido. Es una "corazonada", ilógica, absurda, mirada desde el punto de vista de los intereses rastreros…
Este amor oblativo es el que Jesús, con sus palabras y con sus hechos, nos enseña repetidamente en el evangelio. Hoy lo dice explícita y directamente: "no invites a los que te pueden recompensar"… No ames por interés, no busques (consciente o inconscientemente) recompensa a tu amor… Las "recompensas" pueden ser de muchas clases: desde las físicas (el gusto, el placer) y económicas (pago, dinero, beneficios, favores) hasta las morales (el prestigio)… Jesús pide que nuestro amor sea desinteresado: ni las recompensas han de ser el motor de nuestro amor, ni debemos dejar de amar a nadie que debamos amar porque no pueda "pagarnos"… "Tu Padre, que ve en lo secreto, es quien te recompensará".
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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