¡Amor y paz!
El evangelio de hoy nos
presenta una escena maravillosa en que compiten dos aspectos de la compasión de
Cristo. Ve el agotamiento de sus discípulos, sin mencionar el suyo que debía
ser mucho mayor, y ve la necesidad del pueblo, hambriento de la palabra de
salvación.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la IV Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio
según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Comentario
Es hermoso ver a Jesús
debatirse entre estos dos rostros del amor: el amor que quiere acoger y dar
reposo, y el amor que quiere sanar y enseñar. Porque en efecto el amor es a la
vez recibir, aunque esto nos parezca pasivo, así como es construir el bien en
otros, es decir, la parte activa.
Meditemos en el momento de
la barca. Minutos antes, circulaba gente en cantidades exasperantes; de pronto
se escucha sólo el rumor del agua, el silbo del viento y seguramente la voz
emocionada de aquellos hombres, aprendices de apóstoles, que ya tienen tantas
cosas tan buenas y memorables qué contar.
Fijemos nuestra atención
en ese momento único, porque al llegar a tierra otra vez estarán colmados de
inquietudes, preguntas, peticiones, lamentos y quejidos...
Detengamos el tiempo,
miremos a Jesús, que les escucha, les hace alguna pregunta, algo les dice...
¿Qué hay en los ojos del Señor? ¿Cuál es la expresión de su mirada y qué dice
su boca, aun sin palabras? Grabemos en el alma esos ojos y abramos espacio a
ese corazón. Lo vamos a necesitar hoy, mañana, y el día después, y cada día...
hasta que él se deje ver para siempre en el cielo.