¡Amor y paz!
La festividad del Corazón de Jesús ofrece la
oportunidad de comprender la naturaleza y la forma de actuación del designio
divino de la salvación. Por ello el pasaje evangélico de la liturgia señala la
íntima relación entre Jesús y su Padre y, a partir de allí, la participación de
esa intimidad a los sencillos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y
el comentario, en este jueves en que celebrásemos la Solemnidad del Sagrado Corazón
de Jesús.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 11,25-30.
Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie reconoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Comentario
Hemos leído en el
evangelio que el Señor, lleno de gozo en el Espíritu, dijo a Dios Padre: Te
confieso, Padre, Señor de cielo y tierra, porque escondiste estas cosas a los
sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeños. Así, Padre, pues así te
agradó. Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Y nadie conoce al
Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo
quisiere revelarlo (Mt 11,25-27). Yo me fatigo hablando, vosotros
escuchando. Oigámosle, pues, a él, que continúa diciendo: Venid a mí
todos los que estáis fatigados (ib., 28). ¿Por qué nos fatigamos, sino
porque somos hombres mortales, frágiles, débiles, portadores de vasos de barro,
que recíprocamente se roban el espacio? Pero si se estrechan los vasos de
carne, dilátense los espacios del amor. ¿Por qué dice: Venid a mí todos
los que estáis fatigados, sino para que dejéis de fatigaros? Su
promesa está ahí: ya que llama a los que se fatigan, preguntarán qué salario se
les ofrece: Y yo, dice, os aliviaré.
Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, no a fabricar el mundo, no
a crear todo lo visible e invisible, no a hacer milagros en el mismo mundo y a
resucitar a los muertos, sino que soy manso y humilde de corazón. ¿Quieres
ser grande? Comienza por lo ínfimo. ¿Quieres construir un edificio de gran
altura? Piensa primero en el cimiento de la humildad.
Cuanta mayor mole se pretenda dar al edificio, cuanto más elevado sea, tanto
más profundos has de cavar los cimientos. Cuando se construye el edificio, se
eleva a las alturas; pero quien cava los cimientos se hunde en la zanja. Luego
el edificio se humilla antes de elevarse y, una vez humillado, se remonta hasta
el remate.
¿Cuál es la cima del
edificio que intentamos construir? ¿Adónde ha de llegar su crestería? Pronto lo
digo: hasta la presencia de Dios. Ya veis cuán exceiso es, cuán gran cosa es
ver a Dios. Quien lo desea, entiende lo que digo y lo que oye. Se nos promete
la visión de Dios, del Dios verdadero, del Dios sumo.
Esto es un bien: ver a
quien ve . ...Escucha al que dice: Venid a mí todos los que estáis
fatigados. Tu fatiga no se acabará con la huida. ¿Eliges huir de él y
no hacia él? Encuentra adónde y huye. Y si no puedes huir de él, porque está
presente por doquier, huye a Dios, pues está presente donde tú estás. Huye. He
ahí que huyendo escalaste los cielos; allí está; descendiste a los infiernos,
allí está. En cualesquiera soledades terrenas que elijas, está quien dijo: Yo lleno
el cielo y la tierra (Jr 23,24). Si él llena el cielo y la tierra y no
tienes a donde huir de él, no te fatigues; huye a su presencia, para no
experimentar su llegada. Piensa que viviendo bien has de ver a quien te ve
cuando obras mal. Viviendo mal puedes ser visto, pero no puedes ver; mas, si
vives bien, eres visto y ves. ¿Con cuánto mayor afecto te verá quien corona al
digno, quien vio con misericordia para llamar al indigno?
Natanael preguntó al Señor
a quien aún no conocía: ¿De qué me conoces? Y el Señor le
respondió: Cuando estabas bajo la higuera te vi (Jn 1,48).
Cristo te ve en tu tiniebla y ¿no te verá en su luz? ¿Qué significa entonces: Te
vi cuando estabas bajo la higuera? ¿Qué quiere decir o qué significa
eso? Recuerda el pecado original en quien todos nacimos. Nada más pecar, se
hizo una faja de hojas de higuera, significando en tales hojas el prurito de la
libido, producido por su pecado. De él nacemos; así nacemos, nacemos en carne
de pecado, que sólo encuentra cura en la imagen de carne de pecado. Por eso
envió Dios a su Hijo en la semejanza de carne de pecado. Vino de ahí, pero no
vino así. La Virgen no lo concibió mediante la libido, sino mediante la fe.
Vino a la Virgen quien existía antes de la Virgen. Eligió a la que había
creado, creó a la que había de elegir. Ofreció a la virgen la fecundidad, sin
quitarle la integridad. Por tanto, quien vino a ti sin el prurito de las hojas
de higuera, te vio cuando estabas bajo la higuera. Disponte para ver en
sublimidad a quien te vio en misericordia. Mas como se trata de una cúspide muy
alta, piensa en el cimiento. Y dirás, ¿en qué cimiento? Aprended de él que es
manso y humilde de corazón. Cava en ti ese cimiento de la humildad y llegarás a
la cúspide de la caridad.
Sermón
69
San
Agustín de Hipona