viernes, 13 de abril de 2012

Acatemos a Jesús y la frustración se convertirá en alegría


¡Amor y paz!

Jesús resucitado se muestra junto al lago de Galilea a sus discípulos, que han vuelto a sus ocupaciones habituales: la pesca. El Señor les pide algo de comer y como no tienen, porque no han pescado nada, les dice que lancen la red por la derecha de la barca, tras lo cual la red se llena de peces.

Recordemos que en ocasión anterior Jesús les dijo a sus discípulos que los haría `pescadores de hombres’ (Mc 1, 16). Podemos, entonces, leer el episodio de hoy en el sentido de que, ante las dificultades que genera el cumplimiento de la misión evangelizadora, hay que hacer lo que el Señor nos pide para que lo reconozcamos, compartamos con Él y nuestra frustración se convierta en alegría.   

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 1ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 21,1-14. 
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. 
Comentario

Esta es la pesca milagrosa que Lucas había relata­do como un episodio prepascual, en el contexto de la vocación de los primeros discípulos (Lc 5,1-11), y que aquí, en el 4º evangelio, aparece como un milagro postpascual en un contexto también vocacional: los apóstoles en la barca, las redes, la pesca abundante, son símbolos tradicionales de la tarea evangelizadora de la Iglesia a lo largo de todos los siglos.

Cuando el desconocido de la playa es identificado por los apóstoles, encuentran ya la comida preparada:

El fuego, el pan, el pescado asado. Y el resucitado reitera los gestos de la eucaristía: partir el pan y re­partirlo. Es que la Iglesia se reúne en torno al Señor resucitado, a su eucaristía, para ser enviada a pescar en los mares del mundo.

Estas fiestas pascuales que estamos celebrando no pueden quedarse en los aleluyas... Han de despertar en nosotros un intenso deseo de comunicar a otros nuestra fe, nuestra alegría. El gozo de sabernos salvados en el nombre de Jesús, de haber sido convocados en torno a la cena fraternal para testimoniar en el mundo la posibilidad de que todos podamos vivir como hermanos... ¡Que resucite también nuestro mundo!

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)