martes, 21 de noviembre de 2017

El Señor me sostiene

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este martes en que celebramos la Memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María.

Dios nos bendice...

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Macabeos (6,18-31):

En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida. Los que presidían aquel sacrificio ilegal, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera, haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración.
Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la Ley santa dada por Dios, respondió todo seguido: «enviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley.»
Dicho esto, se dirigió en seguida al suplicio. Los que lo llevaban, poco antes deferentes con él, se endurecieron, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar.
Él, a punto de morir a fuerza de golpes, dijo entre suspiros: «Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él.»
Así terminó su vida, dejando, no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 3,2-3.4-5.6-7

R/.
 El Señor me sostiene

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.» R/.

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. R/.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor

Comentario

1. Un homenaje a la libertad

1.1 Podemos decir que esta fiesta es una celebración de la libertad humana en su maravillosa capacidad de resolverse por Dios. Casi todas las fiestas de la Virgen encomian las obras de Dios en ella; esta, por el contrario, nos recuerda que la gracia encontró en Ella un corazón generoso y resuelto. Un corazón que se "presentó"; se ofreció a Dios.

1.2 Este es un día para dar gracias a Dios, y también para meditar en nuestras opciones fundamentales. Otro modo de nombrar esta fiesta es decir que estamos bendiciendo al Señor al contemplar la opción radical, total y continua de María. Porque en Ella los actos no son puntos aislados, momentos incomunicados, sino actitudes, hábitos, modos de su naturaleza en camino hacia su Autor y Redentor.

1.3 Puede sonar extraño para unos y otros, pero hay que decirlo en voz alta: la libertad humana puede volverse hacia Dios. Extraño para unos, por demasiado obvio; extraño para otros porque nuestro tiempo toma como un dogma que libertad es insubordinación, radical independencia, decisión en el vacío; pero ahí está María para mostrar que no. Libertad no es hacer cualquier cosa, ni desear cualquier cosa, ni predicar cualquier cosa.

2. Dueña de sí, Esclava de Dios

2.1 En una hermosa oración dice el P. Ignacio Larrañaga: "eres señora del universo porque primero eres señora de ti misma". Muchos de nuestros contemporáneos quieren dominar el mundo, pero no pueden dominarse a sí mismos. Se convierten así en instrumentos útiles a los intereses de moda o los imperios de turno. María, especialmente en este misterio, aparece como dueña de sí, y por lo mismo, capaz de darse. ¿Cómo dar, en efecto, lo que no es de uno?

2.2 Ahora bien, ser dueño de sí no es todo aún. Si la creatura pretende ser un absoluto y un fin para sí mismo, escoge el camino de Lucifer o el del Anticristo. Ser dueños de nosotros es el paso irrenunciable pero no último para poder trascender, para entregarnos, para donarnos. María, en el misterio que hoy celebramos es al mismo tiempo la dueña de sí y la esclava del Señor. No hay contradicción en los términos: sólo quien se posee puede darse, y no hay opción más sabia, bella o justa que ofrecer en gratitud y obediencia nuestro ser a quien mejor nos conoce y ama.

3. La Eucaristía, ofrenda de cada uno y de todos

3.1 En las plegarias eucarísticas se relaciona siempre la ofrenda de Jesús y la nuestra, que no es otra sino nuestra unión con él. Es lo que nos enseñó san Pablo: "gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fuisteis entregados; y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia. Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación" (Rom 6,17-19). Notemos cómo aquí presentarse y ofrecerse son sinónimos, lo mismo que ser obedientes y ser siervos.

3.2 En la ofrenda eucarística hace cada uno su propia "presentación" como la hizo María en su temprana infancia, movida por la gracia de Dios. Es aquí, junto al altar, donde hacemos realidad la enseñanza del apóstol: "Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional" (Rom 12,1).

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