¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este viernes en que celebramos la memoria de los santos Ángeles
Custodios.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?". Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."
Comentario
1. Redescubriendo a los Santos Ángeles
1.1 En nuestro tiempo hay un interés muy grande por
los ángeles, aunque lamentablemente no suele estar bien orientado. Se les ve
sólo como figuras benévolas, más o menos irreales, que pueden traernos
beneficios de sabiduría o darnos pistas sobre cómo guiar la vida más allá de lo
que ven nuestros ojos. Esto, en sí mismo, no es contrario a nuestra fe, ni más
faltaba, pero a ello se le pretende añadir toda una suerte de
"mecanismos" mentales y de prácticas cercanas a la supesrtición y el
espiritismo para finalmente llevarnos a una especie de espiritualidad sin vida
moral, sin base real en la Escritura y sin relación con la gracia que Cristo
mereció para nosotros en el sacrificio redentor del calvario. El resultado es
un mercantilismo y una confusión deplorable, que sí parecen obra de un ángel,
pero ángel perverso: Satanás.
1.2 En parte esto ha sucedido así por culpa de
nosotros los católicos, que dejamos relegar este tema a los bordes de la fábula
y la fantasía, como si no fuera cosa que se pudiera tratar con seriedad,
profundidad y gran provecho. Por eso se impone el acercarnos, sin prisa pero
sin pereza, a esta parte tan hermosa de nuestra fe, la cual, bien entendida,
nos recuerda un aspecto bellísimo de la Providencia de Dios, y nos eleva a la
consideración de nuestro llamado a una vida santa y a una esperanza celeste.
2. Orígenes de esta festividad
2.1 Recomendamos la página católica de Aciprensa
(http://www.aciprensa.com) de la cual entresacamos lo correspondiente a este
numeral.
2.2 En la Biblia la palabra Ángel significa
"Mensajero", un espíritu purísimo que está cerca de Dios para
adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.
2.3 En el siglo II el gran sabio Orígenes señalaba
que: "los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para
que nos guíe y proteja".
2.4 En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia
de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de
la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos
de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman:
"Será su ángel" (Hch 12, 15).
2.5 En el año 800 se celebraba en Inglaterra una
fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy
famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de
su piadosa providencia eres mi guardián, custodiame en este día (o en esta
noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos,
para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen."
2.6 Y en el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a
toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día
2 de octubre.
3. ¿Qué pueden hacer por nosotros?
3.1 Ahora nos habla el Papa Juan Pablo II, en su
catequesis del 6 de agosto de 1986.
3.2 La Iglesia, iluminada por la luz que proviene
de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre
la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por
Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y
lo ha confirmado en el Concilio Lateranense IV (1215), cuya formulación ha
tomado el Concilio Vaticano I en el contexto de la doctrina sobre la creación:
Dios "creó de la nada juntamente al principio del tiempo, a ambas clases
de creaturas: las espirituales y las corporales, es decir, el mundo angélico y
el mundo terrestre; y después, la creatura humana que, compuesta de espíritu y
cuerpo, los abraza, en cierto modo, a los dos" (Const. De fide Cath... DS
3002). O sea: Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la
corporal, el mundo terreno y el angélico. Todo lo que El creó juntamente
("simul") en orden a la creación del hombre, constituido de espíritu
y de materia y colocado según la narración bíblica en el cuadro de un mundo ya
establecido según sus leyes y ya medido por el tiempo ("deinde").
3.2 Juntamente con la existencia, la fe de la
Iglesia reconoce ciertos rasgas distintivos de la naturaleza de los ángeles. Su
fe puramente espiritual implica ante todo su no materialidad y su inmortalidad.
Los ángeles no tienen "cuerpo" (si bien en determinadas
circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en favor
de los hombres), y por tanto no están sometidos a la ley de la corruptibilidad
que une todo el mundo material. Jesús mismo, refiriéndose a la condición
angélica, dirá que en la vida futura los resucitados "no pueden morir y
son semejantes a los ángeles" (Lc 20, 36).
3.3 En cuanto creaturas de naturaleza espiritual,
los ángeles están dotados de inteligencia y de libre voluntad, como el hombre,
pero en grado superior a él, si bien siempre finito, por el límite que es
inherente a todas las creaturas. Los ángeles son, pues, seres personales y, en
cuanto tales, son también ellos, "imagen y semejanza" de Dios. La
Sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando también apelativos no
sólo personales (como los nombres propios de: Rafael, Gabriel, Miguel), sino
también "colectivos" (como las calificaciones de: Serafines,
Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como realiza
una distinción entre Ángeles y Arcángeles. Aún teniendo en cuenta el lenguaje
analógico y representativo del texto sacro, podemos deducir que esto
seres-personas, casi agrupados en sociedad, se subdividen en órdenes y grados,
correspondientes a la medida de su perfección y a las tareas que se les confía.
Los autores antiguos y la misma liturgia hablan también de los coro angélicos
(nueve, según Dionisio el Areopagita). La teología, especialmente la patrística
medieval, no ha rechazado estas representaciones, tratando en cambio de darle
una explicación doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto.
Santo Tomás ha preferido profundizar las investigaciones, sobre la elevación
espiritual de estas criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en
la escala de los seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las
capacidades y actividades propias del espíritu en el estado puro, sacando de
ello no poca luz para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan
y estimulan el pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la
docilidad a Dios, la consecución de su reino.
3.4 El tema a que hemos aludido podrá parecer
"lejano" o "menos vital" a la mentalidad del hombre
moderno. Y sin embargo la Iglesia, proponiendo con franqueza toda la verdad
sobre Dios creador incluso de los ángeles, cree prestar un gran servicio al
hombre. El hombre tiene la convicción de que en Cristo, Hombre-Dios, es él (y
no los ángeles) quien se halla en el centro de la Divina Revelación. Pues bien,
el encuentro religioso con el mundo de los seres puramente espirituales se
convierte en preciosa revelación de su ser no sólo cuerpo, sino también
espíritu, y de su pertenencia a un proyecto de salvación verdaderamente grande
y eficaz dentro de una comunidad de seres personales que para el hombre y con
el hombre sirven al designio providencial de Dios.
3.5 Notamos que la Sagrada Escritura y la Tradición
llaman propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba
fundamental de libertad han elegido a Dios mediante el amor consumado que brota
de la visión beatífica cara a cara, de la Santísima Trinidad. Lo dice Jesús
mismo: "Sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que
está en los cielos" (Mt 18, 10). Ese "ver de continuo la faz del
Padre" es la manifestación más alta de la adoración de Dios. Se puede
decir que constituye esa "liturgia celeste", realizada en nombre de
toso el universo, a la cual se asocia incesantemente la liturgia terrena de la
Iglesia, especialmente en sus momentos culminantes. Baste recordar aquí el acto
con el que la Iglesia, cada día y cada hora, en el mundo entero, antes de dar
comienzo a la plegaria eucarística en el corazón de la Santa Misa, se apela
"a los Ángeles y a los Arcángeles" para cantar la gloria de dios tres
veces Santo, uniéndose así a aquellos primeros adoradores de Dios, en el culto
y en el amoroso conocimiento del misterio inefable de su santidad.
3.6 También según la Revelación, los ángeles que
participan en la vida de la Trinidad en la luz de la gloria, están también
llamados a tener su parte en la historia de la salvación de los hombres, en los
momentos establecidos por el designio de la Providencia Divina. "¿No son
todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio en favor de los
que han de heredar la salud?", pregunta el autor de la Carta a los Hebreos
(1, 14). Y esto cree y enseña la Iglesia, basándose en la Sagrada Escritura,
por la cual sabemos que es tarea de los ángeles buenos la protección de los
hombres y la solicitud por su salvación.
3.7 Hallamos estas expresiones en diversos pasajes
de la Sagrada Escritura, como por ejemplo en el Salmo 90/91, citado ya
repetidas veces: "Pues te encomendará a sus ángeles para que te guarden en
todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no
tropiecen en las piedras" (Sal 90/91, 11-12). Jesús mismo, hablando de los
niños y amonestando a no escandalizarlos, apela a sus "ángeles" (Mt
18, 10). Además, atribuye a los ángeles la función de testigos en el supremo
juicio divino sobre la suerte de quien ha reconocido o renegado a Cristo:
"A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le
confesará delante de los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9; cf. Ap 3, 5). Estas
palabras son significativas porque si los ángeles toman parte en el juicio de
Dios, están interesados en la vida del hombre. Interés y participación que parecen
recibir una acentuación en el discurso escatológico, en el que Jesús hace
intervenir a los ángeles en la parusía, o sea, en la venida definitiva de
Cristo al final de la historia (cf. Mt 24, 31; 25, 31. 41).
3.8 Entre los libros del Nuevo Testamento, los
Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que
testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así,
cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Hch 5,
18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de
Herodes (cf. Hch 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al
centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Hch 10, 3-8; 11, 12-13), y
análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza
(Hch 8, 26-29).
3.9 De estos pocos hechos citados a título de
ejemplo, se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar
la persuasión sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los
hombre. Por ello la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios,
venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso
a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del
"Ángel de Dios". Esta oración parece atesorar las bellas palabras de
San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor,
para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv, Eunomium, III, 1; véase
también Santo Tomás, S. Th., I, q. 11, a. 3).
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