¡Amor y paz!
Hoy Miércoles Santo, los invito, hermanos, a leer y
meditar la 1ª. Lectura de la Santa Misa, tomada del libro del profeta Isaías:
Dios nos bendice....
Libro de Isaías 50,4-9a.
En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?
Comentario
1.1 El Siervo de Dios ha sido formado por Dios. Tiene lengua de
experto (o de "iniciado"). Sabe oír. Percibe el murmullo divino
debajo del ruidaje y la tramoya del mundo. Es valiente y perseverante. No se
arredra, no se acobarda. Sabe quién es su Señor porque sabe de quién es siervo.
1.2 Proclamar a Dios como Señor, no lo olvidemos, es proclamarnos
sus siervos. Y por eso las lecturas de estos días santos no son sólo un retrato
de Cristo sino un camino para el cristiano. O con otras palabras: servir al
Señor es prepararse para oír como oye el Siervo del Señor; hablar como él
habla, padecer y resistir como él lo hace, triunfar, en fin, como él triunfa
con la gracia y el poder divinos.
2. No quedaremos confundidos
2.1 Un término muy bíblico y muy elocuente para describir la
derrota es la palabra "confusión". Quedar "confundido" es
encontrarse con la noticia espantosa de que nuestras previsiones o planes
resultaron errados, insuficientes o débiles frente a lo que tendríamos que
soportar. La confusión es un límite del entendimiento que se ve desbordado por
la fuerza de unos hechos que ya no puede procesar ni controlar.
2.2 Cuando hablamos de un Dios bueno y el mundo se muestra tan
perverso y malo podemos sentirnos confundidos. Cuando un papá ha hecho todo lo
que sabía y podía para educar bien a sus hijos y descubre que andan en malos
pasos puede sentirse confundido. Cuando un misionero o un catequista prepara su
mensaje de la mejor manera y sólo recibe burlas o indiferencia puede sentirse
confundido. En fin, cuando la realidad nos desmiente y contradice, cuando todo
se vuelve una muralla frente a nuestros mejores propósitos nos confundimos.
2.3 Pero hay que saber que no son así todas las confusiones.
¡También Dios cuando vence deja confundidos a sus adversarios! Hay en el plan
divino espacio y fuerza suficientes para frenar a nuestros enemigos, hacer
retroceder a nuestros opositores y dejar confundidos a los que pretenden
destruirnos. Tal es la serena confianza que nos regala la primera lectura de
hoy.
2.2 ¿Qué se necesita para ver estas
victorias, que parecen sueños? Sólo dos cosas: fe y paciencia. No son fáciles
pero tampoco son imposibles, y en cambio nos reportan el gozo inefable de ver
cómo la suerte da un giro maravilloso y cómo por caminos que no conocíamos él
sale en defensa de nosotros, que le pertenecemos. ¡Alabanza a su Nombre!
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