¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 29 del tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Rom 6,12-18):
Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni
seáis súbditos de los deseos del cuerpo. No pongáis vuestros miembros al
servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como
hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros
miembros, como instrumentos para la justicia. Porque el pecado no os dominará:
ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.
Pues, ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De
ningún modo! ¿No sabéis que, al ofreceros a alguno como esclavos para
obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado,
para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia? Pero, gracias a Dios,
vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel
modelo de doctrina al que fuisteis entregados y, liberados del pecado, os
habéis hecho esclavos de la justicia.
Salmo responsorial: 123
R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte –que lo
diga Israel–, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos
asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra
nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos
habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes. Bendito el Señor, que no
nos entregó en presa a sus dientes.
Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se
rompió, y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo
y la tierra.
Versículo antes del Evangelio (Mt 24,42a.44):
Aleluya. Estad preparados, porque no sabéis a qué hora va a venir el Hijo del hombre. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,39-48):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo
bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría
que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el
momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?».
Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien
el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración
conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre
haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se
pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a
emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el
momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni
ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y
hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le
reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
Comentario
Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio,
podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a
todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en
la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de
Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo
personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra
personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt
25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra
existencia.
«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40), acaba diciendo
Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del Señor Jesús
al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace presente en
nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es hoy cuando,
con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo recuerda
con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor»,
para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.
«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una
llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la
responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto
con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que
llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de
nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad,
hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.
Rev. D. Josep Lluís SOCÍAS i Bruguera (Badalona, Barcelona, España)
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