¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad de la
Ascensión del Señor.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 16,15-20.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
Comentario
El testamento es un documento en el que una persona
determina la forma como quiere que se repartan sus pertenencias entre sus
herederos. Generalmente, se trata de bienes muebles e inmuebles. Pero no
siempre es así. A veces los testamentos incluyen otra clase de herencias que la
persona quiere legar a sus sucesores.
Hace algún tiempo hubo una propaganda de televisión
de alguna compañía de seguros que presentaba a un anciano juez que leía el
testamento de un hombre muy rico que había fallecido. En medio de la formalidad
del acto, estaban presentes los hijos e hijas del difunto; y junto a ellos, los
nietos, nietas, sobrinos, sobrinas y otros familiares cercanos. Todos
expectantes y esperanzados en que pudieran tener algún grado de participación
en la inmensa torta que estaba a punto de ser distribuida.
El juez, mirando a los herederos por encima las
gafas, comenzó la lectura del testamento: “En uso de mis facultades mentales y
cumpliendo con los requisitos que pide la ley, procedo a determinar mi voluntad
sobre el destino de mis posesiones. En primer lugar, quiero que las tierras de
la Hacienda La Ponderosa, incluyendo la casa, el ganado y todos los bienes que
hay en ella, se destinen a la comunidad de hermanas del ancianato de Las
Misericordias, de mi pueblo natal”.
Inmediatamente, hubo un cuchicheo nervioso entre
los presentes... Pero todavía había más, de modo que el juez continuó su
lectura: “En segundo lugar, quiero que las casas que poseo y los apartamentos
que tengo, sean destinados al Hogar para niños huérfanos que funciona bajo la
dirección de la parroquia de mi pueblo”. El alboroto esta vez fue más sonoro y
la cara de sorpresa de los asistentes fue mayor...
Y continuó la lectura del testamento: “En tercer
lugar, quiero que todo el dinero que tengo en mis cuentas corrientes y de
ahorros, junto con las acciones y certificados de depósito a término que están
a mi nombre en distintos bancos y corporaciones, sea entregado a la Clínica del
niño quemado, que dirigen las Hermanitas de los desamparados”.
Esta vez la reacción de los familiares del difunto
fue impresionante... Sin embargo, el silencio se apoderó de todos cuando el
juez continuó su lectura pausada y firme: “Por último, a mis hijos e hijas, a
mis nietos y nietas, a mis sobrinos y sobrinas, y a todos mis herederos
directos o indirectos, les dejo una recomendación que estoy seguro, los ayudará
a salir de su precaria situación económica. Sólo les recomiendo una cosa: ¡Que
trabajen!” Y así terminó el solemne acto.
Jesús, al despedirse de sus discípulos antes de ser
levantado al cielo para sentarse a la derecha de Dios, nos dejó su testamento,
que no estaba constituido por bienes muebles e inmuebles, sino por una misión:
“Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación”. La
respuesta de sus seguidores fue inmediata: “Ellos salieron a anunciar el mensaje
por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo
con señales milagrosas”.
Hoy, el mismo Señor nos sigue enviando cada día a
cumplir esta misión, y nos sigue acompañando en ella. Esa es su herencia más
querida y ese es todavía hoy su testamento. Sólo así cumpliremos su última
voluntad y nos podremos considerar, efectivamente, herederos de su reino.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá