¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio en
este sábado en que se celebra la fiesta de San Esteban Protomártir.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Comentario
1. Enseñanzas de un gran contraste
1.1 Entre el día de ayer y el de hoy se dan inmensos
contrastes. Ayer celebrábamos un nacimiento; hoy recordamos una muerte. Ayer se
proclama la paz en cánticos del cielo; hoy un alud de insultos y pedruscos
ejerce violencia en la tierra. Ayer nos hemos gozado viendo el triunfo del
amor; hoy parecieran imponer su lenguaje la intransigencia y el odio.
1.2 Mas hay también nexos profundos entre ambas
celebraciones. La muerte de Esteban no es otra cosa que un nacimiento, un nacer
para el cielo. Como dicen los Santos Padres: "nació Cristo en la tierra
para que Esteban pudiera nacer para el cielo".
1.3 Además, la paz de la natividad, según comentábamos
en otra ocasión, no es ausencia de problemas sino superación interior del poder
tiránico que los problemas quieren tener sobre nosotros. De acuerdo con ello,
no están distantes la paz de la Navidad, en medio de tantos sinsabores, y la
paz del martirio de Esteban, en medio de tantos insultos y piedras. Finalmente,
es un mismo amor el que vence los obstáculos para que Cristo venga al mundo y
el que vence las agresiones que pretenden impedir su reinado en nuestros
corazones. El amor hizo la Navidad; el amor hizo al primer mártir.
2. Cielos Abiertos
2.1 En adviento recordábamos, quizá con lágrimas de
devoción en nuestros ojos, aquella plegaria sentida de Isaías: "ojalá
rasgaras el cielo y bajaras" (Is 64,1). Esta oración fue escuchada, y la
Navidad es la gran respuesta a ella. Pero Jesús, que "rasgó los
cielos", y bajó, "es el mismo que subió" (Ef 4,10), de modo que
los cielos, abiertos por su amor para que él bajara, han quedado así abiertos
por su amor para que nosotros subamos, y Esteban es en cierto modo el primero
en hacerlo.
2.2 No olvidemos, pues: el fruto de la Navidad son los
cielos abiertos. Por eso abundan los ángeles, por eso también las súplicas de
los hombres son particularmente escuchadas, según aquello que hemos aprendido
que Jesús dijo a Santa María Margarita Alacocque: "lo que quieras pedir,
pídelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado". No es una
fórmula "mágica", sino la expresión, en términos de confianza y de
intercesión, de aquello que hemos afirmado: la Navidad significa cielos
abiertos.
2.3 Poco antes de morir Esteban proclamó este
misterio. Su muerte era su gran Navidad. Dijo, en efecto: "Veo los cielos
abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios" (Hch 7,56).
Nuestra muerte, como la de Esteban, ha de ser eso: ver los cielos abiertos, ver
al Hijo de Dios.
3. Perseverar hasta el fin
3.1 El evangelio de hoy nos invita, como es natural, a
admirar la gracia propia del martirio, un género de muerte particularmente
espantoso, pero también particularmente significativo y fecundo. Y en este
evangelio Jesús nos apremia a perseverar hasta el final. Ese llamado adquiere
un tono particular cuando lo relacionamos con la Navidad. Un nacimiento es un
comienzo, y he aquí una lectura que nos llama a llegar hasta el final.
3.2 Y tiene mucho sentido, porque de poco sirve acoger
a Cristo bebé si no es para dejarlo crecer en nosotros. Sea la última enseñanza
de esta reflexión meditar en ello: ¿he acogido al Niño Jesús para dejarlo
crecer en mí? Un santo, como es santo Esteban, es uno que dejó crecer a Jesús
en sí mismo. La santidad, especialmente la santidad del martirio, no es otra
cosa que un Cristo maduro, un Cristo que ha crecido en la vida de alguien.
3.3. Quede, pues, el propósito: mientras celebramos a
Cristo Niño en Belén y mientras nos alimentamos de Cristo-Eucaristía en la
Santa Misa, crezca Él en nosotros; viva su misterio en nosotros, cumpla su edad
perfecta en nosotros, como ya la cumplió en Esteban, su primer gran testigo.