sábado, 23 de julio de 2011

Jesús nos enseña a actuar frente al mal

¡Amor y paz!

En otra parábola relacionada con el campo, el Evangelio nos ofrece hoy una reflexión sobre la realidad de la presencia del bien y del mal en el mundo. El mal, como cizaña, crece mezclado con el trigo, que representa al bien. De noche, se acercó cautelosamente el Maligno y sembró las semillas del mal en medio de las semillas sembradas por Jesús. Una de las principales armas del Maligno es crear confusión en medio del campo, tratando de llamar al mal bien, y al bien mal. 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según san Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". 
Comentario

a) Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña.

Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

A lo largo del evangelio hay momentos en que los apóstoles se muestran impacientes e intolerantes. Como cuando en un pueblo no les recibieron: «Maestro, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo?». Juan el Precursor también usaba un lenguaje duro: «ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,9). Pero Jesús mostró paciencia con los pecadores, y contó la parábola de la higuera a la que el dueño, antes de darla definitivamente por estéril, le concedió tiempo para ver si daba fruto.

El jueves de la próxima semana leeremos otra parábola de Jesús, la de la red del pescador que recoge peces buenos y malos, con la misma lección de paciencia que la de hoy.

b) En este mundo -y también en la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros- conviven, de momento, el bien y el mal. Conviene que lo recordemos y no nos pongamos nerviosos.

Jesús nos dice que hay quien siembra cizaña en su campo. Más adelante (lo leeremos el martes de la semana próxima), él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. No hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y serán poco más tolerantes, no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?

Sí, pero ¿y el escándalo? ¿Y el mal que pueden hacer los «malos» en la comunidad? No es que Jesús nos invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni tomemos la justicia por nuestra mano. Eso lo dejamos a Dios, para cuando él crea llegado el momento, «cuando llegue la siega». Y, por tanto, no nos ponemos en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás, buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían los perfectos y juzgaban a los demás.

Dios no es ciego. Ve el mal, ve a los malos. Pero tiene paciencia. Todo tiene su tiempo.

Jesús come con los pecadores y publicanos, y consigue, a veces, su conversión. El Reino ya está actuando, aunque no lo parezca y conviva, de momento, con el mal. La Iglesia no es la comunidad de los ya perfectos. Es la comunidad de los que van camino de la salvación, luchando contra el mal en sí mismos y en el mundo. Con respeto a la situación personal y al ritmo de maduración de cada uno. Como hizo Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191