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miércoles, 26 de julio de 2017

Es el pan que el Señor les da de comer

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que celebramos la memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María.

Dios nos bendice...

Primera Lectura

Lectura del libro del Éxodo 16, 1-5. 9-15

Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinal, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
- «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad. »
El Señor dijo a Moisés:
- «Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. El día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recogen a diario.»
Moisés dijo a Aarón:
- «Di a la comunidad de los israelitas: "Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones. "»
Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.
El Señor dijo a Moisés:
- «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios."»
Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron:
- «¿Qué es esto?»
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
- «Es el pan que el Señor os da de comer.»

Salmo

Sal 77, 18-19. 23-24. 25-26. 27-28

R. El Señor les dio un trigo celeste.

Tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
hablaron contra Dios:
«¿Podrá Dios preparar
una mesa en el desierto?» R.

Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R.

Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur. R.

Hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas. R

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-9

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
- «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenla tierra, y, corno la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Reflexión

Es el pan que el Señor os da de comer

En un apretado relato no carente de color, el pueblo peregrino que antes había murmurado por la insoportable carencia de agua, lo hace ahora por no disponer de comida, echando de menos unos alimentos que ni por asomo comieron en Egipto (ollas de carne, hartazgo de pan). En el breve espacio del texto, dos mensajes divinos que encuadran a otros dos recados, uno de Moisés y otro de su hermano Aarón. El Señor promete pan, y los hermanos suman a la promesa divina que dispondrán también de carne, para, de paso, recriminar al pueblo por rebelarse contra su Señor al que incluso le piden garantías de que cumplirá lo que se le pide, cuando éste les ha dado sobradas pruebas de su protección en todos los momentos de su historia. Por encima de los variados detalles que ofrece el relato, sobrevuela en él la fuerza de la esperanza: Yahvé los alimentará, porque cumple lo que promete, y, además, verán su gloria para que de una vez crean. Sobre el argumento del relato, el alimento para sobrevivir en el desierto, no se silencia la gloria de Dios, la trascendencia de todo el episodio: todo lo que hace el Señor es por favor especial a su pueblo, y todo ello debe llevar a sus hijos a la fe, para así contemplar la gloria del Señor. 

La semilla cayó en tierra buena y dio grano

¡Fecunda pedagogía la de la parábola del sembrador! En postura sedente, actitud de maestro, Jesús de Nazaret lanza su enseñanza más allá de su presencial auditorio para ofrecer luz al corazón humano de todos los tiempos con la oferta del Reino de los cielos.

Desde el meollo de estas parábolas todos somos testigos de la fe y voceros del Evangelio. La semilla, la Palabra de Dios, suscita la fe en lo más íntimo de los creyentes, amén de ser un robustecedor de la misma. La semilla cae en corazones –terrenos- favorables y desfavorables, lo que ya nos indica un destacable detalle, que Dios se declara Padre de todos y de todos quiere la salvación y su felicidad. Su generosidad también se vierte en el insobornable respeto a la libertad de todos y cada uno de sus hijos, para recoger humo o el cien por cien gracias a la acogida de la Palabra que brinda una tierra –corazón- que acoge y escucha.

Es una parábola que más allá de las explicaciones habituales nos recuerda que los corazones necrosados por la injusticia y el egoísmo no se abren a la escucha de la vida que siembra la Palabra. Por el contrario, los corazones de pan llevar, bien dispuestos, aunque partan de cierta aridez, son garantía de fertilidad en el nombre del Señor, porque, al fin y al cabo, el reino de Dios es un misterio de fecundidad gracias a la Palabra de Dios recibida y vivida.

Una tradición muy añeja nos ha fijado los nombres de los padres de María de Nazaret, Joaquín y Ana, quienes trabajaron el caldo de cultivo donde creció la sierva del Señor a la escucha de la Palabra del Señor.

¿Trabajamos en la comunidad que, a pesar de la deficiente calidad de nuestra tierra, la semilla es capaz de aportar calidad a nuestra vida creyente y a nuestra iglesia?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba) 

domingo, 23 de julio de 2017

Nadie como Dios tiene tanto poder, pero es tan clemente y misericordioso

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, XVI Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Primera Lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19

Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo,
ante quien tengas que justificar tu sentencia.
Tu poder es el principio de la justicia,
y tu soberanía universal te hace perdonar a todos.
Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total,
y reprimes la audacia de los que no lo conocen.
Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación
y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque puedes hacer cuanto quieres.
Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano,
y diste a tus hijos la dulce esperanza
de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

Salmo

Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16a

R. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mí oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios. » R.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 26-27

Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
- «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
"Un enemigo lo ha hecho."
Los criados le preguntaron:
¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les respondió:
"No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.»

Comentario

Cuando el Antiguo Testamento habla del poder de Dios, lo hace en términos muy grandilocuentes. Es un Ser todopoderoso, que dividió el Mar Rojo y aniquiló al ejército del Faraón. Es un Dios ante quien ha de postrarse toda la humanidad, incluidos los más ricos y poderosos. Pero no es un tirano que usa caprichosamente su poder para mostrar su superioridad y valía, sino que lo sabe administrar con amor y ternura. Siendo inmensamente fuerte, es también inmensamente clemente y misericordioso. Así nos los describen los pasajes del Libro de la Sabiduría y del Salmo 85 que hemos escuchado.

En cambio, el Nuevo Testamento habla de un modo diferente del poder del Hijo de Dios, y de su Santo Espíritu. Jesús muestra su poder en su infinita humildad, en su supremo abajamiento. Siendo Dios, se hizo siervo de todos y murió en la Cruz (cf. Fil 2), y, así, logró la victoria más importante de la historia, venciendo al pecado y a la muerte. Sólo Dios puede ser tan humildemente poderoso.

En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos leído, san Pablo nos habla del misterioso poder del Espíritu Santo, el cual habita oculto en lo más profundo de nuestra persona, y, desde ahí, intercede por nosotros ante el Padre, pues nosotros no sabemos qué nos conviene pedir. El Espíritu Santo es tan sutil que muchas personas no saben que habita en su corazón. Sin embargo, ahí está, y cuando nos dejamos ayudar por Él, cuando somos dóciles a su tenue soplo, Él nos infunde sus dones. Y hace que nuestra oración ‒por Él inspirada‒ llegue hasta el Padre. Como Jesús, el Espíritu Santo personifica el poder del débil. Mansamente, nunca se impone, pero siempre se ofrece a ayudarnos con todo su poder y su gloria.

Este poder del débil está muy bien representado por el polvo de levadura que se echa en la masa de harina para que fermente y crezca profusamente, dando lugar a un sabroso pan. Es también como la minúscula semilla de la mostaza, de apenas un milímetro de diámetro, que da lugar a la hortaliza más grande, bajo la cual las aves pueden cobijarse. De este modo es descrita en el Evangelio según san Marcos (cf. Mc 4,30-32). Sin embargo, para mostrar lo mucho que crece el Reino de Dios, en los Evangelios según san Lucas (cf. Lc 13,18-19) y san Mateo (cf. Mt 13,31-32) se describe a la mostaza como un árbol sobre el cual anidan los pájaros. Así es el poder de Dios: a partir de lo más débil brota lo más grande.

En los Evangelios encontramos varias parábolas sobre la siembra. En una se nos dice que el sembrador esparce la semilla de la Palabra de Dios generosamente, no sólo en tierra fértil, también entre las piedras, al borde del camino y en las zarzas (cf. Mc 4,1-20). En otra se nos dice que es Dios quien hace crecer lo sembrado, haga lo que haga el labrador (cf. Mc 4,26-27). En la parábola de la cizaña se nos habla de un sembrador que siembra buen trigo. Pero, cuando éste empieza a crecer, descubre que hay también cizaña. La cual, además de ser un cereal de peor calidad, puede ser tóxica.

¿Por qué ha pasado esto? Es decir: ¿Cómo es posible que a Dios (el dueño de la mies) le hayan estropeado su trabajo? Jesús les dice a sus discípulos que el Diablo, a escondidas, ha sembrado el mal en el corazón de algunas personas, haciéndolas dañinas para el resto, como la cizaña en un trigal.

Para comprender todo esto hay que tener en cuenta que, siendo Dios bueno y clemente, nos ha dado libertad. Y esto supone que otro pueda intervenir libremente para estropear lo que Dios dispone. Efectivamente, el origen del mal está en el libre albedrío que tenemos las personas. Ser libres, es decir, no ser marionetas de Dios, tiene un duro precio: el mal puede actuar en nuestra vida.

¿Qué se puede hacer con ello? ¿Suprimimos el mal? ¿Eliminamos a las malas personas? Ésta última es la fácil solución que proponen los ayudantes del dueño de la mies. Pero, pensemos: ¿a qué grupo pertenecemos nosotros? Solemos pensar que la cizaña son los que nos hacen daño y nos complican la vida. Pero, ¿y nosotros?, ¿de verdad que sólo hay bien en nuestro corazón? ¿En mi interior no hay mal? ¿Soy realmente una buena persona? ¿Estoy totalmente seguro de que si ahora Dios echase al fuego la cizaña que hay en el mundo, no iría yo también con ella? La respuesta es simple: nadie es perfecto, por eso todos necesitamos de la misericordia de Dios para salvarnos.

Afortunadamente, Dios, siendo todopoderoso, también es bueno y clemente, y deja que sigamos en este mundo, a pesar de que a veces hacemos daño y complicamos la vida a otras personas. Cuando llegue el final de los tiempos, Dios enviará a sus ángeles para que erradiquen el mal. Sólo así podremos gozar de la eterna felicidad.

¿Mientras tanto qué podemos hacer? Seguir el ejemplo de Jesús, porque sólo la humildad puede vencer al mal en nuestro mundo. Ese es el poder del débil, el camino de la Cruz, un camino de abajamiento que nos conduce a la resurrección.

Siguiendo las palabras de san Pablo, dejemos que sea el Espíritu Santo el que nos indique qué debemos pedir y cómo debemos relacionarnos con Dios y las personas. Así, con la ayuda divina, podremos vivir santamente en un mundo en el que abunda la cizaña.

Fray Julián de Cos Pérez de Camino
Convento de San Esteban (Salamanca) 


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sábado, 23 de julio de 2011

Jesús nos enseña a actuar frente al mal

¡Amor y paz!

En otra parábola relacionada con el campo, el Evangelio nos ofrece hoy una reflexión sobre la realidad de la presencia del bien y del mal en el mundo. El mal, como cizaña, crece mezclado con el trigo, que representa al bien. De noche, se acercó cautelosamente el Maligno y sembró las semillas del mal en medio de las semillas sembradas por Jesús. Una de las principales armas del Maligno es crear confusión en medio del campo, tratando de llamar al mal bien, y al bien mal. 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según san Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". 
Comentario

a) Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña.

Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

A lo largo del evangelio hay momentos en que los apóstoles se muestran impacientes e intolerantes. Como cuando en un pueblo no les recibieron: «Maestro, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo?». Juan el Precursor también usaba un lenguaje duro: «ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,9). Pero Jesús mostró paciencia con los pecadores, y contó la parábola de la higuera a la que el dueño, antes de darla definitivamente por estéril, le concedió tiempo para ver si daba fruto.

El jueves de la próxima semana leeremos otra parábola de Jesús, la de la red del pescador que recoge peces buenos y malos, con la misma lección de paciencia que la de hoy.

b) En este mundo -y también en la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros- conviven, de momento, el bien y el mal. Conviene que lo recordemos y no nos pongamos nerviosos.

Jesús nos dice que hay quien siembra cizaña en su campo. Más adelante (lo leeremos el martes de la semana próxima), él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. No hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y serán poco más tolerantes, no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?

Sí, pero ¿y el escándalo? ¿Y el mal que pueden hacer los «malos» en la comunidad? No es que Jesús nos invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni tomemos la justicia por nuestra mano. Eso lo dejamos a Dios, para cuando él crea llegado el momento, «cuando llegue la siega». Y, por tanto, no nos ponemos en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás, buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían los perfectos y juzgaban a los demás.

Dios no es ciego. Ve el mal, ve a los malos. Pero tiene paciencia. Todo tiene su tiempo.

Jesús come con los pecadores y publicanos, y consigue, a veces, su conversión. El Reino ya está actuando, aunque no lo parezca y conviva, de momento, con el mal. La Iglesia no es la comunidad de los ya perfectos. Es la comunidad de los que van camino de la salvación, luchando contra el mal en sí mismos y en el mundo. Con respeto a la situación personal y al ritmo de maduración de cada uno. Como hizo Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191

domingo, 17 de julio de 2011

Venzamos el mal a fuerza de bien

¡Amor y paz!

La liturgia de la Palabra de éste y de los próximos domingos quiere hacernos reflexionar sobre un tema central del Evangelio: el Reino de Dios. Cada domingo, a través de las parábolas, nos acercará a una faceta distinta de este misterio.  Hoy la parábola que nos habla del Reino es la de la cizaña y el trigo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este XVI Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-43.

Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.  Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo. Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! 
Comentario

¿Recordáis «El revés de la trama», aquella dramática novela de Graham Greene? Me impresionó Scobie, su protagonista. Era un hombre dulce y paciente, austero, fiel, puntual cumplidor de sus deberes religiosos, honrado hasta el escrúpulo. Una virtud sobresalía siempre en él por encima de las demás: la compasión. Pero justamente esa compasión --un miedo casi enfermizo a hacer sufrir a los demás-- era la que iba desmoronando poco a poco su honradez.

Por compasión condesciende con la vida ilegal de un traficante. Por compasión, sigue aparentando amor a su mujer. Por compasión, empieza a vivir en adulterio con una joven, de ningún atractivo, pero simplemente para evitar que caiga en brazos de un desalmado. Como sabe que su mujer sospecha este adulterio y el confirmárselo podría llevarle a un mayor sufrimiento, para que deje de sospechar, decide recibir la comunión delante de ella aun cuando le horroriza el sacrilegio. Por compasión, en fin, decide suicidarse --¡él cree en el infierno!-- no para librarse él de sus problemas, sino para librarles a los demás de él. Pero ved el último detalle: amaña las cosas de tal manera que no parezca un suicidio, sino una repentina crisis cardíaca. ¡Es terrible! ¡Junto a las indudables virtudes de Scobie iban creciendo uno a uno sus horrores!

Charles Moeller, gran estudioso de la obra de Greene, se hace preguntas turbadoras e inquietantes: «en estos actos cometidos por Scobie, en esa su compasión, ¿puede hallarse un reflejo de la caridad de Dios? ¿Es cristiana la compasión de Scobie?». Me ha venido a la memoria esta apasionante novela al leer el evangelio de hoy: ¡la parábola de «la cizaña»! Trigo y cizaña así es como crecen, irremediablemente juntos, difícilmente separables, enroscada la una en el otro, teniendo que aceptar nosotros que sea Dios al final el que separe lo bueno de lo malo.

--Y eso ocurre en el campo de mi propio yo--. Parece increíble, pero así somos. Con el mismo corazón con que creemos «amar a Dios sobre todas las cosas», con ese mismo corazón envidiamos, avariciamos y odiamos. Somos capaces de pasar del «amar con todo el corazón» al «odiar con todo el corazón».

--En el campo del mundo--. ¿Es el mundo una inmensa película del Oeste con «los buenos» a un lado y «los malos» al otro? ¿O es más bien una lamentable tragicomedia en la que todos los hombres, los del Oeste y el Este, los del Norte y el Sur, como en una descomunal coctelera, echamos nuestras bondades y maldades, las mezclamos, las agitamos y las servimos?

--En cuanto a la Iglesia, ¿no pasa lo mismo?--. Cabodevilla titula un capítulo de uno de sus libros de esa elocuente manera: «Creo en la Santa Iglesia pecadora». Y, parafraseando a Orígenes cuando aplicaba a la Iglesia la frase del Cantar de los Cantares --«negra soy pero hermosa»--, él, Cabodevilla, enseñándonos la frase del revés, hace decir a la Iglesia: «Soy hermosa, pero negra», es decir, manchada; dejando entrever de este modo que hemos sido nosotros --el «inimicus homo»-- esto es, los cristianos, los que afeamos y ensuciamos ese «rostro que fue regenerado y lavado por la sangre del Cordero lnmaculado».

--«¿Quieres que arranquemos la cizaña?»--dijeron los labradores--. Y el Señor contestó que no. Que tendremos que «convivir con ella».

--¿De qué manera? San Francisco de Asís dio una fórmula pequeñita y eficaz. Para trabajarla cada día:

«Donde haya odio, que yo ponga amor.
Donde haya ofensa, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga unión.
Donde haya tinieblas, que yo ponga luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría».
Ya San Pablo recomendaba: «Vence el mal a fuerza de bien».

ELVIRA-1.Págs. 68 s.