jueves, 24 de mayo de 2012

«Que sean uno en nosotros, para que el mundo crea»


¡Amor y paz!

Se siente profunda tristeza al ver la división de las iglesias que dicen seguir a Jesús. Preocupa ver cómo se pelean unas a otras buscando nuevos prosélitos. Muchos destilan tanto odio y resentimiento que cuesta mucho creer que en verdad puedan amar al mismo Dios, que es amor y perdón. Lo peor es que mientras los cristianos se pelean, el mundo se derrumba.

Lo digo, a propósito de que hoy, en la continuación de la ‘oración sacerdotal’, el Señor pide no solo por sus discípulos de ese momento, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en Él. Y agrega: “que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Los invito, hermanos, a leer y editar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la VII Semana de Pascua.

Hoy, los católicos recordamos con especial veneración a la Madre de Dios en su advocación de ‘María Auxiliadora’. San Juan Bosco decía: "Propaguen la devoción a María Auxiliadora y verán lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros".

Dios  los bendiga…

Evangelio según San Juan 17,20-26.
No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".
Comentario

 (En las relaciones entre católicos y ortodoxos) la investigación teológica, que debe afrontar cuestiones complejas y encontrar soluciones no restrictivas, es un compromiso serio, al que no podemos renunciar.

Si es verdad que el Señor llama con fuerza a sus discípulos a construir la unidad en la caridad y en la verdad; si es verdad que la llamada ecuménica constituye una apremiante invitación a reedificar, en la reconciliación y en la paz, la unidad, gravemente dañada, entre todos los cristianos; si no podemos ignorar que la división hace menos eficaz la santísima causa del anuncio del Evangelio a todas las gentes (Mc 16,15), ¿cómo podemos renunciar a la tarea de examinar con claridad y buena voluntad nuestras diferencias, afrontándolas con la íntima convicción de que hay que resolverlas?

La unidad que buscamos no es ni absorción ni fusión, sino respeto de la multiforme plenitud de la Iglesia, la cual, de acuerdo con la voluntad de su fundador, Jesucristo, debe ser siempre una, santa, católica y apostólica. Esta consigna tuvo plena resonancia en la intangible profesión de fe de todos los cristianos, el Símbolo elaborado por los padres de los concilios ecuménicos de Nicea y Constantinopla (cf. Slavorum Apostoli, 15).

El Concilio Vaticano II reconoció con lucidez el tesoro que posee Oriente y del que Occidente "ha tomado muchas cosas"; recordó que los dogmas fundamentales de la fe cristiana fueron definidos por los concilios ecuménicos celebrados en Oriente; exhortó a no olvidar cuántos sufrimientos ha padecido Oriente por conservar su fe. La enseñanza del Concilio ha inspirado el amor y el respeto a la tradición oriental, ha impulsado a considerar al Oriente y al Occidente como teselas que forman juntas el rostro resplandeciente del Pantocrátor, cuya mano bendice toda la oikoumene. El Concilio fue aún más allá, al afirmar: "No hay que admirarse de que a veces unos hayan captado mejor que otros y expongan con mayor claridad algunos aspectos del misterio revelado, de manera que hay que reconocer que con frecuencia las varias fórmulas teológicas, más que oponerse, se complementan entre sí" (Unitatis redintegratio, 17).

Papa Benedicto XVI
Discurso del 30/06/2005 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
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