viernes, 6 de agosto de 2021

“Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes en que celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura de la profecía de Daniel    7, 9-10. 13-14

 

Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO    Sal 96, 1-2. 5-6. 9 (R.: Cf. 1a y 9a)

 

R.    El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra. 

 

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,

regocíjense las islas incontables.

Nubes y Tinieblas lo rodean,

la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.

 

Las montañas se derriten como cera

delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.

Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

 

Porque tú, Señor, eres el Altísimo:

estás por encima de toda la tierra,

mucho más alto que todos los dioses. R. 

 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9,2-10. 

 

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.

Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.

Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡Qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”. 

 

Palabra del Señor. 

 

PARA REFLEXIONAR

  • La lectura del libro de Daniel nos recuerda que la cultura griega como una nueva forma de entender la vida, invadía todo y se extendía con rapidez. Esto trajo una crisis profunda en todos los que se encontraban con su cultura y su fe. Con la llegada de Antíoco IV Epífanes, comienza una persecución abierta a los judíos que siguen fieles a su fe. La «cultura superior» lleva consigo la prepotencia y termina por masacrar a personas sencillas e inocentes. En este clima, surge el libro de Daniel invitando a resistir, recordando acontecimientos del pasado, anima a resistir en el tiempo presente.
  • La apocalíptica judía del siglo III a. C intentaba presentar las grandes opciones de Dios para el presente, mediante símbolos litúrgicos, cósmicos y sobrenaturales. El blanco representa la máxima santidad, la presencia divina. Los tronos simbolizan la capacidad para gobernar la historia. El hijo del hombre, aquel ser humano capaz de hacer realidad la voluntad de Dios. El evangelio se vale de estos símbolos para presentarnos la figura de Jesús como el hombre totalmente nuevo, capaz de realizar la unión definitiva entre Dios y su pueblo.
  • Los discípulos ven en Jesús, un Mesías triunfal e invencible. Pero Él, fiel a la voluntad del Padre, no se deja asociar a la imagen puramente mundana de sus discípulos y de muchos de la multitud. Ante la petición de Pedro, el mismo Padre manifiesta que quiere que los hombres escuchen a su Hijo y sigan su camino.
  • Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.
  • De cara al triunfalismo de Pedro y los discípulos, la palabra que autentica el Padre, es que el camino de Jesús, no es el de los triunfos estridentes, sino el de una subida a Jerusalén en la cual
    el Mesías sufrirá. La gloria de Dios actúa desde la humildad y la entrega.

***

  • La Transfiguración de Jesús nos muestra la vida a la que estamos llamados: el destino final de la existencia humana es ser transfigurados por la vida de Dios.
  • La vida es como una montaña que obliga a un ascenso lento y difícil, pero necesario para superar la insignificancia del llano. El hombre es invitado por la fe a superarse día a día hasta descubrir el significado total de la existencia humana. Cada uno debe hacer su propia búsqueda y su propia ascensión. A pesar de la oscuridad del camino, el cristiano es sostenido y guiado por su confianza plena de que “el amor de Dios se ha manifestado en Jesucristo”. Jesús transfigurado, imagen del hombre nuevo, es nuestra única garantía. Buscamos porque Él ya ha encontrado. Por eso buscamos en su nombre y tras sus huellas.
  • Nuestro camino de fe será permitir que el tejido de gracia y pecado que es nuestra vida, sea penetrado cada vez más por la gracia divina; que en esa mezcla de luces y sombras que hay en cada uno, resplandezca cada vez más la luz divina.
  • Todo lo que no es transfigurado e iluminado por Jesucristo, es desfigurado y se transforma en una caricatura deformada: si el amor de esposos no es transfigurado en la donación total y permanente al otro, termina por ser una soledad compartida; si la amistad no es transfigurada por la lealtad y sinceridad, termina por ser una búsqueda egoísta del otro; si la actividad política no es transfigurada por la búsqueda de justicia social, termina por ser un juego de poderes; si los bienes materiales no son transfigurados por la generosidad y la solidaridad, terminan por ser una acumulación utilitaria, etc.
  • Cualquier dimensión de nuestra vida o de nuestro mundo que no exponemos a la luz de Jesucristo, termina por perder su verdadero sentido y finalidad.
  • Como Iglesia no estamos libres de esta búsqueda. Dios no es propiedad de nadie. Seguir buscándolo en medio de la oscuridad, es la tarea que le permite a la Iglesia, ser la humilde servidora de Dios y de los hombres luchando por el reino más allá de los pobres y facilistas esquemas humanos, dejándose día a día transfigurar por la Palabra de gracia.
  • Para poder vivir este proyecto, la respuesta viene de la voz que escucharon los discípulos que nos invita a seguir escuchando a Jesús.
  • A Jesús no se le puede escuchar si no es siguiéndolo. Más aún, la única manera de escucharlo es recorriendo su mismo camino. El proceso de ir viviendo bajo su luz resplandeciente, ocurre en el itinerario imprevisible de nuestras vidas; itinerario no siempre agradable a nuestros pasos que, en ocasiones, desearían recorrer otros caminos. De ahí que seguir a Jesús significa tomar la propia cruz.
  • «Él que se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto». Atanasio, el Sinaita. 

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Descubrimos en el evangelio el «camino» que Jesús nos ofrece?
  • ¿Cuál es nuestra esperanza?
  • ¿Es nuestra oración un encuentro con Dios?

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral