jueves, 15 de agosto de 2013

"¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!”

¡Amor y paz!

De entre las cuatro solemnidades del calendario litúrgico en las que María es protagonista -1 de enero, Maternidad divina; 8 de diciembre, Inmaculada Concepción; 15 de agosto, gloriosa Asunción- o juega un papel decisivo -25 de marzo, Anunciación del Señor-, podríamos decir que dos de ellas tienen referencias más cristológicas -maternidad y anunciación- y las otras dos las tienen más eclesiológicas -concepción y asunción-.

Es cierto que para María -como para la Iglesia- todo es cristológico: ¡todo está en función del Cristo salvador! Pero con esta distinción quiero mostrar que en la comprensión de estos dos misterios de María entra un factor "ejemplar" para con la Iglesia que es importante: María es la primera redimida -inmaculada concepción- y es la primera glorificada -asunción-. (Pere Tena).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves en que celebramos la solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-56.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 
Comentario

Lucas sitúa el canto de María en el contexto de la visitación (1, 39-56). Isabel, internamente llena del Espíritu, ha exaltado la grandeza de María declarándola "bendita" y portadora de la bendición definitiva que se concreta en el fruto de su vientre (Jesucristo) (1, 42. Cfr 1, 45). María ha respondido con palabras de sonido antiguo (cfr. 1 Sam 2, 1-10) y contenido absolutamente nuevo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". Toda su grandeza es don de Dios y debe culminar gozosamente en canto de alabanza.

El canto de María testimonia la certeza de que llega el cambio decisivo de la historia de los hombres: Jesús es portador de aquella plenitud escatológica que el pueblo de Israel buscaba ansiosamente. Con palabras del antiguo testamento y en un contexto de piedad israelita, el canto que Lucas ha puesto en labios de María, expresa la certeza de que estamos ya en el culmen de la historia: Los caminos de los hombres han llegado hasta el final, todas sus leyes han sido ineficaces. Pues bien, es ahora cuando viene a mostrarse el verdadero camino de Dios entre los hombres.

Antes que nada, el canto de María es un testimonio de la manifestación destructora y transformante de Dios sobre la historia. Dios se hallaba velado tras el fondo de injusticia original de nuestro mundo, aparecía como apoyo y garantía de la fuerza de los grandes (los soberbios, poderosos, ricos de la tierra). Ciertamente había una palabra de esperanza contenida en las promesas de Abrahán y de su pueblo; pero el mundo en su conjunto estaba ciego, abandonado de Dios y sometido a los poderes de la tierra, que, de un modo o de otro, acaban divinizándose a sí mismos. Pues bien, sobre ese fondo de "injusticia" (que es la verdadera idolatría de los hombres) se ha venido a manifestar la verdadera intimidad de Dios, por medio de Jesús el Cristo: Dios se desvela como la fuerza de la santidad misericordiosa que "enaltece a los humildes, colma a los hambrientos" y demuestra que la seguridad de los grandes es totalmente vacía.

Resulta impresionante descubrir la hondura de contenido social de esta alabanza de María. La presencia de Dios sobre la tierra se traduce (o tiene que traducirse) en una transformación que cambia todos los fundamentos de la historia. La grandeza de los hombres que han buscado (y buscan) su provecho mientras sufren los humildes de la tierra se ha venido a mostrar antidivina, por mucho que vistan su poder con frases aparentemente religiosas. Dios se ha definido por Jesús como el amor que auxilia y enriquece a los pequeños. El intento de aplicación concreta de esta certeza radical del cristianismo, contenida en el canto de María, significaría la más profunda de todas las revoluciones sociales de la historia.

Pero este canto es algo más que una "proclama social" y nos descubre que solamente Dios es la riqueza verdadera; por eso, el que se encuentra lleno de sí mismo y de sus cosas, en realidad está vacío. Solo abriéndose a la hondura de Dios y de su amor, al recibir la gracia del perdón y al extenderla hacia los otros, el hombre llega a convertirse verdaderamente en rico. El ejemplo máximo es la figura de María.

Por eso, este canto es finalmente el himno de la gloria a María. Se le glorifica porque ha creído en Dios y ha permitido que Dios realice obras grandes por medio de ella. Por eso "la proclamarán bienaventurada todas las generaciones" (Lc 1, 48). Aquí, en el principio del evangelio de Lucas, encontramos el principio del culto cristiano a María y la certeza de su valor y pervivencia. Por eso, como cristianos del siglo XX, apoyados en toda la historia de la iglesia, seguimos cantando la grandeza de María, procurando hacer presente su mensaje, tal como ha sido formulado en nuestro texto por san Lucas.

Comentarios a la Biblia Litúrgica NT
Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1231 ss.