martes, 6 de julio de 2010

‘Rueguen al dueño de los sembrados que envíe obreros para la cosecha’

¡Amor y paz!

En el Evangelio de hoy, Jesús cura a un mudo y mientras la gente sencilla reacciona admirada, los fariseos se niegan a reconocer la evidencia. Es así como el Señor recorre pueblos y aldeas y se da cuenta de cómo sufre la gente, por lo que se compadece de ella y la ayuda.

Él quiere que sus discípulos hagan otro tanto, pero reconoce que el trabajo es mucho y los obreros son pocos y por eso pide a quienes lo siguen que, en primera instancia, oren para que el dueño de la mies envíe más trabajadores a su mies.

Eso es algo que debemos hacer hoy nosotros que sabemos cuántos hermanos nuestros viven tristes, desorientados y necesitados y requieren de fieles discípulos de Cristo que les manifiesten la bondad y misericordia de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y luego a orar, en este Martes de la XIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,32-38.

En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado.
El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: "Jamás se vio nada igual en Israel". Pero los fariseos decían: "El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios". Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."

Oración

Padre santo, fuente inagotable de la existencia y del amor,
que en el hombre viviente das a conocer el esplendor de tu gloria,
y que pones en su corazón la semilla de tu llamada,
haz que nadie, por nuestra negligencia, ignore o pierda este don,
sino que todos puedan caminar con generosidad
hacia la realización de tu Amor.

Señor Jesús, que a lo largo de tu peregrinaje
por los caminos de Palestina, has escogido y llamado a los apóstoles
y les has confiado el encargo de predicar el Evangelio,
de apacentar a los fieles, de celebrar el culto divino,
haz que, tampoco hoy, falten en tu Iglesia
sacerdotes santos que lleven a todos
los frutos de tu muerte y de tu resurrección.

Espíritu Santo, tú que santificas a la Iglesia
con la constante efusión de tus dones,
mete en el corazón de los llamado(a)s a la vida consagrada
una íntima y fuerte pasión por el Reino,
a fin de que con un «sí» generoso e incondicional
pongan su existencia al servicio del Evangelio.

Virgen Santísima, tú que sin dudar
tú misma te has ofrecido al Todopoderoso
para la realización de su designio de salvación,
suscita en el corazón de los jóvenes la confianza
a fin de que haya siempre pastores celosos
que guíen al pueblo cristiano por el camino de la vida,
y almas consagradas capaces de dar testimonio,
a través de la castidad, la pobreza y la obediencia,
de la presencia liberadora de tu Hijo resucitado.
Amén.

Juan Pablo II
Mensaje para la 38 Jornada de oración por las vocaciones, 6 de mayo 2001
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