¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este VI Domingo del Tiempo Ordinario,
ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 6 º
Domingo del Tiempo Ordinario (A)
Lectio
Domingo, 16 de febrero de 2020
La nueva
“justicia”
Así fue dicho a los antiguos; pero yo os digo…
Mateo 5,17-37
Así fue dicho a los antiguos; pero yo os digo…
Mateo 5,17-37
1. LECTIO
a) Oración inicial
” Habla,
Señor, que tu siervo escucha.” ¡Háblanos en este momento, Señor! Queremos
acoger tu Palabra, permitir que esta página del evangelio entre en nuestra vida
para que ilumine y fortalezca nuestro camino, anime y transforme nuestras
actitudes. Todos deseamos madurar en el camino de la escucha de tu Palabra para
que nuestro corazón sea transformado.
En nosotros
existe el deseo de leer y comprender esperando de tu bondad y generosidad ser
guiados en la comprensión de tu Palabra. Que tu hablar a nuestro corazón no
encuentre ningún obstáculo o resistencia. Que tu Palabra de vida no recorra en
vano el desierto árido de nuestra vida. Entra en el vacío de nuestro
corazón con la fuerza de tu Palabra; ven a ocupar un lugar en nuestros
pensamientos y sentimientos, ven a vivir en nosotros con la luz de tu Verdad.
b) Lectura del Evangelio: Mateo 5,17-37
17 "No
penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento.
18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.
20 "Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
21 "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.
22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.
23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,
24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
25 Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.
26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
27 "Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio. ‘
28 Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.
30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
31 "También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.
32 Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.
33 "Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.
34 Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo , porque es el trono de Dios,
35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén , porque es la ciudad del gran rey.
36 Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro.
37 Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno.
18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.
20 "Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
21 "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.
22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.
23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,
24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
25 Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.
26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
27 "Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio. ‘
28 Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.
30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
31 "También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.
32 Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.
33 "Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.
34 Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo , porque es el trono de Dios,
35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén , porque es la ciudad del gran rey.
36 Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro.
37 Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno.
c) Momento
de silencio orante
El silencio
crea una atmósfera interior de intimidad y, al mismo tiempo, esponja nuestro
espíritu para saborear la Palabra.
2. MEDITATIO
a) Clave de
lectura
Mt 5-7: El
contexto del “Discurso de la montaña.”
Jesús
presenta a las muchedumbres que van a él para escucharlo, un discurso que
sorprende por la autoridad que lo envuelve: les comunica a ellas con energía
las exigencias de una vida centrada en la realidad de ser hijos de Dios y en la
fraternidad con todos. Su intención es dar pleno sentido al
precepto de la ley hebraica.
Al colocar
este primer discurso de Jesús en la montaña el evangelista ha querido llevar a
la mente del lector la imagen de Moisés que da la Ley en el monte Sinaí
(Ex 24,9).
Esta enseñanza se lleva a cabo estando Jesús sentado, posición que recuerda la
postura del rabino hebraico que interpreta la Escritura a sus discípulos. Es
difícil captar la riqueza de los temas que recorren este largo discurso, tanto
que algunos estudiosos prefieren llamarlo “ las palabras evangélicas de
Jesús.”
Nuestro
texto litúrgico va precedido de un exordio en el que se presentan las
bienaventuranzas como cumplimiento de la Ley ( Mt 5,3-16). El mensaje de Jesús
en este principio se centra en la felicidad en sentido bíblico, que pone al
hombre en la justa relación con Dios y, en consecuencia, con la totalidad de la
vida: una felicidad en relación con la misma realidad del reino de los
cielos. En una segunda parte se desarrolla el tema de la “justicia” del reino
de los cielos (5,17-7,12). Al fondo de este último extenso contexto se
encuentra la enseñanza de Jesús que escuchamos en la liturgia de la Palabra de
este domingo ( 5,17-37).
Mt
5,17: Jesús cumplimiento de la Ley y de los Profetas
En estas
primeras afirmaciones Jesús se presenta como aquel que “cumple la Ley”:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento” (v.17). Jesús declara que él es el cumplimiento
de la Ley. El lector comprende las consecuencias de estas palabras de
este modo: sólo a través de él se puede entrar en el reino de los cielos,
incluso el más pequeño de los mandamientos adquiere sentido a través de su
persona. Es como decir que Jesús es la medida para entrar en el reino de los
cielos: cualquiera, pequeño o grande, depende de la elección de dejarse
conducir por aquel que cumple la Ley y los Profetas. De ahora en adelante, la
Ley, la enseñanza de los profetas, la justicia, adquieren su verdadera
profundidad salvífica a partir del vínculo con su persona.
El lector
sabe que en el Antiguo Testamento estas realidades se veían como separadas y
diferentes entre sí: la Ley contenía la voluntad de Dios; la justicia expresaba
el compromiso humano por observar los contenidos de la voluntad de Dios
presentes en la Ley; los Profetas, exégetas de la Ley, eran los testimonios del
cumplimiento de la fidelidad de Dios en la historia. En la persona de Jesús
estas tres realidades se unifican: encuentran en él su sentido y valor. Jesús
declara abiertamente que ha venido a cumplir la Ley y los Profetas. ¿Qué quiere
decir esta afirmación de Jesús? ¿Qué quiere decir “la Ley y los Profetas”? No
se puede pensar que Jesús cumpla las profecías (en el sentido literal) de la
Ley y de los Profetas, sino, más bien, las enseñanzas de la Ley y de los
Profetas. Pero, de modo particular, ¿qué significa “abolir”, “cumplir” las
enseñanzas de la Ley y de los Profetas? La respuesta se presenta en dos
niveles. El primero mira hacia la enseñanza de Jesús, que no cambia los
contenidos de la Ley y de los Profetas cuya función era didáctico-instructiva;
en efecto, Mateo considera a los Profetas como los testimonios del mandamiento
del amor ( Os 6,6// Mt 9,13; 12,7). El que Jesús lleve al cumplimiento de las
enseñanzas de la Ley y de los Profetas puede significar que él los
“manifiesta en su significado”, “los lleva a su completa expresión” (U. Luz); y
excluye el significado de “invalidar”, “abolir”, “no observar”, “infringir”.
El segundo
nivel implica el actuar de Jesús: ¿cambia o no la misma ley? En este caso
cumplir la Ley podría significar que Jesús con su comportamiento añade algo que
falta o bien lo lleva a cumplimiento, perfecciona las enseñanzas de la Ley. Más
concretamente: Jesús en su vida, con su obediencia al Padre, “cumple” las
exigencias que nacen de la Ley y de los Profetas; en definitiva, observa
completamente la Ley. Más plenamente: por medio de su muerte y resurrección
Jesús ha cumplido la Ley. Pensamos que el énfasis se pone en el comportamiento
de Jesús: con la obediencia y la práctica ha cumplido la Ley y los Profetas.
Mt
5,19: Jesús que enseña la voluntad del Padre es el cumplimiento de la
Ley.
No se le
evita al lector el uso del verbo “actuar y enseñar”: los preceptos de la Ley
para “quien los observe y enseñe.” Tales aspectos recogen totalmente la imagen
global de Jesús en el pensamiento de Mateo: Jesús que enseña la voluntad de
Dios y el cumplimiento de la Ley es el hijo obediente del Padre (3,13-4,11).
Aquí está el modelo de comportamiento que se pone ante nosotros en esta página
del evangelio. Ciertamente el énfasis está en el cumplimiento de la Ley por
medio de la obediencia, pero esto no excluye un cumplimiento mediante su
enseñanza. No hemos de olvidar que a Mateo le es muy querida la unidad entre la
práctica y la enseñanza de Jesús; es maestro en la obediencia y en la práctica.
Sin embargo la prioridad la tiene la praxis como se deduce de la amonestación
de guardarse de los pseudoprofetas en 7,20: “Por sus frutos los conoceréis.” Es
interesante notar que Mateo utiliza este verbo cumplir, llevar a plenitud, sólo
para Jesús: sólo él cumple la Ley, sólo su persona presenta las características
de la plenitud. Aquí radica su autorizada exhortación, que para nosotros se
convierte en un “envío”, una tarea de cumplir en plenitud la Ley: “Yo os
digo…” (vv.18.20).
Mt 5,20: Jesús
cumple la justicia.
Este modo
de cumplir Jesús la justicia se distingue de los modos como lo entienden y
viven en el judaísmo; en Jesús se presenta un nuevo estilo de justicia:
"Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos” (v.20). Los
escribas son los teólogos y los intérpretes oficiales de la Escritura
(5,21-48), los fariseos, en cambio, son los laicos comprometidos de aquel
tiempo, atados excesivamente a las prácticas de piedad (6,1-18). La justicia
practicada por estos dos grupos no es suficiente, no puede servir de modelo:
esta impide entrar en el reino de los cielos. Los destinatarios de esta
exhortación son, en el fondo, los discípulos; es una reflexión para nosotros.
Ciertamente la voluntad de Dios está relacionada con la Ley, pero es Jesús quien
encarna un nuevo modo de poner en práctica la justicia. Jesús quiere una “justicia
más grande”, ¿qué quiere decir esto? La de los escribas y fariseos está en
relación con la justicia de los hombres; la justicia que Jesús predica, en
cambio, exige una justicia más consistente, sensiblemente mayor a la practicada
por el judaísmo. En qué consiste este “mayor” nuestro texto no lo
esclarece de modo inmediato. Se hace necesario leer lo que sigue en la
enseñanza de Jesús.
Mt
5,20: La radicalidad de la justicia predicada por Jesús.
No se trata
de enfatizar de modo radical algunos mandamientos de la Ley; más bien es
primordial que sea el mandamiento del amor el centro de estos mandamientos
particulares. El “mayor” cuantitativo va encaminado a reforzar
el aspecto cualitativo delante de Dios: el mandamiento del amor. La comunidad
creyente es llamada a subordinar al mandamiento del amor, considerado como
central, los numerosos mandamientos de la Ley. No hay tensión entre los
preceptos particulares y el mandamiento del amor. Las instrucciones de Jesús se
hacen vinculantes en la línea con las enseñanzas legales veterotestamentarias.
Para Jesús no hay ninguna oposición entre las prescripciones particulares de la
Ley y el mandamiento del amor: se han de considerar en una relación armoniosa
porque en esta relación conjunta nos viene ofrecida la voluntad de Dios ( U.
Luz).
Mt
5,23-25: ¿Cómo ha de ser la relación entre los hermanos? Después de
las exigencias radicales que insisten en la invitación a seguirlo, Jesús
afronta el argumento de las relaciones fraternas. No basta circunscribir todo
al compromiso del acto externo de no matar: "Habéis oído que se
dijo a los antepasados: No matarás…” (v.21). Es indispensable romper
esta normativa tan limitada, aunque también radical: ¡no matarás! El quinto
mandamiento recomendaba el respeto a la vida (Ex 20,13; Dt 5,17). Ahora se
propone una profundización o un horizonte completamente nuevo en el espíritu
del decálogo. Si no se permite matar físicamente a una persona quiere decir que
se permite hacerlo de otros modos: el odio, la ofensa, la maldad, el desprecio,
la ira, la injuria. En la perspectiva, completamente nueva, del Discurso de la
Montaña cada falta de amor hacia el prójimo conlleva la misma culpabilidad del
homicidio. De hecho, la cólera, la ira, el desprecio del otro nacen de un
corazón desprovisto de amor. Para Jesús no se infringe la Ley solamente
matando, sino también con todas aquellas acciones que pretenden destruir o
“frustrar” al otro.
Jesús no
trata la cuestión de quién está equivocado o quién tiene razón sino que
quien “ofende al hermano o lo calumnia públicamente no tiene ya ningún
espacio delante de Dios porque es un homicida.” (Bonhoeffer, Sequela
120). De aquí la severidad que niega el valor del óbolo, del culto, de la
oración y la celebración eucarística. Quien se ha separado del hermano también
se ha separado de la relación con Dios. Necesita entonces una reconciliación
previa con el hermano que tiene algo contra él: contra ti, no tú contra él. Se
da una novedad en esta palabra, aunque no fácil de compartir. A un hermano mío
que tiene “algo contra mí” le respondo yendo hacia él: “ve primero
a reconciliarte”, sin aumentar la distancia. No es sólo cuestión de
querer perdonar: es urgente reconstruir las relaciones fraternas porque el bien
del hermano es el bien mío. Jesús dice: “Ve primero…” En primer
lugar, antes de rezar, antes de dar, antes que el otro de el primer paso, está
el movimiento de mi corazón, de mi cuerpo hacia el otro. Este ir hacia el otro
tiene la finalidad de recomponer el desgarro; un movimiento que tiende a la
reconciliación.
b) Algunas
preguntas
Para
orientar la meditación y la actualización
- ¿Estás
siempre, en tu vida, abierto a la llamada de Jesús a una justicia más grande?
¿Eres consciente de no estar aún en la justicia plena?
- ¿En la
práctica de la justicia te confrontas con el actuar de Dios? ¿No sabes que la
justicia de vivir nuevas relaciones humanas nos es dada? Una confirmación la
encontramos en las palabras del apóstol Pablo: “y ser hallado en él, no con
la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo,
la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe” (Fil 3,9).
- ¿La
expresión de Jesús “pero yo os digo” es para nosotros un imperativo
o un mandamiento teórico? ¿Somos conscientes de que la justicia siempre más
grande no es otra que la continua disponibilidad a confrontarse con la
existencia de Cristo, el solo justo (Lc 23,47)?
- ¿Nuestra
justicia se compromete a imitar algo de la justicia de Dios, de su gratuidad,
de su creatividad? Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado;
una vez hechos libres ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando
una justicia que no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que,
de hecho, crea para los otros espacios de un posible retorno a una vida
auténtica?
3. ORATIO
a) Salmo 119(118),1-2.4-5.17-18.33-34
El Salmo
nos invita a obedecer la ley del Señor con todo el empeño personal. Esta
posibilidad no es sólo una obligación exterior sino un don concedido al hombre
que pone su confianza en Dios. La práctica de la justicia nueva para entrar en
el reino de los cielos no puede nacer sólo de un empeño individualita sino de
un diálogo familiar y constante con la Palabra de Dios.
Dichoso el
que, con vida intachable,
Camina en la voluntad del Señor.
Dichoso el que, guardando sus preceptos
Lo busca con todo el corazón.
Tú promulgas tus decretos
Para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas.
Haz bien a tu siervo: viviré
Y cumpliré tus palabras;
Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón.
Camina en la voluntad del Señor.
Dichoso el que, guardando sus preceptos
Lo busca con todo el corazón.
Tú promulgas tus decretos
Para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas.
Haz bien a tu siervo: viviré
Y cumpliré tus palabras;
Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón.
b) Oración
final
La Palabra que hemos escuchado y meditado se nos presenta
fuerte, Señor y ha puesto en crisis nuestra actitud: “Ve primero a
reconciliarte”. En primer lugar, antes de presentarnos ante el altar, antes de
presentar nuestras cosas y entregarlas con amor, antes que sea el hermano quien
tome la iniciativa, ayuda a nuestro corazón a realizar aquel movimiento que
arregla el conflicto, el desgarro , de este modo, recomponer la armonía
perdida.
4. CONTEMPLATIO
San Juan
Crisóstomo nos invita con fuerza y firmeza: “ Cuando te resistes a
perdonar a tu enemigo, te ocasionas una injuria a ti no a él. Esto que estás
preparando es un castigo para ti en el día del juicio.” (Discurso 2,6). Déjate
transformar por el amor de Dios, para cambiar la vida, para convertirte, para
volver al camino de la vida.
Orden
de los Carmelitas