sábado, 8 de enero de 2022

“Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”

Amor y paz!


Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado después de Epifanía, ciclo C.


Dios nos bendice…


PRIMERA LECTURA

Él nos escucha en todo lo que le pedimos. 

Lectura de la primera carta de san Juan 5, 14-21

Hijos míos:

Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo conforme a su voluntad. Y sabiendo que Él nos escucha en todo lo que le pedimos, sabemos que ya poseemos lo que le hemos pedido.

El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte; por éste no les pido que oren.

Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte.

Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y el Maligno no le puede hacer nada.

Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del Maligno. Y sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero; y nosotros permanecemos en el que es Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Él es el Dios verdadero y la Vida eterna.

Hijitos míos, cuídense de los ídolos.


SALMO RESPONSORIAL 149, 1-6a. 9b

R/. ¡El Señor ama a su pueblo!

Canten al Señor un canto nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que Israel se alegre por su Creador y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas, cántenle con el tambor y la cítara, porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria y canten jubilosos en sus fiestas. Glorifiquen a Dios con sus gargantas; éste es un honor para todos sus fieles.

 

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 4, 16


El amigo del esposo se llena de alegría al oír su voz.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 22-30

Jesús fue con sus discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba.

Juan Bautista seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse bautizar. Juan no había sido encarcelado todavía.

Se originó entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación.

Fueron a buscar a Juan y le dijeron: “Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio, también bautiza y todos acuden a Él”.

Juan respondió:

“Nadie puede atribuirse nada que no haya recibido del cielo. Ustedes mismos son testigos de que he dicho: “Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de Él”.

En las bodas, el que se casa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora perfecto. Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”.

1. Los límites de nuestra oración


1.1 Una de las diferencias entre la fe y la magia es que la magia se presenta con una promesa de omnipotencia. Brujos y hechiceros creen que todo finalmente se puede conseguir a fuerza de mayor concentración mental, mejores recetas o conocimientos más recónditos. La fe no es así. Nuestra fe no nos vuelve omnipotentes; nuestra oración no es una varita mágica; no es tampoco una amplificación de nuestra voluntad. Y ahí está el apóstol Juan para recordárnoslo.

1.2 El texto de hoy, en efecto, nos enseña dos límites de la oración cristiana. El primero es que lo que pedimos concuerde con la voluntad divina. Orar no es hacerle presión a Dios, sino dejarnos guiar, y además ayudar a guiar al mundo, por los senderos del amor y la sabiduría de Aquel que mejor nos conoce y ama.

1.3 El segundo límite es más difícil de entender. Tiene que ver con aquello de no orar por los pecados que llevan a la muerte (1 Jn 5,16). Es extremadamente arduo determinar la naturaleza exacta de este pecado y si Juan cree que uno puede estar seguro de que alguien lo ha cometido. En cualquier caso parece imposible que un cristiano vea que un pecado gravísimo se comete y decide no orar por el que cometió ese pecado, sólo porque está convencido de que ya ese es un pecado "que lleva a la muerte".

1.4 Lo que sí parece cierto es que hay un límite a nuestra oración. No podemos lograrlo todo con nuestra oración, al punto de pensar que podremos convertir a cualquier persona, incluso si ella se obstina en no quererlo. Tal vez ese pecado que lleva a la muerte alude precisamente a la condición del que se obstina en su maldad rechazando toda posibilidad de gracia, de conversión o de misericordia hacia sí mismo. Un caso extremo sería el de los condenados. Aunque la Iglesia nunca ha definido la condenación de nadie en particular, ni aún Judas Iscariote, ha sido convicción suya desde siempre que no hay que orar por los condenados, aunque de hecho no sepamos quiénes puedan estar en esa condición.

1.5 Lo cierto, insisto, es que hemos de entender que nuestra oración no usurpa soberanía a Dios; no es una fuerza sobre Él, sino de Él.

2. El Amigo del Esposo

2.1 El evangelio de hoy nos trae un tema distinto. Juan, el bautista, el coloso que nos ha acompañado desde el adviento, se despide. Su misión ha concluido. Su dedo ya señala al Esperado, el bendito Mesías, y sus palabras ya anuncian al Cordero que quita el pecado. Ha preparado la Boda de su Amigo; ha vivido para ver el gran momento; toda su energía y su tiempo han sido también su ofrenda, y la hora de la ofrenda es llegada. ¡Dios, qué grande es este hombre!

2.2 Cristo-Esposo: así lo mira Juan. Poco se predica de las bodas de Cristo, y sin embargo fueron la imagen que el Precursor escogió para retratar la vida de su Amigo, y de paso la suya propia. Enseñanza y propósito: meditaré y predicaré más a menudo en esta preciosa imagen: Cristo es el Esposo; nosotros, la Iglesia, somos su Amada, somos el amor de su alma. Cristo no es un solterón empedernido, es un Novio enamorado, es un Esposo fidelísimo, es el Divino Amante que quiere dar de su amor como sólo se entrega el amor en la intimidad del tálamo más puro y más bello.

2.3 Juan es el amigo del Esposo. ¡Cuánta humildad, cuánta pureza, cuánto vigor en esa imagen! Él es el que entrega amor a su amigo haciendo posible el encuentro con la Amada. ¿Hay amor más fino, varonil y puro que el de ese amigo del Esposo? Tal modelo han de tomar el sacerdote, el predicador, el misionero. Todos ellos son o somos, como el Bautista, amigos del Esposo, y nuestra meta es que la gente, la Iglesia bella, se quede con Él, no con nosotros. ¡Y es tan hermoso ver cómo, después de la comunión eucarística, cada uno queda en su asiento, y todos somos uno en Él y junto a Él, pero cada uno lo siente suyo y se siente suyo!


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