¡Amor
y paz!
Durante
esta primera semana de Pascua, leemos algunos relatos que nos hablan de la
resurrección. Hoy, Mateo nos narra el
encuentro del Resucitado con las dos Marías, la de Magdala y "la
otra". Este encuentro tiene tres momentos: iniciativa de Jesús (que saluda
afectuosamente e invita a no temer), reacción por parte de las mujeres (que se
postran en señal de adoración) y encargo por parte de Jesús (que las convierte
en mensajeras de la buena noticia, en misioneras).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Lunes
de la 1ª. Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Mateo 28,8-15.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Comentario
a)
Dos grupos de personas han visto el sepulcro vacío y corren a anunciarlo,
aunque de forma muy distinta: las mujeres y los guardias.
No es
pequeño el mérito de aquellas mujeres seguidoras de Jesús. Le habían acompañado
y ayudado durante su ministerio. Estuvieron presentes al pie de la cruz, con
una valentía que dejaba en evidencia la cobardía de la mayoría de los
apóstoles. Son también las que acuden antes al sepulcro, y ahora merecen la
primera aparición del Resucitado.
Al
ver el sepulcro vacío y oír las palabras del ángel que les asegura que «no está
aquí, ha resucitado», se marchan presurosas, llenas a la vez de miedo y de
alegría. Y en seguida se les aparece el mismo Jesús. Ellas venían en busca de un
muerto y ahora le encuentran vivo. La primera palabra que les dirige es:
«alegraos... no tengáis miedo», y les da un encargo: «id a comunicar a mis
hermanos...». Estas mujeres creyentes son las que primero pueden dar testimonio
de la resurrección de Jesús y se convierten en mensajeras de la gran noticia
para con los mismos apóstoles: apóstoles de los apóstoles. Aunque no les van a
hacer mucho caso.
Los
guardias también han visto el sepulcro vacío. Su primer sentimiento es el
miedo, porque han descuidado la misión que les habían encomendado. Pero aceptan
el soborno que les proponen: la corrupción es un mal muy antiguo. Y hacen
correr la voz de que han robado el cadáver del crucificado.
b) No
tengáis miedo. Id a decir...
También
nosotros nos sentimos animados por esta palabra, que nos invita ante todo a no
perder nunca la esperanza. Y además, a seguir dando testimonio del Resucitado
en nuestro mundo.
Primero
fueron aquellas mujeres. Y como ellas, cuántas otras, a lo largo de la historia
de la Iglesia, han dado parecido testimonio de Cristo Jesús en la comunidad
cristiana, en la familia, en la escuela, en los hospitales, en las misiones, en
tantos campos de la vida social.
Después
de las mujeres vinieron Pedro, Juan y los demás apóstoles, y generaciones y
generaciones de cristianos a lo largo de dos mil años. Y ahora, nosotros. En
medio de un mundo que sigue prefiriendo la versión del robo, u otras igualmente
pintorescas, los cristianos recibimos el encargo de anunciar a Cristo
Resucitado, único salvador de la humanidad. Ante tantos que sufren
desorientación y desencanto, nosotros nos convertimos en testigos de la vida y
de la esperanza.
Probablemente,
ante las dificultades y la apatía de muchos, también nosotros necesitemos oir
la palabra alentadora: «alegraos... no tengáis miedo... seguid anunciando...».
Nuestro testimonio será creíble si está convertido en vida, si se nos nota en
la cara antes que en las palabras. La Resurrección de Jesús no es sólo una
noticia, una verdad a creer o un acontecimiento a recordar: es una fuerza de
vida que el Resucitado nos quiere comunicar a cada uno de nosotros.
Uno
de los momentos privilegiados de nuestro encuentro con él es la Eucaristía.
Cada vez que la celebramos deberíamos salir, como las mujeres del evangelio, llenos
de la buena noticia y de la experiencia de comunión con el Señor, dispuestos a
comunicar con verdadero aire de alegría a nuestra sociedad, a nuestra familia,
a nuestra comunidad religiosa, el mensaje de vida que nos ha encargado el Señor
resucitado.
También
nosotros, como el salmista creyente y como Jesús en el trance de su muerte,
podemos decir el salmo 15 con sentido. Si estamos experimentando momentos de
desconcierto o de dolor, digámosle a Dios, al inicio de la Pascua: «con él a mi
derecha no vacilaré... me enseñarás el sendero de la vida». Las dificultades de
la vida pertenecen a nuestro seguimiento de ese Cristo que llegó a la nueva
existencia a través de la pasión y de la muerte. Con él estamos destinados
todos a la vida
Por
eso escuchamos y creemos la consigna del Resucitado: «alegraos».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 21-24
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 21-24