¡Amor y paz!
Qué hermosa la comparación con la que hoy describe
Jesús la unión de los discípulos con él.
Él es la vid, la cepa. Los fieles son los
sarmientos. De la vid pasa la savia, o sea, la vida, a los sarmientos, si
«permanecen» unidos a la vid. Si no, quedan secos, no dan fruto y se mueren. El
verbo «permanecer», en griego «menein», aparece 68 veces en los escritos de
Juan: once de ellas en este capítulo 15.
Dios Padre es el viñador, el que quiere que los
sarmientos no pierdan esta unión con Cristo. Ésa es la mayor alegría del Padre:
«que deis fruto abundante». Incluso, para conseguirlo, a veces recurrirá a la
«poda», «para que dé más fruto».
Los invito, hermanos, a leer y meditar el
Evanvgelio y el coentario, en este miércoles de la 5ª. Semana de Pascua.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Juan 15,1-8.
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Comentario
De entre las varias comparaciones que tienen como
clave la vid y la viña el pueblo de Israel como una viña plantada por Dios, que
se queja amargamente de que la viña en la que había puesto su ilusión no le da
frutos; los viñadores malos castigados porque no pagan al dueño-, ésta de la
cepa y los sarmientos es la que más íntimamente describe la unión vital de
Cristo con sus seguidores.
La metáfora de la vid y los sarmientos nos
recuerda, por una parte, una gozosa realidad: la unión íntima y vital que
Cristo ha querido que exista entre nosotros y él. Una unión más profunda que la
que se expresaba en otras comparaciones: entre el pastor y las ovejas, o entre
el maestro y los discípulos. Es un «trasvase» íntimo de vida desde la cepa a
los sarmientos, en una comparación paralela a la de la cabeza y los miembros,
que tanto gusta a Pablo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que
esta comunión la realiza el Espíritu: «La finalidad de la misión del Espíritu
Santo es poner en comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu es
como la savia de la vid del Padre que da su fruto en los sarmientos» (CEC
1108).
Esta unión tiene consecuencias importantes para
nuestra vida de fe: «el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto
abundante».
Pero, por otra parte, también existe la posibilidad
contraria: que no nos interese vivir esa unión con Cristo. Entonces no hay
comunión de vida, y el resultado será la esterilidad: «porque sin mí no podéis
hacer nada», «al que no permanece en mí, lo tiran fuera y se seca», «como el
sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros si no permanecéis en mí». Es bueno que hoy nos preguntemos: ¿por qué
no doy en mi vida los frutos que seguramente espera Dios de mí? ¿qué grado de
unión mantengo con la cepa principal, Cristo?
En un capítulo anterior, el evangelista Juan pone
en labios de Jesús otra frase muy parecida a la de hoy, pero referida a la
Eucaristía: «el que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en
él... Como yo vivo por el Padre, así el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,
56-57). La Eucaristía es el momento más intenso de esta comunión de vida entre
Cristo y los suyos, que ya comenzó con el Bautismo, pero que tiene que ir
cuidándose y creciendo día tras día. Tiene su momento más expresivo en la
comunión eucarística, pero luego se prolonga -se debe prolongar- a lo largo de
la jornada, en una comunión de vida y de obras.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 108-111
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 108-111