¡Amor y paz!
Los invito hermanos a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado de la 11ª semana del tiempo ordinario. Ciclo B.
Dios nos bendice...
1ª Lectura (2Cor 12,1-10): Hermanos: Toca presumir. Ya sé
que no está bien, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de
un cristiano que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo, con el
cuerpo o sin cuerpo, ¿qué sé yo? Dios lo sabe. Lo cierto es que ese hombre fue
arrebatado al paraíso y oyó palabras arcanas, que un hombre no es capaz de
repetir. De uno como ése podría presumir; lo que es yo, sólo presumiré de mis
debilidades. Y eso que, si quisiera presumir, no diría disparates, diría la
pura verdad; pero lo dejo, para que se hagan una idea de mí sólo por lo que ven
y oyen.
Por la grandeza de estas revelaciones, para que no tenga soberbia, me han
metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no
sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido:
«Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad». Por eso, muy a
gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos,
las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo.
Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Salmo responsorial: 33
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y
los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los
ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que
ame la vida y desee días de prosperidad?
Versículo antes del Evangelio (2Cor 8,9): Aleluya. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriquecernos con su pobreza. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».
Comentario
1. (Año I) 2 Corintios 12,1-10
a) Puede parecer raro que Pablo siga «presumiendo» de títulos personales y, esta vez, nada menos que de éxtasis y revelaciones. Aunque no nos explica muchos detalles de cómo fue «arrebatado hasta el tercer cielo» y oyó «palabras arcanas». Ha tenido, por tanto, experiencias religiosas de tipo místico. Lo que busca es defender ante la comunidad de Corinto la credibilidad de su ministerio, atacada por sus adversarios. Defiende la verdadera doctrina que les ha predicado, y no tanto su propia persona.
También es misteriosa la noticia que nos da sobre esa «espina en la carne» o de ese «emisario de Satanás que le apalea para que no sea soberbio». No hay datos en el resto de sus cartas para saber a qué se refiere, si a una enfermedad corporal o a dificultades de tipo espiritual o psíquico. Lo que sí afirma es que eso le hace ser más humilde, y que le da ocasión para confiar en la ayuda de Dios: «te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad».
b)Tal vez nosotros no podemos gloriarnos de visiones misteriosas ni de revelaciones místicas. Y sí, de «espinas» que experimentamos en nuestra persona y de dificultades en nuestro camino. Nunca se nos ha asegurado que la vida de un cristiano estará libre de pruebas y días malos.
Sea lo que sea lo escrito hasta ahora en nuestra biografía, tendríamos que aprender de Pablo:
- a no creernos nosotros el centro, sino a buscar siempre el bien de las personas y el progreso del Reino de Dios;
- a no enorgullecernos si tenemos algún don particular, porque Dios nos los da para bien de los demás, para ir construyendo comunidad y evangelizar más eficazmente a Cristo en nuestro mundo:
- a no perder nunca la confianza en Dios, aunque nos sintamos débiles y frágiles: «te basta mi gracia... muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo... cuando soy débil, entonces soy fuerte»; es la actitud que ha recogido el salmo: «gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él»;
- incluso a alegrarnos si nos toca sufrir: «vivo contento en medio de los insultos, las privaciones, las dificultades sufridas por Cristo»;
- y si tenemos alguna «espina» contra la que nos toca luchar, saber relativizarla, como hace Pablo, viendo en ella una invitación a no ser soberbios ni autosuficientes; seguramente nos ayudará también a comprender mejor a los demás, cuando descubramos en ellos dificultades o fallos.
2. Mateo 6,24-34
a) Jesús nos presenta otro rasgo del estilo de vida de sus seguidores: la confianza en Dios, en oposición a la excesiva preocupación por el dinero.
Debe ser un refrán de la época lo de que «no se puede servir a dos amos», y le va muy bien a Jesús para establecer la antítesis entre Dios y Mammón, entre Dios y el Dinero (con mayúsculas, el dinero como ídolo, como razón de ser: en arameo, Mammón).
Les enseña Jesús a los suyos la actitud de confianza en Dios, con la comparación de los pájaros y de las flores. Lo que él no quiere es que estén agobiados (palabra que sale hasta seis veces en esta lectura) por las preocupaciones de la comida, la bebida o el vestido.
También quiere que sepan mirar las cosas en su justa jerarquía: el cuerpo es más importante que el vestido, y la vida que el comer. Del mismo modo, el Reino de Dios y su justicia es lo principal, y «todo lo demás se os dará por añadidura».
b) «Nadie puede estar al servicio de dos amos». Es una afirmación que también a nosotros nos pone ante la disyuntiva entre Dios y el Dinero, porque es éste un ídolo que sigue teniendo actualidad y que devora a sus seguidores.
Ciertamente, necesitamos dinero para subsistir. Pero lo que Jesús nos enseña es que no nos dejemos «agobiar» por la preocupación ni angustiar por lo que sucederá mañana. Los ejemplos de las aves y de las flores no son una invitación a la pereza. En otras ocasiones, Jesús nos dirá claramente que hay que hacer fructificar los talentos que Dios nos ha dado.
Y Pablo dirá que el que no trabaja, que no coma.
Estas palabras de Jesús son una invitación a una actitud más serena en la vida. Claro que tenemos que trabajar y ganarnos la comida: «a Dios rogando y con el mazo dando».
Pero sin dejarnos dominar por el estrés -¿el nombre actual del «agobio» del evangelio?-, que nos quita paz y serenidad y nos impide hacer nada válido. Vivimos demasiado preocupados, siempre con prisas. Podríamos ser igualmente eficaces, y más, en nuestro trabajo si nos serenáramos, si no perdiéramos la capacidad de la fiesta y de lo gratuito, si supiéramos, de cuando en cuando, «perder tiempo» con los nuestros, y no empezáramos a sufrir por adelantado por cosas que no sabemos si nos pasarán mañana: «a cada día le bastan sus disgustos».
También nos enseña Jesús a buscar lo principal y no lo accesorio. A dar importancia a lo que la tiene, y no dejarnos deslumbrar por necesidades y valores que no valen la pena.
Sobre todo, a «buscar el Reino de Dios y su justicia». Lo demás es secundario, aunque no lo podamos descuidar. El que concede a cada cosa la importancia que tiene en la jerarquía de valores de Jesús, está en el buen camino para la paz interior y para el éxito final en su vida.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 56-5