lunes, 3 de agosto de 2009

MUCHOS PADECEN HAMBRE DE AMOR Y DE PAN

¡Amor y paz!

El pasaje del Evangelio que meditábamos este domingo está muy ligado al de hoy, porque si ayer nos fijábamos en que Jesús mismo se ofrece como Pan para la vida eterna, hoy reconoceremos que el hombre está necesitado también de pan material.

De tal manera, en este lunes de la 18ª semana del tiempo ordinario, cuando los discípulos le piden que deje ir a la multitud para que vaya a comprar alimentos, Jesús les dice: “Denles de comer ustedes mismos”. Los seguidores del Señor hacen ver su escasez, pero también su disposición de
darles a los hambrientos todo lo que tienen.

Siguiendo el ejemplo del Señor, la comunidad cristiana –por ellos representada- debe ser solidaria con la multitud necesitada, la
hambrienta, la enferma o desorientada.

Así lo interpreta el Papa Benedicto XVI, quien ha dicho: “La Eucaristía es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se alimenta con el Pan de Cristo no puede quedar indiferente ante quien carece del pan cotidiano… La Iglesia no sólo reza ‘danos hoy el pan de cada día’, sino que, siguiendo el ejemplo del Señor, se compromete de todas las maneras por ‘multiplicar los cinco panes y los dos peces’ con innumerables iniciativas de promoción humana, compartiendo lo imprescindible para que a nadie le falte lo necesario para vivir” (Día del Corpus Christi – 2008).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 14,13-21.

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y,
compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse
alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

REFLEXIÓN

a) La multiplicación de los panes es un milagro que los evangelios cuentan hasta seis veces. Mateo y Marcos, dos cada uno, seguramente porque hubo dos escenas diferentes. Hoy leemos la primera de Mateo.

Jesús, al enterarse de la muerte del Bautista, intenta retirarse a un lugar solitario, pero la gente no le deja. A él, como siempre, «le dio lástima y curó a los enfermos». Su actividad misionera es intensa: predica la Buena Nueva de la salvación, cura a los enfermos, atiende a todos y, como vemos hoy, también les da de comer.

Es un milagro cargado de simbolismo. En el AT, Moisés, Elías y Eliseo dieron de comer a la multitud en el desierto o en períodos de sequía y hambre. Jesús cumple en plenitud las figuras del AT. Además, muestra un corazón lleno de misericordia y un poder divino como Enviado e Hijo de Dios.

b) El relato es también un programa para la comunidad de los seguidores de Jesús. Ante todo, el lenguaje del evangelio se parece mucho al de nuestra Eucaristía: «tomó... pronunció la bendición... partió... se los dio...». No podemos no pensar en ese Pan que Jesús multiplica para nosotros cada vez que celebramos la Eucaristía, el signo sacramental que él mismo nos encargó que celebráramos en memoria de su Pascua.

Pero, cada vez que leemos esta escena, también aprendemos la lección de la solidaridad con los que pasan hambre, con los que buscan, con los que andan errantes por el desierto. La consigna de Jesús es sintomática: «dadles vosotros de comer». La Iglesia no sólo ofrece el Pan con mayúscula. También el pan con minúscula, que puede traducirse por cultura y cuidado sanitario y preocupación por la justicia en favor de los débiles y la solidaridad de los que tienen con los que no tienen...

En cada misa, el Padrenuestro nos hace pedir el pan nuestro de cada día, el pan de la subsistencia y, luego, pasamos a ser invitados al Pan que es el mismo Señor Resucitado que se ha hecho nuestro alimento sobrenatural. Hay un doble pan porque el hambre también es doble: de lo humano y de lo trascendente. Y la «fracción del pan» debería ser tanto partir el Pan eucarístico como compartir el pan material con el hambriento.

Jesús, con esta dinámica del pan material y del pan espiritual, ayuda a las personas a pasar del hambre de lo humano al hambre de lo divino. De la luz de los ojos a la luz interior de la fe, en el caso del ciego. Del agua del pozo al agua que sacia la sed para siempre, a la mujer samaritana. Lo mismo tendremos que hacer nosotros, los cristianos. El lenguaje de la caridad es el que mejor prepara los ánimos para que acepten también nuestro testimonio sobre los valores sobrenaturales.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 222-226
http://www.mercaba.org/