¡Amor y paz!
Los invito, hermanos,
a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles después de Epifanía,
ciclo C.
Dios nos bendice…
PRIMERA
LECTURA
1 Juan 4, 11-18
Queridos
hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos
a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto
conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su
Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su
Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios
nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con
nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así
somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor
perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha
llegado a la plenitud en el amor.
Salmo 71
Dios mío, confía tu juicio al rey, / tu justicia al hijo de reyes, / para que
rija a tu pueblo con justicia, / a tus humildes con rectitud. R.
Que los reyes de Tarsis y de las islas
/ le paguen tributo. / Que los reyes de Saba y de Arabia / le ofrezcan sus
dones; / que se postren ante él todos los reyes, / y que todos los pueblos le
sirvan. R.
Él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía
protector; / él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de
los pobres. R.
EVANGELIO
Marcos 6,45-52
Después de que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a
los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de
Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se
retiró al monte a orar.
Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y
Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento
contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo
ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era
un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él
les dirige en seguida la palabra y les dice: "Ánimo, soy yo, no tengáis
miedo." Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en
el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran
torpes para entender.
COMENTARIO
Los apóstoles atraviesan el lago. Jesús, está
solo en tierra, mientras que ellos se agotan remando sin lograr avanzar, porque
el viento le es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por
adelantar. Va, pues, a su encuentro.
Está claro que este texto está lleno de
simbolismos eclesiológicos: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el
Señor junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando
está “junto al Padre”, no está ausente, sino que, muy al contrario, es orando que
les ve.
Cuando Jesús está junto al Padre, está presente a
su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí se profundiza y
transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el
poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente, junto a
ella. Es, precisamente, este diálogo con el Padre cuando “está en la montaña”
lo que le hace presente, y a la inversa. La Iglesia, por así decir, es objeto
de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma está anclada en la
vida trinitaria.
Cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)