martes, 17 de noviembre de 2020

«El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

Lecturas del Martes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario

 

Martes, 17 de noviembre de 2020

 

Primera lectura

 

Lectura del libro del Apocalipsis (3,1-6.14-22):

Yo, Juan, escuché al Señor que me decía:
«Escribe al ángel de la Iglesia en Sardes:
“Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos.
El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea:
“Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».

Palabra de Dios

 

Salmo

 

Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5

R/.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono.

V/. El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

V/. El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

V/. El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

 

Evangelio

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor

 

Reflexión

 

Del evangelio de hoy destaco las cuatro miradas en torno a Zaqueo que, veladamente, desarrolla Lucas en este magistral relato. Este jefe de publicanos, bajito de talla pero ágil trepando árboles, es figura central. ¡Atención a las miradas del texto!

  • La mirada de Zaqueo sobre sí mismo. Se siente “mal visto” por todos. Le desprecian por lo pequeño y ridículo de su estatura, pero sobretodo es doblemente odiado por ser ladrón manejando tributos y tasas y colaboracionista con el imperio romano.
  • La mirada de Zaqueo a Jesús. Es una mirada furtiva y cargada de expectativas. Mezcla la curiosidad con una incipiente ilusión: ¿Será Jesús la primera persona en mi vida que de veras me entienda? ¿Sabrá reconocer que bajo mis apariencias late un corazón que sufre y que es capaz de una inmensa generosidad? ¿Sabrá Jesús sacar de mí lo mejor de mí mismo?
  • La mirada de Jesús a Zaqueo. Rebosa humanidad y conocimiento. Le llama por su nombre. Y, en un exceso de confianza, se autoinvita a su casa. Allí dialoga con él. Jesús no le tiene miedo ni asco. Él amaba a los pobres y también a los pecadores, cosa ésta bien complicada. Tanto amor cambió la vida de Zaqueo, su carácter y su manera de manejar el dinero.
  • La mirada de la gente a Zaqueo. Solo saben criticar y pisotear. Es su oficio. Tal vez algo más que un desafortunado desahogo. La acusación ni libera ni salva a nadie, sino que hunde más en el abismo de las propias miserias. ¡Qué lejos está Jesús de esta manera puritana de tratar a los caídos!

 

Se repite mucho, pero lo solemos hacer muy poco: Colocarnos en el lugar de Zaqueo imaginativamente y reconstruir el relato de estos cruces de miradas… a ver qué sale de ahí

 

Juan Carlos Martos cmf

Ciudad Redonda