lunes, 15 de abril de 2013

Jesús nos pide trabajar por el alimento que da vida eterna

¡Amor y paz!

Al día siguiente de la multiplicación de los panes, la muchedumbre sigue a Jesús. Pero ¿por qué? ¿Porque con él tienen asegurada la comida? Jesús se da cuenta de esto y entonces les pide: “Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna”.

¿Cuántos de nosotros buscamos a Jesús para que nos dé trabajo, o alimento, o techo, pero pasamos por alto su mensaje y el compromiso de vida que implica nuestra relación con él?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,22-29. 
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago se dio cuenta que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que éstos se habían ido solos. Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca del lugar donde todos habían comido el pan. Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: «Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí? “Jesús les contestó: «En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre. “Entonces le preguntaron: « ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?» Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.»
Comentario

 a) En el evangelio hemos visto cómo la gente busca a Jesús, al día siguiente de la multiplicación de los panes.

Pero Jesús les tiene que echar en cara que la motivación de esta búsqueda es superficial: «me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros». Se quedan en el hecho, pero no llegan al mensaje. Como la samaritana que apetecía el agua del pozo, cuando Jesús le hablaba de otra agua.

Con sus milagros, Jesús quiere que las personas capten su persona, su misterio, su misión. «Que crean en el que Dios ha enviado».

Es admirable, a lo largo del evangelio, ver cómo Jesús, a pesar de la cortedad de sus oyentes, les va conduciendo con paciencia hacia la verdadera fe: «yo soy la luz», «yo soy la vida», «yo soy el Pastor». Aquí, a partir del pan que han comido con gusto, les ayudará a creer en su afirmación: «yo soy el pan que da la vida eterna».

b) Como Jesús, con pedagogía y paciencia, fue conduciendo a la gente a la fe en él, a partir de las apetencias meramente humanas -el pan para saciar el hambre, el mesianismo humano y político que buscaba Pedro-, también nosotros deberíamos ayudar a nuestros hermanos, jóvenes y mayores, a llegar a captar cómo Jesús es la respuesta de Dios a todos nuestros deseos y valores.

Buscar a Jesús porque multiplica el pan humano es flojo, pero es un punto de partida. El hombre de hoy, aunque tal vez no conscientemente, busca felicidad, seguridad, vida y verdad. Como la gente de Cafarnaúm, anda bastante desconcertado, buscando y no encontrando respuesta al sentido de su vida.

Hay buena voluntad en mucha gente. Lo que necesitan es que alguien les ayude. A veces tienen una concepción pobre de la fe cristiana, por temor o por un sentido meramente de precepto, o por interés: algunos buscan a Dios por los favores que de él esperan, sin buscarle a él mismo. Si nosotros los cristianos, con nuestra palabra y nuestras obras, les ayudamos y les evangelizamos, pueden llegar a entender que la respuesta se llama Jesús, y del pan humano y caduco podrán pasar a apreciar el Pan que es Cristo y el Pan que nos da Cristo.

Nosotros, los que celebramos con frecuencia la Eucaristía, ya sabemos distinguir bien entre el pan humano y el Pan eucarístico que es la Carne salvadora de Cristo. Esta conciencia nos debe llevar a una jornada vivida mucho más decididamente en el seguimiento de ese Cristo Jesús que es a la vez nuestro alimento y nuestro Maestro de vida.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 62-64