martes, 15 de octubre de 2013

Más que de fachada, nuestro cambio debe ser del interior

¡Amor y paz!

Jesús sigue en altercado con el fariseísmo. Ha descubierto que los fariseos han hecho de su religiosidad una simple fachada de santidad. Ellos se quedan con las normas exteriores de conducta sin hacer un cambio profundo que lleve al amor hacia los demás y hacia una justicia real, sobre todo con relación a los más débiles y oprimidos.

El mensaje de Jesús insiste, por el contrario, en la necesidad de un cambio interior y sincero, que sin descuidar las normas de vida comunitaria o cultural, provoque el advenimiento de una sociedad más justa y equilibrada. Poca alabanza damos a Dios entregando diezmos en el templo o haciendo alguna limosnita, si no sentimos el dolor del que sufre en carne propia la miseria y pasamos de largo frente a los hermanos necesitados (Diario Bíblico Cicla).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 11,37-41.
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer. Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro. 
Comentario

Jesús criticó severamente la superficialidad con la que se asumió la ley de Moisés.

Algunos grupos religiosos, como los fariseos, dieron a las normas más triviales una relevancia que no merecían. La intención que los guiaba era «ser perfectos en todo» mediante el cumplimiento de un montón de normas. Sin embargo, olvidaron el espíritu de la ley.

Dentro de estas leyes estaban unas destinadas a diferenciar entre lo puro y lo impuro.

Su referencia era puramente la apariencia exterior. Lo esencial para esta ley era estar limpio, sano y vivo. La intención con la que fueron promulgadas eran muy buena: propiciar en el pueblo un ambiente familiar, cultual y social que fuera apto para la relación con Dios.

Pero con el tiempo esta intencionalidad se olvidó. Y las leyes que estaban hechas para crear un buen ambiente se convirtieron en un arma de discriminación. Los enfermos fueron expulsados de las familias; se desarrolló un temor casi mágico frente a los cadáveres y la limpieza se convirtió en un asunto ligado exclusivamente a los baños rituales.

La función de los baños rituales era purificar periódicamente al individuo para que permaneciera dentro del ámbito de lo sagrado. Esta intención se perdió al darle más importancia al baño en si mismo que al propósito que se perseguía. 

Por eso, Jesús confronta al fariseo y lo llama, junto a sus partidarios, a revisar sus actitudes de vida. Pues, en efecto, ellos empleaban la pureza ritual para encubrir los robos, las rapiñas y las malas intenciones que cometían diariamente. El pueblo acudía a ellos buscando un juicio justo, un consejo saludable, una defensa de los legítimos derechos, pero ellos sólo les interesaba sacar beneficio económico de su servicio.

Jesús cuestiona estas prácticas y muestra cómo fariseos y escribas son continuadores de una mala tradición que no reconoce el valor del ser humano.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO