¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este IV Domingo de Pascua.
Dios nos bendice...
Evangelio según San
Juan 10,27-30.
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".
Comentario
Pedro María
Iraolagoitia, S.J., publicó en 1996 un libro que tituló María, El
Carpintero y el Niño. Es una bella recuperación de la vida oculta de María
de Nazaret, en compañía de su esposo, San José, y del Niño Jesús. Comienza con
una carta escrita por el autor a la Virgen María. Entre otras cosas, le dice lo
siguiente: “Esta carta es para que me perdones todo lo que he escrito de Ti y
del Niño y de San José, en este libro. Toda la culpa la tienen los Evangelistas
(y que ellos también me perdonen), por haber escrito tan pocas cosas de tu vida.
Nosotros hubiéramos querido saber muchas más cosas de Ti. Nos hubiera gustado
saber cómo vivían en Belén, en Egipto, en Nazaret, en Jerusalén; dónde tenían
puesto el arcón, la mesa y los tiestos con flores; qué distancia tenías que
recorrer para ir al lavadero, cuánto te costaba el litro de aceite y qué cena
les diste a los Reyes Magos. Hubiéremos querido saber mil y mil detalles de tu
vida, cuantos más, mejor. A fuerza de verte metida en las hornacinas de los
altares, es fácil que nos olvidemos de que, en este mundo, viviste veinticuatro
horas al día como una mujer sencilla y encantadora, entre pucheros, escobas,
vecinas, barro, sol, cansancio, canciones, preocupaciones domésticas, tertulias
y el abundante aserrín del taller de José. (...) Mis respetuosos saludos a José
y un beso al Niño”.
Uno de los capítulos
del libro se llama ‘De la A a la Z’. Y en él, el autor va desgranando palabras
sencillas, para describir algunos aspectos de la vida oculta de la Virgen
María, San José y el Niño Jesús. La primera palabra es Agua, y dice lo
siguiente: “Para limpiar todas la mañanas la carita del Niño y peinarle y
mandarle hecho un sol a la escuela. Para preparar la sopa, para lavar tanta
cosa, para regar los tiestos de las flores. Para refrescar los labios y la frente
de los enfermos que Ella visita en el pueblo. Para sentir la belleza de oírla
cantar en la fuente y verla danzar en el río. Para agradecer al Altísimo el
regalo de habernos dado el agua a los hombres: algo tan limpio, tan útil, tan
fresco y tan bello”.
Cuando llega a la
letra 'O', se fija en la palabra ‘ovejas’: “Al Niño le gustan las ovejas. Cuando
salen del pueblo se va con ellas y le pide al cayado al pastor, y juega a ser
Pastor. –¿Sabes, Madre? Conozco a todas la ovejas del pueblo y ellas me conocen
a mi. –Sí, Hijo. –Cuando sea grande, voy a ser Pastor. –Tú ya eres Pastor, Hijo
mío. –Sí... ya soy pastor... ¿Sabes, Madre, qué es lo que hace el Buen Pastor?
–No, cariño... ¿Qué es lo que hace? –Da la vida por sus ovejas. Y, a la Madre,
toda el alma se le hace congoja, y tiene que «guardar estas palabras en su
corazón».
Este libro nos
recuerda que las enseñanzas que Jesús fue repartiendo como Buenas Noticias de
Dios para el mundo, fueron naciendo, poco a poco, de la vida oculta del Señor.
Años de silencio, de aprendizaje lento, de contemplación de la naturaleza y de
la historia de su pueblo, con los ojos de Dios. De allí surgió la imagen del
Buen Pastor: “Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie me las quitará”. Eso mismo
sigue diciéndonos hoy, cuando vivimos situaciones difíciles y dolorosas. El
Señor es el Buen Pastor que nos apacienta y nos conduce hacia fuentes
tranquilas para reparar nuestras fuerzas. Por eso, aunque pasemos por cañadas
oscuras, su vara y su cayado, nos dan seguridad.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita,
Profesor Asociado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad
Javeriana – Bogotá